Mi hermano

Escrito por Ágata Bové el .

Soñé que me sentaba a la mesa con una familia numerosa. Todos estaban en silencio delante de los platos, esperando al padre. Cuando llegó el cabeza de familia, me sentaron a su lado y hasta que él no comenzó a comer nadie probó bocado. Tomamos los alimentos sin decir nada, sólo se escuchaban los sonidos de sorber y masticar. El padre era un hombre muy serio y olía a sudor, y parecía que me protegía de ellos. Creo que era una familia de mineros, tenían las caras manchadas de hollín o grasa. La casa estaba sucia, era oscura y lúgubre, con las paredes de piedra basta y sin ventanas. Al terminar la cena hicimos todos el amor.

hermano66Me despertaron unos rayos de sol colándose por una rendija de la persiana. Alargué el brazo y noté que David no estaba a mi lado. Abrí los ojos poco a poco. Me di la vuelta y me desperecé. Me levanté, estaba completamente desnuda. Abrí la persiana. Estaba sola, y como mareada. El vestido de novia estaba allí preparado, en el fondo del vestidor. Sobre la mesilla habíamos dejado unas copas y una botella de Möet, un preservativo usado, unos Kleenex arrugados y David había escrito una nota que decía: “vuelvo enseguida...”. Tiré todo a la papelera del baño. Me miré en el espejo. Tenía unas tremendas ojeras. Me encontraba como aturdida. Abrí el bote de crema y me la esparcí por la cara dándome un masaje.

Miré el Iphone. Eran ya las once de la mañana. ¿Cómo había podido dormir tanto? Me dolía un poco la cabeza, como cuando mezclo Prozac y alcohol. Me puse la camiseta de hombreras de los Detroit Pistons, una braga culotte y salí de la habitación. No se oía ningún ruido. Era raro, ya era tarde y no quedaba mucho rato, teníamos que estar en el juzgado a las seis. Subí al piso de arriba, pero en la habitación de los niños no había ni rastro de Tarik ni de Hassan. Tampoco se escuchaba a la chica de servicio, que siempre daba el coñazo por las mañanas, pero no, no estaba. Subí al ático y me asomé a la terraza. El día era gris y plomizo. La urbanización respiraba la misma fría tranquilidad de siempre vista desde las alturas, una calma sólo rota por el leve rumor del motor de algún coche que entraba o salía de algún garaje. A lo lejos, sobre el cielo del centro de la ciudad, podía verse una especie de extraña espiral de humo ascendiendo al cielo entre el resto de la contaminación.

hermano8Bajé a la cocina. Mientras la máquinita de café me preparaba un capuccino miré a través de la cristalera del jardín de atrás. La hierba estaba toda mojada, el día era gélido, ese invierno estaba siendo uno de los más fríos que se recordaban en nuestra zona. Allí fuera estaba nuestro perro. Me miró con cara alegre y movió el rabo. Vino hacia la puerta con andares cansinos. Abrí y le acaricié. Nuestro precioso labrador cruzado con retriever, siempre con su cabecita tan suave y su cara lastimera. Un perro precioso, siempre compramos labradores porque son bonitos, serviciales y listísimos. Me empujó con la cabeza sobre las piernas para que le dejara pasar adentro, pero yo no quería. “No, Óscar, los perros tienen que vivir en el jardín, en la casa ensucian, los perritos en el Jardín, a tu caseta, cariño”, le dije mientras cerraba la puerta contra su cuerpo sin hacerle daño pero con firmeza. Se quedó allí inmóvil, mirándome a los ojos a través del cristal con carita de pena. Después se dio la vuelta y, cuando casi había llegado a su preciosa caseta, se agachó y comenzó defecar. Cuando terminó, se giró sobre sí mismo, olió la caca y empezó a lamerla. Me dio una arcada. Miré para otro lado.

Agarré el mando a distancia y encendí la tele de la cocina. Lo primero que escupió la pantalla fue el informativo de Telecinco. Imágenes caóticas y rótulos rimbombantes, imágenes en movimiento, acontecimientos importantísimos sin duda. Los presentadores parecían muy alterados, intentaban poner caras serias, las imágenes daban alguna noticia trágica y violenta. Subí el volumen.

