Píldoras de cine (XV)

Escrito por Bonifacio Singh el .

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El cine se nos está muriendo entre las manos. Leo artículos sobre antiguas salas de cine en Madrid y dan ganas de echarse a llorar. Apenas quedan tres o cuatro y allí vamos los cuatro o cinco pirados gilipollas, siempre los mismos. Ente todos la mataron y ella sola se murió. Los que se quejan también tienen gran parte de culpa, los propietarios de los cines protagonizaron una subida exponencial del precio de las entradas durante las últimas dos décadas, y ahora solamente se ve gente en las salas en los días de la llamada “Fiesta del cine”, fiesta de entierro del cine en realidad, y el día del espectador, gracias al precio reducido. En el resto de sesiones año a año vamos viendo menos público, con ligeros espejismos puntuales de películas taquilleras a las que el público idiota acude en masa a las salas de versión original solamente porque ya casi no quedan salas abiertas y los avaros propietarios ya programan cualquier mierda en estos para nosotros adorados cines. Ese público ruidoso y comedor de grasientas palomitas nos molesta y nos hace añorar aquellos tiempos no tan lejanos durante los que teníamos pildoras152que hacer cola para comprar entradas todos los viernes. Para la sesión de las diez de la noche había que acudir un rato antes porque si no te quedabas sin entrada. Ahora la gente acude más a la que llamamos “sesión momia” de las siete y las ocho, y a las diez apenas hay gente. Este vacío humano resulta agradable, pero al mismo tiempo debemos ser conscientes de la lenta pero inexorable muerte que ello representa. Hasta nuestra taquillera favorita, la dicharachera señora de los Renoir de Martín de los Heros, se jubilará a principios de año. Pronto estarán muertos todos nuestros héroes directores, algunos están dando estertores, los últimos coletazos decadentes antes de espicharla.

El cine en decadencia. Las figuras clásicas, chochean, están firmando o mierdas o crepusculares obras en las que se nota que chochean. Hemos visto ejemplos de ello este otoño con Woody Allen y su peliculita blanda y repetitiva, a Eastwood repitiéndose más que la cebolla, a Costa Gavras y su oda telefilm a Varoufakis, a un cine español que se regocija en implementar lo de siempre como novedad, como el prematuramente envejecido Amenábar y su mierda de tópica guerra civil. Amenábar nunca fue nadie o casi nadie, cierto que es una figura inflada artificialmente, a ratos incluso engolado e insufrible. Ahora se sirve incluso del viejo truquito de los actores que siempre están bien para adornar la vaguedad de sus contenidos. En este último caso maquilla su película con Karra Elejalde, que resulta como siempre simpático, pero en el fondo insulta a Unamuno (leed un poco a Unamuno al natural, os lo aconsejo, y dejaros de mierdas grandilocuentes) aunque con muy buenas intenciones, y con Eduard Fernández bordando frase a frase y haciendo más grande de lo que era a Millán Astray, pero está claro que él es un actor como la copa de un pino a la altura de los más grandes y está muy por encima de cualquier papel ridículo que le encarguen.

pildoras154Eduard Fernández además se ha permitido engendrar un monstruo: Greta Fernández. “La hija de un ladrón”, de Belén Funes, es una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos. Es una obra Dardennista pero sin arrastrar el tedio que está comenzando a invadir a la pareja de creadores belgas. Retrata unos personajes a pie de calle, sin maquillajes, con unos ricos matices interiores, sin buenos y malos sino sólo de carne y hueso, y con una actriz sobrenatural empapándolo todo. Greta Fernández interpreta a una niña y a una mujer dura y curtida al mismo tiempo, y resulta maravillosa en todo lo que toca. No es una actriz de las que se estilan ahora, supuestamente bellos animales a la vez que insípidos. Es una intérprete que varía en cada plano su expresión, y a la que Funes ha sacado un enorme partido en su creación. La casta del galgo Greta es clara, incluso en el parecido físico con el padre, en sus claros en sus oscuros, en sus seriedades y en sus sonrisas. Calificarla de bella es quedarse irremediablemente corto.



En el cine español hay vida, alguna luz al final del túnel aunque parezca lo contrario y a veces pensemos que no hay salida, que todo está perdido y muerto en manos de los mismos que se creen por encima del bien y del mal. También hemos visto una obra provocadora y sobresaliente diferente a lo conocido: “Ventajas de viajar en tren”, de Aritz Moreno. Basada en un libro aparentemente inadaptable al cine de Antonio Orejudo, está obra surrealista y rompedora logra la cuadratura del círculo de lo divertido y lo novedoso. Juega con el espectador pero sin empalagar, y le da patadas en los huevos, y lo retuerce, y lo desconcierta aun sin apenas efectismos. Moreno consigue sacar todo el partido a los actores y a la acción sin dejar casi ni respirar al espectador, al que zarandea sin compasión en cada escena con una vuelta de tuerca. Pilar Castro, Ernesto Alterio y Luis Tosar pildoras153bordan sus papeles, pero cabe destacar a un actor que no me gusta nada desde sus tiempos de “Azuloscurocasinegro”, pero que parece algo recuperado en esta película gracias a un rostro perverso que nunca había cultivado antes: Quim Gutiérrez. Ha atravesado un desierto de papeles de guaperas idiota, y aquí crea un monstruo gracias al que se muestra irreconocible y resucita.

Estas dos películas resultan de obligatorio visionado. La gente que se ofenda con facilidad debe ser empujada a ver “Ventajas de viajar en tren” incluso con engaños. En nuestro caso recomendamos fervientemente acudir a verla a una amiga que en otros casos en cuanto follan medio minuto en pantalla o se sacan algún moco o hez corre a la puerta de la sala escandalizada, cosa que nos hace mucha gracia (si lees ésto tú la respuesta es sí, nos mofamos de ello compulsivamente, pero te tenemos cariño y al menos nos acordamos de tí), pero en este caso quizás fue la potencia provocadora enorme de la película la que le impidió mediante su gusanillo puramente salvaje abandonar el barco antes de tiempo, incluso cuando el texto de Orejudo visita territorios como la coprofagia o la zoofilia. La película consigue que huelas el camión de la basura a través de la pantalla, saca los pies del tiesto de una forma extraordinaria.

En el túnel de Martín de los Heros se reúnen los fines de semana cientos de niños haciendo botellón. A veces se les escucha gritar dentro de nuestras salas de cine, que son como un reducto ante la invasión de los hunos. Soñamos con salir con bates de beisbol en imponerles orden. Nuestra taquillera favorita de los Cines Renoir se jubilará dentro de dos meses, y pronto despacharán las entradas máquinas automáticas o directamente autómatas. Al menos pedimos que a los robots les pongan el rostro de Greta Fernández.


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