Mi amante

Escrito por Agata G. Bové el .

amante1

¿El marciano nace o se hace? Esa es la cuestión. La exposición, titulada “Atlas de la mujer africana”, constaba primero de una enorme sala cuyas paredes laterales estaban empapeladas de fotos de keniatas de las que hicimos durante nuestro safari con la ONG. Después, en la pared del fondo colocamos una especie de puerta, que diseñé con forma de vagina gigante, construida mediante capas de madera de teca teñidas, muy realista. A través de esa entrada, cerrada mediante opacos telones negros a modo de labios internos, se accedía a otra sala en la que coloqué mis enormes cuadros abstractos, mis entrañas, mis retazos existenciales, esos lienzos que resumen mi vida y mis ambiciones.

Estaba cabreada como una mona. Entré en los lavabos y abrí la puerta de uno de los wáteres de una patada. La puerta golpeó contra la pared estruendosamente. Me encerré dentro. Tenía ganas de vomitar acompañadas de retortijones de tripa. Me senté en la taza y casi sin esfuerzo evacué unos hilos marrones muy finos, como de terciopelo. Después del alivio, me levanté, di media vuelta y dirigí mi cabeza hacia el agujero para intentar sacar de mi estómago el sushi y los cuatro minisandwiches de pepino que contenía. Entre el sonido de mis arcadas escuché unos pasos. Alguien entró en los lavabos. Reconocí el olor de David casi al instante, ese Armani inconfundible incluso entre los aromas a pis, devuelto y caca de aquella impoluta cloaca.

- Cariño, ¿estás ahí dentro?
- …..sí.
- ¿Qué te pasa?
- ¿Hemos vendido algo más?
- No, pero no te desanimes... te dije que no tomaras tantos cócteles, Conchi..
- Me ayudan a vivir, David, estoy harta. Encima todo el mundo diciéndome que estoy muy guapa, y llega Román Castevet, Manuela se lo dice toda amable, que estoy guapísima y delgada, y él se queda callado aguantando la risa.
- No debería importarte la opinión de ese sujeto, cariño, es una marica mala, y vieja, se mete mucho en el papel, le gusta hacer daño... Estás perdida si te afecta lo que piensen los demás sobre tu físico, y más esa recua con la que te mueves habitualmente. Ay, cuando tengas unos años más te darás cuenta, yo sufrí mucho la crisis a los cuarenta, pero cuando atravesé la de los cincuenta me comenzó a resbalar todo.
- Es que el resto son unos falsos, y sabes que él es quien dicta sentencia sobre un artista, quien lo bautiza o lo mata. Y va y me dice que lo que más le ha gustado de toda la exposición es el realismo de la entrada de la vagina, con flujo y todo, y ahí ya no he aguantado más, porque el flujo era un devuelto que había echado allí Adrián Marcato, ese chapero trepa del departamento de Arte de la tercera parte del Siglo XX , que se ha bebido siete blush de vodka y no se ha podido aguantar a llegar al baño, ha soltado ahí todo el sashimi que contenía su estómago, el cerdo.
- Tira de la cadena, anda, huele un poco mal...anda, sal ya de ese cubículo o tendré que llamar a los GEOS.
- Eres tannnnnnnnnnnnnn, gracioso, DAvid.

amante7Salimos de la galería, ya era de noche. El chófer ucraniano nos esperaba. Atravesamos la ciudad despacio, sus sucias avenidas iluminadas por miles de millones de farolas. Cruzamos un tramo de la circunvalación, desierta a esas primeras horas de la madrugada del jueves, y rápidamente llegamos a la entrada de la urbanización. El guarda de la garita saludó con un guiño al chófer antes de levantar la barrera. Subimos a la zona alta por aquellas calles serpenteantes casi fantasmagóricas y cuando llegamos al chalet la puerta ya se había abierto automáticamente y engulló al Mercedes. Salimos del coche y subimos a nuestro dormitorio en el tercer piso. David se puso el pijama, se metió en la cama y abrió un libro gordo que tenía sobre la mesilla. Yo me desmaquillé en el baño, me desnudé completamente, y bajé a la piscina climatizada. Me lancé al agua de cabeza rompiendo la superficie sin apenas levantar salpicaduras. Dejé escapar un poco de pis y después conecté la máquina de nadar a contracorriente y me hice una serie de quinientos metros a croll a buen ritmo. Luego hice otros trescientos a braza, para relajar y para rematar otros doscientos de croll cerca de mi umbral máximo de pulsaciones. Salí del agua y noté que las nauseas habían desaparecido. Pero no me relajé. Subí al dormitorio de nuevo. David dormía, o se lo hacía, con la luz indirecta del cabecero encendida y un antifaz puesto.