hermano2“....el individuo, descrito por los testigos como un varón de metro setenta y cinco y de unos sesenta años, ha entrado en el vagón de metro y a continuación ha ido disparando a quemarropa a todos los que estaban haciendo algo con el móvil, ya fuera hablando, chateando o escuchando música con los cascos. Todo ha sido muy rápido y no han tenido tiempo de reaccionar. Les ha disparado en la cara con una escopeta de caza que ha sacado de una bolsa de raquetas de tenis. Sólo ha habido dos supervivientes en el vagón, curiosamente los únicos que no portaban móvil, los cuales han relatado con horror la escalofriante escena. A continuación, el asesino ha abandonado el suburbano a la carrera, ha sido grabado por varias cámaras de seguridad en su huída. Unos veinte minutos después, parece ser que el mismo individuo ha entrado en la cafetería Starbucks del centro que citamos en la anterior intervención en directo. Iba acompañado por dos niños, dos pequeños con aspecto de magrebíes. Ha pedido dos cafés con leche descafeinados y dos Donuts para ellos, los ha dejado sentados y se ha marchado. Un empleado ecuatoriano de la cafetería, en estado de shock, nos ha relatado todo lo sucedido bañado en lágrimas. Cuando el camarero ha salido del local a sacar un unas cajas con basura ha mirado para atrás y ha podido ver a lo lejos cómo los dos niños, que tomaban café al lado de la cristalera del escaparate, han hecho explosión llevándose por delante todo el local, que ha saltado hecho añicos. Todo apunta a que el asesino habría sacrificado a sus hijos mediante algún tipo de explosivo adherido al cuerpo. Se sospecha que el terrorista islámico pueda haber sido también responsable del asesinato del director de cine David Rodríguez, al que un desconocido esta mañana ha disparado en la cara con una escopeta de caza cuando éste se disponía a salir de su portal. Fuentes de la policía nacional han señalado que los cartuchos utilizados en el atentado del metro y en el asesinato del cineasta coinciden en el calibre de los perdigones y en la marca, “La Perdiz”, que son los utilizados habitualmente por los aficionados al tiro de pichón...”.

Estaba paralizada y horrorizada. Tenía ganas de vomitar, y de gritar, pero no podía articular palabra. Cogí el teléfono fijo de la cocina. En el primer intento de marcar se me cayó al suelo. Quise marcar el 091, pero me equivoqué con los nervios y le di al dos, 092.

- Policía municipal, dígame.
- Hola, tengo que darles un aviso urgente....
- Si hace el favor, señora, estamos ahora mismo en situación de alerta, si no es algo muy muy importante le agradecería que llamara más tarde, estamos en plena emergencia generalizada...
- Es muy urgente, POR FAVOR, precisamente es por eso.
- Dígame su nombre y apellidos completos, por favor...
- Conchi Fernández de Córdoba y Salgado.
- Y bien... ¿Qué sucede? Dígame.
- QUE SÉ QUIÉN ES EL AUTOR DE LOS ATENTADOS DE ESTA MAÑANA....
- Por favor...., no se ande con bromas ni con chorradas, señora, éso es algo muy serio, y ya hemos recibido unas cuantas llamadas absurdas como la suya, como comprenderá...
- LE DIGO QUE SÉ QUIÉN ES....
- Tranquilícese y no grite, por favor. ¿Se refiere a los atentados del centro?
- SÍ, CLARO, obviamente, joder....
- Deme nombre y apellidos del sospechoso, por favor.
- No, sospechoso no, es el asesino, estoy segura, David Fernández de Córdoba y Salgado, por favor hagan algo urgentemente porque...
- ¿Es su hermano?
- No, es mi marido... mi pareja, digamos.... POR FAVOR.....
- Tranquilícese, bufffff. ¿Cómo sabe que es él? ¿Su marido es terrorista islámico? ¿Cómo va a tener su marido sus mismos apellidos, señora?
- No es mi marido, nos casamos hoy.... ehrrr, bueno, es que...
- POR FAVOR. Lo que hay que oír. Señora, si esto es una broma sepa que puede tener consecuencias penales, tenemos localizada su llamada y no está el horno para bollos esta mañana...
- Por favor, hágame caso, agente, DESALOJEN IKEA URGENTEMENTE, den el aviso, QUE SALGA TODO EL MUNDO DE ALLÍ CORRIENDO!!!!!!!!!!   
- TRANQUILÍCESE, SEÑORA, está usted muy alterada y no dice cosas coherentes... está usted jugando con fuego, me estoy enfadando de verdad con usted y...

hermano4Un estruendo se escuchó a los lejos. Colgué el teléfono. Subí corriendo a la azotea. El humo procedente del centro de la ciudad había dejado de brotar pero ahora, mirando hacia la izquierda, se podía observar un hongo de hollín grisáceo ascendiendo hacia el cielo que subía por detrás de la colina, seguramente procedente de la zona del parque comercial. Pocos instantes después de la deflagración, la urbanización volvió a quedar en silencio, en total calma tras la breve tempestad. Sólo el sonido del motor de la patrulla de seguridad privada, cuando pasaron haciendo la ronda habitual, interrumpió el placentero silbido que producían las ramas de las palmeras azotadas por el viento del invierno. Después, la puerta del garaje de un chalet de la acera de enfrente comenzó a abrirse automáticamente como por obra de fantasmas. Por la esquina apareció un Audi A6 negro, que se introdujo en la casa y tras su paso se cerró también automáticamente la boca tragacoches. No había, como siempre, ni una persona caminando por la calle.

Todo estaba, y está, vacío. Silencio. Silencio. Silencio. Bajé a la cocina y me preparé otro café. Sonó el teléfono. Lo cogí. Hicimos el amor. Cuando me estaba corriendo sonaron disparos y después se hizo otra vez el silencio.

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