Bukowski

Escrito por Bonifacio Singh el .

Empecé a leerlo cuando él ya había muerto. Yo no sabía que ya estaba criando malvas, me enteré mucho después. Comencé a echarle un vistazo en unos tiempos convulsos para mí, tiempos en los que dudé más que nunca, si cabe, de mí mismo. Se convirtió en mi icono y en mi héroe. Nunca he conseguido leer por puro divertimento o por pasar el rato, es una tara que tengo, cuando leo necesito encontrar algo debajo de las letras, algún “fuera de cámara” que no llegan a explicar esos signos dibujados, eso que se ve a través del tercer ojo de la intuición (el tercer ojo, no el cuarto). Llamadlo “intuición” o llamadlo “x”, como os plazca, como os salga de los huevos. En el caso de Bukowski sentí una inesperada conexión instantánea en ese fondo, lugares comunes a miles de kilómetros de distancia, en otro tiempo y en otro espacio, pero comunes. La identificación con el prójimo a través de los libros me ayuda a caminar un poco menos sólo.

bukowski2Bukowski es sinónimo de “beber”. Beber te aparta las telarañas de la mente. Yo también he utilizado el método del “beber” muchas veces. Bebo porque me coloca, no por el sabor, el alcohol en realidad sabe a rayos. Siempre existe un buen momento para beber, menos cuando produce dolor. Odio a esa gente que dice que detesta a los borrachos, esos que cuidan del tercer mundo y de su colesterol. Yo odio mucho más a los abstemios, quizás bebemos para no escuchar sus moralinas o sus supuestos “caminos rectos”. Los abstemios están borrachos de respuestas absurdas. Peor que el coma etílico es el bajón de la resaca de ver las caras sonrientes de la gente, pero el bajón siempre es mejor que la asquerosa lucidez. Aunque Bukowski no es sólo “beber”.

Existen muchos tópicos sobre él, todos ellos muy fuera de la realidad que se huele al observarlo. Bukowski es el odio hacia ti mismo, hacia el humano que llevas dentro pero, al mismo tiempo, es sentir conmiseración y ternura. Bukowski es llevar la contraria para gozar con sus caras de pasa, cuando te miran como oliendo un pedo; es poder sonreír ante la confusión que provocas en el de delante. Bukowski es escandalizar para disfrutar, para decirles que tú no quieres vivir dentro de sus fronteras, de sus márgenes, de sus vidas, que sus límites no son más que rayas en el suelo que se borran fácilmente con la lluvia o con el viento seco del desierto. Bukowski es vivir sin saber por qué ni el porqué.

¿Quién no se siente perdido como le sucedía a él? Sólo el idiota dice que sabe lo que quiere, que elige, cuando en realidad camina como todos, sin rumbo y sin mapa. Desconfío de los que dicen que saben siempre el camino, prefiero a los que ellos toman por locos porque hablan con los perros.

No soy aficionado a los consejos, pero os daría algunos para incarle el diente al buen cabrón de Hank. Os recomendaría que empezaseis por el principio, por “La senda del perdedor”. Tras su infancia encontraríamos los relatos que describen su “vagar sin rumbo” por la polvorienta L.A: “Factotum” y “Cartero”. Como remate “Mujeres” y la crepuscular “Hollywood”. Son la narración de su vida, aunque no se escribieron en ese orden. Siempre podréis intercalar estas novelas con cualquiera de sus libros de relatos cortos. “Pulp” no es más que un pasatiempo final, con cierta gracia y sarcasmo hacia el lector, pero no deja de ser un pequeño juego final.

Sueño con emborracharme e ir con una botella y un cuchillo a amenazar a los tertulianos de un programa de televisión. ¿Vistéis “Apostrophes”? Dice Sánchez Dragó que Bukowski estaría muy bien para tomarse unas cañas con él, pero no para leerlo. A mí me sucede exactamente igual con Sánchez Dragó, pero no podría aguantar el ritmo de Hank bebiendo.


Apostar en las carreras de caballos es algo así como echar quinielas, ayuda a ver pasar el tiempo. Las calles polvorientas y los trabajos de mierda son los mismos en cualquier ciudad del mundo. La masa detesta que destapen sus sinsentidos y su chorra existencia. La masa detesta los márgenes y que le lleven la contraria. Bukowski le pone buena cara al dolor, convive con él en pequeños cuartuchos amueblados con cama y refrigerador. Escuchamos juntos a Debussy bebiendo vino barato mientras la luz de la luna entra por la ventana. ¿Hay algo mejor que dejar que el tiempo se pudra? La respuesta a la pregunta es que no hay respuesta más allá de la luz inalcanzable, incluso la luz del presente es sólo imaginaria y efímera a los ojos de Hank.


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