- ¿Ya te has desfogado, cielo?
- Veo que no estás dormido.
- No, pero estoy muy cansado, amor.
- Sólo un cuadro... por lo menos hemos vendido uno, no como otras veces, pero no hay manera, ni con las menciones en la prensa, ni mandando invitaciones a media universidad, esa panda de esnobs,...
- …. no debería importarte el vender, ni el dinero...
- No es por el dinero...
- Ya lo sé.
- Por lo menos hemos vendido uno, ¿quién habrá pagado los ocho mil Euros? Lo bueno es que han comprado el que menos me gusta, me he deshecho de él.
- Ya...
- ¿Cómo que “YA”?
- …..
- David....
- Vale, cariño. Confieso que la culpa es mía. Lo puse yo como vendido, para llamar la atención a la clientela.
- No puedo más. NO PUEDO MÁS.
- Te lo digo siempre. No vas a sacar nada de ese círculo de gente, Conchi, por mucho que te esfuerces en agradarles y en triunfar a tu manera. Convéncete que los homosexuales no son mi más sensibles ni más inteligentes que el resto, ni desde luego mejores éticamente, un noventa y nueve por ciento de ellos son como el resto de los mortales, cariño, prescindibles, escoria, inmundicia, bichos malos que no ven más allá de su nariz y que van a lo suyo a sangre y fuego. Por cierto, el sábado he quedado con Manuel para despedirnos, y no volveré hasta el lunes por la tarde. No te cabrees.
- David, el miércoles nos vamos....
- Pero ya está todo empaquetado y enviado, no te preocupes, lo tengo todo atado y bien atado. Llama tú a Pelayo, para despedirte...
- No me apetece ver a esa bola de billar con piernas, es un baboso.
- ¿Estás molesta? Quedamos en que no te importaba...
- No me importa, pero es que pasas más tiempo explorando tu nuevo mundo que conmigo, David.
- Ay, no te pongas melodramática. Verás como allí nos va a ir estupendamente, cambiar de aires es lo mejor que nos podía pasar.

El miércoles nos levantamos temprano. Me puse algo cómodo y llené un pequeño trolling con mis cuatro cosas de valor sentimental. El chófer nos esperaba en la puerta y nos condujo hasta el aeropuerto. Hacía una mañana fresca, con algo de atasco. Embarcamos sorteando a las personas que hacían cola en la sala de espera, esa especie de chonera, mientras ellos nos miraban con no muy buena cara. El piloto encendió los motores y subimos al cielo. Me tomé un ron con limón servido por una amable azafata rubia para acompañar al Prozac, y rápidamente conseguí entrar en un sueño profundo del que me sacó David justo antes de aterrizar en Halle.

Salimos los primeros del avión. Tras las puertas de seguridad nos esperaba un chófer con un cartel en el que rezaban nuestros apellidos. Nos saludó servicial pero evidentemente falso, parloteaba un español sin “erres”. Arrancó el coche y comenzamos a atravesar autopistas bajo un cielo plomizo. No llegamos a entrar a Leipzig, nos desviamos hacia el este. .

- Verás lo bien que vamos a estar, cariño.
- ¿Y el alemán, qué?
- Si es bajito y se deja, cariño, jajaja. No te preocupes, ya te he dicho que vamos a instalarnos en la que llaman la zona de los españoles, dentro de esa parte de la urbanización no hay más que gente hispanoparlante que no controla el alemán, no hay por qué relacionarse con los cabeza de patata. Encajaremos perfectamente.  

Enseguida llegamos a la urba. Atravesamos dos barreras entre las que había una garita con dos tíos calvos con cara de perro dentro. Un laberinto de calles serpenteantes nos condujo hasta la puerta de un enorme chalet, los de alrededor también eran gigantescas construcciones modernas rodeadas de exuberante vegetación. Nos apeamos y el chófer se despidió. Abrimos la puerta y pudimos ver dos coches negros aparcados en la puerta del garaje.

