Modos de acercarse a un poema

Escrito por Ignacio Mincholed el .

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Dado que la literatura se escribe para un hipotético lector, y si no fuera así la literatura dejaría de tener sentido, el encuentro deliberado entre el lector y un texto literario del que tenemos algunas referencias previas desencadena una serie de consecuencias, causas y efectos. Esas referencias, aunque sean mínimas, en cuanto al género, autor y asunto, generan unas expectativas concretas en la mente del lector. Si el encuentro es fortuito y sin referencias previas, igualmente el lector presupone de forma subconsciente unas expectativas que son fruto, en ambos casos, de las experiencias del lector. Conforme el encuentro va desarrollándose, esas expectativas se cumplen en mayor o menor medida y así se construye una opinión.

poema2Así pues, cada lector, ante un texto literario se enfrenta a él desde su propio horizonte de expectativas; término acuñado por el filólogo alemán Hans Robert Jauss que desarrollaría una teoría analítica que denominó Estética de la recepción en la cual viene a plantear que los múltiples sentidos de un texto solo se materializan cuando el texto es recibido por el lector. La recepción del texto por parte del lector es lo que realmente da cuerpo y consolida el contenido del texto.

Previamente a la Estética de la recepción, el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer había planteado desde la interpretación y explicación de los textos, la hermenéutica, una teoría sobre las relaciones de la comunicación escrita y verbal en la cual venía a decir que la relación entre el lector y un texto está caracterizada por lo que el lector encuentre favorable en dicho texto en la medida que el texto tenga que ver con el propio lector. Así, la relación será una relación fuerte en tanto en cuanto el lector reciba ese texto bajo los patrones socioculturales asumidos por él. Esto es, cuando se cumplan los enunciados de su horizonte de expectativas. Una relación en la que el lector encuentre respuestas válidas y en la que a su vez se produzcan en él nuevas cuestiones de su interés.

El análisis literario, y consecuentemente la crítica basada en otras metodologías como, por ejemplo, el new criticism, consideraba de forma muy distinta el análisis bajo la idea de la inmanencia del texto literario; o sea, que el fin de un texto no es otro que el propio ser del texto en sí. El texto es el texto y solo puede ser analizado bajo unas reglas estéticas propias de las obras de arte. No importa quién lo escribió, ni en qué contexto histórico, ni qué lo motivó; ni tampoco el horizonte de expectativas del receptor, dejando así fuera del análisis la idea de recepción y por tanto limitándose a lo que el texto es.

Este método de análisis, que puede tener un sentido desde el punto de vista de enfrentarse a un texto exclusivamente bajo parámetros concretos, que acaban siendo paradigmas, elude los matices de la función expresiva del texto y las consideraciones emocionales tanto del autor como del lector, algo que realmente resulta muy difícil dejar de lado. Como lectores, recibimos la obra implicándonos en algún grado sin ser ajenos a los efectos que nos produce, interpretamos ineludiblemente desde nuestro constructo cultural y social.

La metodología de análisis que expuso Jauss, comporta una complejidad mayor que no viene al caso tratar ahora, por tanto me limitaré a los aspectos respecto a la conducta con la que nos enfrentamos como lectores a una obra literaria, concretamente a una obra considerada poesía.

poema3Aquí cabría exponer toda una serie de factores de tradición y enseñanza, históricos y críticos que han influido en cómo es percibida la poesía por un lector no iniciado en ella y, por extensión, cómo es percibida socialmente. Los rudimentos sobre los que se enseña qué es la poesía en las primeras etapas de aprendizaje, centrados en aspectos de método y no en el espíritu que nos lleva a ella, no han contribuido a que la poesía tenga mayor cuerpo literario que el actual. Si se empieza a tratar y a enseñar la poesía ateniéndonos a los paradigmas de la poesía medida/rimada, y empezamos a exponerla tanto como a enseñarla bajo una perspectiva cronológica desde sus orígenes, probablemente resultará arduo conseguir nuevos adeptos que aumenten el porcentaje de interés por la poesía. Tal vez sería más pertinente realizar una aproximación previa a los antecedentes de lo poético. Pero tampoco es la intención de este artículo tratar en este momento los factores apuntados.

Partamos, entonces, de un lector al que la poesía no le es ajena; es más, supongamos un lector de poesía casi habitual o incluso habitual. Del mismo modo que en la novela y en la narrativa en general podemos encontrar temas y enfoques, subgéneros y estilos de escritura distintos, en poesía no resulta diferente. Creo que es un error muy común pensar que el lector de poesía está homologado para cualquier tipo de poesía por el hecho de ser lector de poesía. No pretendo decir que la lectura de los clásicos sea incompatible con la lectura de, por ejemplo, la poesía americana de los años 30 del siglo pasado. Lo que pretendo señalar es que ese lector tendrá que cambiar su horizonte de expectativas según lea a unos o a otros. Igual sucederá con un observador ante un lienzo que presente una pintura figurativa o a una obra de expresionismo abstracto. No encontrará en la segunda perspectivas isométricas ni puntos de fuga, ni proporciones formales entre fondo y primer plano, y cualquier parecido con la realidad figurativa será puramente casual.

Por lo tanto, nuestro horizonte de expectativas debería ser correspondiente según nos acerquemos a un texto poético, a un autor o a otro. Si no es así y además queremos pasar del terreno del lector al terreno del crítico, no podremos hacerlo apropiadamente dado que partiremos de supuestos equívocamente homologados como si la poesía fuera un todo único y compacto, que afortunadamente no lo es.

Si, personalmente, me enfrento a los sonetos de Shakespeare, mi horizonte de expectativas no debería ser el mismo que si me enfrento a la obra de Bukowski. Si lo hago bajo las mismas expectativas uno u otro me defraudará, no encontraré aquello que busco en uno en el otro. Bien es cierto que no siempre sabemos concretar qué esperamos de una obra, pero aun así la tendencia que como lectores hemos ido desarrollando hacia unas preferencias ya nos predispone a un modo de recibirla. El lector aficionado a la novela negra no recibe de igual modo una novela romántica.

Es conveniente indicar que lo expuesto sobre el horizonte de expectativas está referido a una obra poética entendida como de mínimos, una obra que comprenda voluntad literaria y no solo función comunicativa.

poema4Sea el que sea nuestro horizonte de expectativas, y entendiéndolo como correspondiente según el texto poético al que nos enfrentemos, no cabe duda que su conformación y flexibilidad dependerán de lo que Jauss llamó horizonte de experiencias y que yo llamaré aquí compendio de experiencias, menos afortunado pero concreto, para no inducir a equívocos dado el mayor espectro que Jauss abarca. Resulta suficiente indicar que ese compendio de experiencias estará constituido por la dinámica de aprendizaje que el lector haya podido adquirir en todos los campos hasta el momento de la lectura, de modo que resultará un lector pasivo o activo frente al mismo texto poético según sea su compendio de experiencias.

Así pues, enfrentarse a un texto poético no es enfrentarse a la poesía de forma generalizada. Si nuestro horizonte de expectativas es único y rígido podemos caer en un enfoque inadecuado ante determinados poemas y autores y no ser capaces de encontrar, retener y valorar las peculiaridades poéticas que pueda contener la obra, quedando así desapercibidas para poder construir una opinión acurada más allá del gusto personal. Todavía deberemos ajustar y enfocar con más precisión el horizonte de expectativas, consecuente a nuestro compendio de experiencias, si lo que pretendemos es llegar desde la opinión hasta la crítica. Cuestión esta mucho más compleja.

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