Zuma (el joven Jacob)

Escrito por Benny del Paso el .

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Érase una vez un niño llamado Jacob, amantado por una loba zulú en las llanuras orientales del sur de África. Jacob creció admirando a los grandes jefes de su tribu, a los que todos respetaban y se sometían siguiendo ancestrales convenciones de los hombres. La tradición que más atraía al joven zulú era el de coleccionar. Sí, a los zulús les gusta coleccionar ganado y mujeres. Cuantas más reses y mujeres más alto se está en el estrato social de la comunidad. Quien manda tiene el mayor número de cosas coleccionadas. Admiran a quien se mueve junto a sus vastas colecciones adquiridas en el transcurrir del tiempo.

Pero Jacob creció a sabiendas que en su pueblo, Nkandla, nunca encontraría el respeto de los suyos. Supo a temprana edad que debía emigrar, buscar una vía que le abriera la puerta al coleccionismo, y se topo con el partido. Jacob se transformó en un libertador, un trabajador en la clandestinidad del partido libertario sudafricano, el ANC. 10 años en Robben Island fue la confirmación del nuevo hombre del partido. La clandestinidad creó a Zuma. Reclutar, buscar información, encargar la logística de entrada y salida de armas y cadetes en Sudáfrica, fueron las clases magistrales donde aprender las artes del camuflaje. Zuma el camaleón. El hombre de las mil caras se hizo un nombre, escalando hasta la posición de jefe de la inteligencia del brazo militar del ANC, Umkhonto we Sizwe.

El exilio le ofreció un espacio ideal para desarrollar estratégicamente una red de amigos, de camaradas con los que labrar juntos por una causa. Primero la liberación de su país, Sudáfrica. Después la liberación de su pasión, coleccionar. Un traje de camaleón apto para engatusar y seleccionar a los elegidos para su proyecto de vida. Zuma tejió su gran tela de araña de camaradas leales.

El jefe de los espías de Umkhonto we Sizwe, el verdugo de los traidores colaboracionistas con el sistema del apartheid, el negociador más fiable para acabar con la sanguinaria guerra entre los seguidores de Buthelezi y del ANC. El estratega para lidiar con el enemigo en la mesa de negociación durante la transición democrática. El vicepresidente con el que todos estaban cómodos, Jacob Zuma el animal político del ANC. El hombre que sabe escuchar, el hombre que sabe compartir poder, el hombre que sabe lo que el pueblo necesita, el hombre que volverá a transformar el ANC en el partido del pueblo. El hombre para purgar el ANC de tecnócratas a las ordenes de un señor conocedor de sus habilidades, superior a los que le rodeaban y con maneras elitistas. Jacob Zuma ganó la batalla a su amigo, a su maestro en las artes de la política, Thabo Mbeki, el desterrado.

En el 2009, el nuevo mesías del partido para los más desfavorecidos, de aquellos que en 20 años de democracia no han sentido la transformación de sus vidas a mejor, se convirtió en Presidente de la República de Sudáfrica. FW de Klerk, el traidor afrikáner que finiquitó el apartheid, celebró su victoria. Nelson Mandela salió de su largo retiro para abrazar al nuevo hombre fuerte de Sudáfrica. El rey de los diamantes y del oro, Oppenheimer y Rupert, aplaudían, comunistas y sindicalistas les imitaban. Y entonces Jacob Zuma dejó de necesitar sus pieles de camaleón, volvió a ser el joven zulú Jacob.

El momento de trabajar exclusivamente en su pasión había llegado, dejando a sus camaradas los quehaceres del Estado. Lucha contra el trabajo precario, ampliación del seguro de desempleo, acceso a la sanidad gratis para aquellos que demuestren que no pueden pagar la factura médica, más programas de prevención contra el sida, educación primaria gratuita y de calidad, ampliación de los subsidios para familias con niños, reforma agraria para acelerar el acceso a la tierra y mejorar su productividad, proyectos de desarrollo económico sostenible en zonas rurales, equidad de género con la colocación de mujeres en el 50% de los consejos ejecutivos nacionales, provinciales y locales del partido. Una larga lista de tareas que pronto se convirtieron en promesas incumplidas para sus camaradas del partido y Gobierno.

Jacob se lanzó, sin mirar atrás ni a los lados, a coleccionar obsesivamente. Recuperar todos esos años de abstinencia coleccionista han provocado en Jacob una ansiedad fuera de control. Adquirir ganado y mujeres para ser admirados en Nkandla. El Joven Jacob empezó su colección de esposas con Gertrude vecina de Nkandla, le siguió Nkosana en el exilio de la que se divorció en el poder, tras ella la mozambiqueña Kate, quien se suicidó infeliz de compartir a su hombre. Cuando Zuma llegó a los sesenta sintió la necesidad de adquirir jóvenes doncellas. Y siguió en el arte de coleccionar, Nompulelo, Thobeka y Gloria. Seis esposas, catorce hijos dentro del matrimonio, siete bastardos, y miles y miles de cabezas de ganado.

zuma4Pero no era suficiente con ser propietario de tal vasta colección, había que mostrarla en todo su esplendor buscando la admiración de su comunidad zulú. Para albergar sus colecciones mandó construir un recinto para cada una de sus piezas únicas de coleccionista, a cargo del Estado. Sus esbirros en el Gobierno facilitaron los fondos para sufragar las obras del escorial sudafricano, nombrando punto estratégico para la seguridad nacional una parcela en el pueblo de Nkandla. El chorro de dinero público empezó a caer a destajo en la gran obra ahora pública de un país ahogado en la violencia económica y social.

Una casa oval para cada reina, rodeando la gran residencia del rey de Nkandla. Corredores que unen todos los edificios para que Jacob pueda, sin dobleces y complicaciones, llegar a los aposentos de sus seis esposas. Un hospital donde ser atendido en caso de desvanecerse, al fin y al cabo 70 años de edad pesan, y tres mujeres en la treintena con respectivos hijos, pueden conllevar algún que otro incidente médico. Piscina olímpica para todos los vástagos. Un búnker donde refugiarse en caso de ataque aéreo y terrestre. Y siempre con vistas al ganado, el símbolo de los grandes hombres zulús.

El sueño de un joven se hizo realidad. Una ostentosa morada donde ser visto con su vasta colección en el pueblo que le vio nacer y crecer. El presupuesto inicial de 5 millones de euros (65 millones de rands) de dinero público no fue suficiente para sufragar tan extensa obra. Jacob necesitaba una construcción que reflejara la envergadura del hombre en el que se ha convertido. Hoy son 23 millones de euros (246 millones de rands) el dinero público que se ha volcado en la magna obra. Ha sido necesario expropiar casas que lindaban con el escorial sudafricano y construir carreteras para que el gran hombre llegue, con su séquito, a su morada de ensueño. El joven Jacob se convirtió en el gran hombre de Nkandla. Gobierno y partido a disposición del coleccionista.

El gran hombre de Nkandla no teme al futuro cercano. El 7 de mayo habrá unas nuevas elecciones generales, el ANC volverá a hacerse con la mayoría necesaria para seguir gobernando un país, y Jacob Zuma seguirá alimentando su pasión en las llanuras orientales del sur de África. Otros niños observan con admiración y respeto al que un día fue el joven Jacob, soñando que un día podrán ser ellos los nuevos grandes hombres de Nkandla.

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