- Vaya por Dios, les dije bien claro que no quería Audis, que sólo Mercedes, y mira, en toda la frente un A6. Qué desfachatez, y el otro es un BMW de los pequeños, esa mierda... me van a oír.
- David, no tiene importancia. Yo creo que ni lo voy a usar.
- Ya, pero las condiciones del nuevo contrato son las que son, si me pongo a transigir al final acabamos en una cochiquera.

amante9Entramos en la casa. Estaba decorada exactamente como la nuestra, los mismos muebles y electrodomésticos, incluso los mismos cuadros, los mismos sillones. Subimos a nuestro cuarto, abrí el armario y allí estaba la ropa, exactamente la que habíamos encargado que comprasen, los mismos zapatos, incluso en los cajones los mismos objetos prácticos, habían hecho realidad todos nuestros deseos y caprichos. Bajé a ver la piscina interior, y sí, allí estaba la máquina de nadar a contracorriente, una bici de spinning y diversos aparatos de musculación. Entré al pequeño water anexo a la piscina y hasta los azulejos eran iguales que en nuestra casa. Me senté satisfecha en la taza, me relajé, y conseguí hacer caca sin esfuerzo alguno. Al terminar estaba un poco mareada, me di la vuelta y vomité una pequeña cantidad de un líquido entre marrón y verde oscuro.

Pasé al salón de la planta baja, donde David descansaba tumbado en un sillón negro igual igual que el de nuestra casa mientras se tomaba un vaso con un líquido amarillento con burbujas.

- ¿Qué estás tomando, David? Quiero uno.
- Nada. Vamos a estar muy a gusto aquí, cariño. ¿Has visto el jardín? Te puedes perder en él. Y en la terracita cubierta se puede comer o cenar sin pasar frío alguno. Hace cinco bajo cero fuera, pero la temperatura aquí dentro he ordenado que sea de unos constantes veintiseis grados por el día y veintiuno por la noche.
- Y lo otro...
- Tranquila. Dentro de unos días estará todo montado. Han alquilado una antigua nave enorme en la Katharinstrase, una de las calles principales, y han prometido que montarían todo exactamente como en la otra exposición. Y aquí hay mucho dinero, cielo, seguro que encuentras compradores.
- Luego no irá nadie, nadie nos conoce...
- De eso también nos hemos encargado. Colgarán carteles por todo Leipzig, por Halle e incluso en Frankfurt y Berlín, tu exposición será un éxito. Y yo me encargaré personalmente de hacer un buzoneo por toda nuestra zona de la urbanización, para que venga toda la colonia española y sudamericana, y son todo gente de pasta, cariño....
- David, sé bueno y ponme una copa como la tuya, anda...
- No bebas.
- Pues hazme el amor...
- Estoy muy cansando del viaje, cariño.
- Házmelo como a ti te gusta si quieres, como tú prefieras, me es igual...
- De verdad, Conchi, no tienes bastante con nada. Lo siento, pero estoy fatigado.

Al día siguiente, David se incorporó al trabajo en nuestro nuevo país. Volvió muy contento por la noche, cuando yo ya estaba en la cama. El viernes se marchó a Praga, tenían que reestructurar personal y él era el hombre más adecuado para hacer rodar cabezas, siempre lo había sido. Regresó el sábado por la noche. El domingo descansamos casi todo el día en la piscina. El servicio que habían contratado era eficiente y silencioso, y los restaurantes nos servían una comida exquisita y variada. David se marchó el lunes a Berlín y luego tenía que pasar por Wroclaw y por Dresde. No volvió hasta el sábado siguiente por la tarde. El domingo descansamos de nuevo en la piscina. Salimos a desayunar a la terracita acristalada. Se podía ver el jardín contiguo, y nuestro vecino paseaba por él.

- Mira, ese es Jonás Aguirregomezcorta, el vecino, y ese es Óscar. Jonás es del consejo de administración de DHL, que tiene la sede central aquí. Me lo crucé al llegar ayer, en la puerta, le hablé de tu exposición, y me ha dicho que no faltará a la cita, y que se lo dirá a toda la gente que conoce de la zona.
- Llevamos un par de semanas aquí y apenas se ve a nadie por la urbanización, sólo coches que entran y salen de las casas.
- Pues como en casa...
- Sí, pero aquí hay un silencio aun mayor, debe ser por el frío. Sólo se escucha a lo lejos el rumor de la autopista.

amante6

Llegó el día de la exposición. Nos recogió un chófer que nos bajó a la ciudad. Entré a la sala. Estaba bastante llena. Unas camareras chinas con trajes ceñidos de licra paseaban en patines con cockteles que llevaban en bandejas de plata resplandecientes.

- David, no es muy adecuado lo de estas camareras, mi tema es la explotación de la mujer, choca un poco.
- Mira, no lo había pensado, pero a mi si me parece adecuado, mujeres explotadas marcando cuerpo en patines...
- Ya, pero la exposición es sobre la mujer africana...
- Bueno, un fallo lo tiene cualquiera, mañana llamo a la ETT y ponemos unas negras.

No entendía ni una palabra de lo que la gente hablaba, eran todo teutones altos y rubios con sus señoras de casi dos metros y aspecto de travestís. Allí no había españoles ni sudamericanos por ningún lado. Entonces vi aparecer a Jonás con Óscar por la puerta. David se acercó a Jonás y me hizo una seña para que me acercase.

- Cariño, Jonás y Óscar, viven en el chalet de al lado, ya te conté.
- Encantado, Conchi, a sus pies.
- Gracias por venir. Se agradece escuchar un poco de español, esta gente habla muy raro, y muy simpáticos tampoco parecen.
- Jajaja, son un poco cerrados de mollera, y a veces algo bruscos, viven en su propio planeta, pero son la locomotora de Europa, o eso se dice. Perdona, David, podrías conducirme al baño...
- Claro Jonás, ven por aquí.

David cogió a Jonás del brazo y al rato volvió sonriente.

- Muy majo este Jonás. Ha ido a empolvarse la nariz.
- David, lo que nos faltaba.
- Tranquila, ya sabes que yo no me meto de esas cosas. Oye, por cierto, el lunes me marcho a Minsk, hay problemas graves en la planta y es posible que la desmantelemos para enviarla a Bangladesh, los sindicatos bielorusos están incontrolables. No volveré hasta el viernes.
- David, estoy empezando a estresarme, esto se está convirtiendo otra vez en una cárcel.
- Conchi, ahora puedes bajar todos los días a la exposición si quieres y recibir al público.
- Sólo hablan alemán...
- Pues mañana te mando a un intérprete, ¿qué prefieres, hombre o mujer?

amante2David se marchó rumbo al este. No me apetecía mucho bajar a la ciudad. Desayunaba en la terracita. De vez en cuando veía a los vecinos pasear por su jardín. Pasaba las mañanas en la piscina interior nadando contracorriente y viendo la tele vía satélite. A mediodía pedía sushi, me tomaba tres o cuatro copas de vodka, y mezclado con el Prozac no tenía problemas para dormir la siesta, Luego nadaba otro poco y cenaba fruta, unos cóckteles y me dormía enseguida. Durante la mañana del jueves me puse un plumas y salí al jardín a hacer ejercicio. El silencio sólo se rompía por el sonido lejano de la autopista. Entonces escuché un ruido en el seto que nos separaba del chalet de al lado. Aparté los aligustres un poco, era Óscar. Jonás no estaba. Lo llamé. Me miró. Por un lateral atravesó el seto. Hice que me siguiera hasta la casa. Subimos la escalera. Me quité la ropa. Me puse a cuatro patas sobre la cama. Le hice los gestos pertinentes para que se subiese al colchón. Me penetró con fuerza agarrándose a mi cintura, rítmicamente, espasmódico. Me corrí y entonces él se vino dentro de mi con un gemido. Me puse el batín morado. Bajé por las escaleras para comprobar que no hubiese nadie del servicio merodeando. Llamé a Óscar, al que indiqué que saliera al jardín, y él sólo se introdujo por el mismo hueco por el que había entrado en nuestra casa para volver a la suya.

David llamó para decirme que no volvería hasta el sábado por la tarde. Cogí el Audi para bajar a la galería. Puse el GPS para no perderme. Eran las siete de la tarde. Las autopistas apenas tenían tráfico el viernes por la tarde, ni la circunvalación, y aquella preciosa ciudad tenía un aspecto fantasmagórico. Recorrí la Glosse Fleischer Strasse y la avenida Brühl, donde se situaban la mayoría de los restaurantes. Apenas había un alma. El termómetro marcaba nueve grados bajo cero fuera del coche. Aparqué en la puerta de la galería. Las puertas estaban cerradas a cal y canto. Regresé a casa. Paré en un Mcdonalds que había junto a la circunvalación. Estaban cerrando, pero puede pedir un macmenú para llevar. Me lo comí en el aparcamiento, dentro del coche. Cuando llegué al chalet entré al water y lo vomité, las patatas de plástico salían casi enteras de mi esófago. Luego me senté en la taza, hice pis y caca. Me desnudé completamente y bajé a la piscina interior. Enchufé la máquina de nadar a contracorriente. Hice quinientos metros a croll y cien a braza. Después me tomé un vodka con limón y media pastilla de Prozac y me metí en la cama.

Desperté a las doce del día siguiente. Me levanté. Me vestí. Desayuné un poco de sushi que había en la nevera. Salí al jardín, hacía un frío que pelaba. Escuché un ruido, era Óscar. David regresó por la tarde. Descansamos todo el domingo. Salimos a comer a un restaurante al centro donde David sabía que uno de los camareros era mexicano y podíamos entender algo. El lunes por la mañana David se levantó temprano y se marchó a Poznan, después iría a Gdansk, no volvería hasta el viernes. Estuve nadando y luego pedí a nuestra empleada filipina que hablaba español que me trajeran el sushi del restaurante, y fruta del Carrefour de la circunvalación. Al rato subí al comedor acristalado ella lo había servido todo colocado como si fuera un perfecto bodegón. Comí un poco. Luego nadé un rato a contracorriente hasta que me mareé y vomité.

amante4La semana transcurrió sin incidentes hasta el jueves. Todas las tardes salía al jardín a la misma hora y llamaba a Óscar, que me esperaba detrás del seto. El jueves lo busqué antes de comer. Comimos juntos, a él no le gustaba el pescado, así que pedí que le pusieran un chuletón de buey enorme poco hecho. Le encantó. Le dije a nuestra criada que podía tomarse un par de horas libres si quería, le di cien Euros como gratificación por su buena labor diaria. Ella se marchó dándome las gracias. Haciéndome reverencias. Subí con Óscar al dormitorio. Me desnudé, me puse a cuatro patas. Él me montó con más fuerza que nunca, culebreando incansable como una máquina, entonces yo me corrí y el eyaculó, pero algo raro noté. De repente el soltó un gemido al tratar de separarse de mi. No podía sacarla. Con todas mis fuerzas intenté que saliera su pene de mi vagina, pero no había manera, estaba como enganchado. Le daba culetazos, pero sólo provocaba dolor en ambos. Empecé a desesperarme, pasaban los minutos y no había forma de separarle de mi trasero. Me entraban sudores de pensar que la empleada podría volver y al escuchar gemir a Óscar entrase y nos pillara así. Vomité de puros nervios. Entonces abrí el primer cajón de la mesilla izquierda, la de David. Allí estaba, siempre la tenía allí. La cogí con mi mano derecha, la apunté por detrás de mi cuello sobre la cabeza de Óscar y apreté el gatillo. El balazo apartó el cuerpo de Óscar del mío en el acto, cayó al suelo. Me levanté aturdida, la sangre brotaba de su cabeza y estaba formando un charco. Me senté en la cama y lloré, pero no había tiempo que perder. Bajé a la cocina y saqué una bolsa de basura negra y grande de debajo del fregadero. Volví a la habitación. Con todas mis fuerzas moví el cuerpo sin vida de Óscar. Debía pesar unos treinta kilos, como una tele vieja. Lo metí en la bolsa y la cerré con un nudo fuerte. Soy pequeña, pero fuerte, así que me dije: “Conchi, hay que dar el todo por el todo”, y agarré en brazos el cuerpo embolsado, que estaba quedándose inerte, y lo bajé al garaje. Abrí el maletero del Audi y lo metí dentro. A continuación, cogí los utensilios de fregar de la filipina, subí al dormitorio y fregué a conciencia el charco de sangre. Hice la cama. Guardé la pistola. Esperé a que se hiciera de noche. La empleada aun no había vuelto. Salí de la urbanización a la autopista. Me desvié por una vía de servicio por la que no circulaba nadie y busqué un contenedor de basura. Cuando vi uno, paré el coche, abrí el maletero, saqué la bolsa, lancé el cuerpo dentro del contenedor y cerré la tapa.

Volví a casa a toda velocidad. Estaba con los nervios de punta. Bajé a la piscina y me hice unos cientos de metros. Luego pasé a la cocina y me comí unos trozos de sushi. Eran las diez de la noche y de la criada no había ni rastro. Me tomé tres blush de vodka, un Prozac entero y me metí en la cama.

David llamó para decir que no volvería hasta el sábado por la tarde. Hasta que no llegó, sobre las diez de la noche, apenas salí del dormitorio para nadar y poco más, casi ni comí. Pasamos el domingo descansando y viendo la tele. Me tranquilicé un poco. David me dijo que el lunes se iría a Kaunas, porque la producción había bajado mucho allí y tendrían que reducir por lo menos en doscientas personas la plantilla lituana. No volvería por lo menos hasta el jueves.

El miércoles me levanté tarde y me puse a desayunar algo de sushi en la terracita acristalada. De repente, vi salir a Jonás pasear por el jardín contiguo, y llevaba un nuevo acompañante. Bajé corriendo las escaleras y le llamé a través del seto. Nos dirigimos hasta el recodo por el que se podía cruzar, traspasé la vegetación y nos encontramos.

- Hola, Conchi, ¿qué tal estás?
- Pues muy bien, ¿cómo estás tú, Jonás?
- Te noto nerviosa....
- No, no pasa nada, un poco estresada...
- ¿Con la exposición, claro?
- Pues sí, es un mundo muy complicado el del arte...
- Pues yo estoy un poco fastidiado también.
- ¿Y eso?
- Pues que Óscar desapareció la semana pasada. No sé dónde ha podido ir. Llevábamos cuatro años juntos, era mi fiel compañero, mi dulce lazarillo, me ayudaba mucho. Y de repente no estaba en la casa, se había esfumado, estuve esperando que apareciera, pero nada, ha sido un duro golpe. Mira, te presento a mi nuevo compañero. También se llama Óscar, no he querido complicarme la existencia. Se parece mucho a él, sólo que parece ser que es negro, jaja.
- Una pena, Jonás, lo siento.
- Bueno, así es la vida. Ya he tenido unos cuantos compañeros, me he ido acostumbrando al cambio. En la Fundación son muy eficaces, en veinticuatro horas te envían uno nuevo. Sólo espero que al anterior no lo haya atropellado algún coche en la carretera, o esté vagabundeando por ahí hambriento. En fin.
- No te preocupes, trata de recordarlo con cariño, dicen que vives mientras alguien te recuerda.
- Ya... pero era tan...
- Ya.

amante11David sí que volvió aquel viernes por la tarde. Bajamos a la galería y resulta que vi que se había vendido un cuadro de mi exposición, el más caro, setenta y ocho mil Euros, un abstracto completamente negro de cuatro por tres metros con un mancha roja en el centro que me representaba a mi. David me miró con cara de cordero degollado.

- David...
- Sí, lo he comprado yo, cielo. He pensado que así atraeríamos clientes, dinero llama a dinero, cariño.
- Vete a la mierda, David....
- Esta semana me quedaré en casa. Por cierto, Manuel va a venir a la ciudad, se pasará a visitarnos el miércoles, prepararé una fiestecita en el centro para él, si quieres puedes venirte.
- No me gustan esas fiestas, David.....
- Te presentaré gente, cariño.
- No me va esa “gente”, David....
- Llama tú a Pelayo, invítale a pasar unos días.... Oye, por cierto, ¿qué has hecho con la pistola? Faltaba una bala....

Presentamos el montaje de mi exposición a la Bienal de Bremen y a la Muestra de Arte de la Mujer de Dresde. En Bremen conseguí una mención honorífica, sin dotación económica, y en Dresde el tercer accésit del apartado “Nuevas voces femeninas”, también sin dotación económica, pero que te aseguraba colgar un cuadro durante seis meses en su colección temporal itinerante. Cuando ese plazo de tiempo se iba a acabar y debíamos pasar a recoger el cuadro, me llamaron para decirme que se había vendido por el precio estipulado, setenta y cinco mil Euros. David me miró con cara de cordero degollado y se disculpó, como siempre. Subí al wáter. Hice caca, unos finos hilillos oscuros como chapapote, me limpié el ano con un kleenex, me di media vuelta y vomité una especie de masa blanca y verde. No apunté bien, cayó un poco fuera de la taza. Cuando terminé nadé quinientos metros a croll.


Imprimir