Esclavos con diferentes nombres

Escrito por Daniel Prieto el .

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Hasta la gata me miraba con desprecio. Y no era para menos. En el sofá con los calzoncillos bajados, meneándomela mientras veía el programa de Ama Rosa. Todo el mundo era feliz. El mundo era un lugar maravilloso y todos se llevaban genial e iban muy bien peinados. La presentadora hablaba de una campaña solidaria de nosequé para escolarizar a los niños de no sé dónde. Y yo miraba sus tetas y me masturbaba con desgana. Cuando terminé, apagué aquella basura.

En la oferta valoraban tu capacidad de “extraversión” y que fueras una persona “proactiva”. ¿Qué cojones era eso? Buscaban un analista/progamador ABAP experto en JAVA. ¿De qué mierda hablaban? Tenía 35 años, estaba en paro y no tenía ni zorra idea de cómo buscar trabajo. Era como si me hubiesen teleportado al futuro. A un futuro de retrasados mentales. También tenían en cuenta tu “tolerancia a la frustración”. Supongo que para poder putearte a gusto. Y que fueses una persona con mucha “agresividad comercial”. Menuda panda de gilipollas.

esclavo2Llevaba ya mucho tiempo así. Buscando chollo y rascándome los huevos. Vivía de mi mujer. María. Nos habíamos casado hacía un año, y yo ya llevaba dos sin currar. María. Mi princesa guaraní. Siempre rodeada de grasa y oliendo a fritanga. La mujer a la que amaba. Ojos oscuros rasgados que te traspasaban. Puro tesón. Mi amor, cocinera en un restaurante. A veces me imaginaba que me tocaba la lotería e iba a buscarla en una limusina; aparcaba delante del local, apoyaba mi bota con espuelas en el suelo, entraba en la cocina, la asía por la cintura y me la llevaba en brazos gritando: “¡No serás esclava nunca más!”

En mi fantasía ella se agarraba a mí y sonreía mientras íbamos hacia una vida mejor. En la realidad, no paraba de tocarme las pelotas con que tenía que encontrar algo ya. La misma cantinela todos los días. Siempre la misma mierda. No comprendía que no tenía fuerzas. No podía entender que prefería quedarme en casa a tener que soportar otra entrevista. Me hubiera gustado ver a Jesucristo en mi lugar. O a Groucho Marx. Era insoportable tener que repetir cada vez la misma historia, la misma mentira. Que tenía muchísimas ganas de trabajar, que me encantaba aquella puta mierda y que valoraba mucho las “posibilidades de crecimiento personal” y el trabajo en grupo. Otras veces era totalmente sincero, cuando me importaba una mierda el puesto.

Sin ocupación eres más anónimo todavía. Dejas de pertenecer al mundo conocido. Pierdes lo poco que eres. No formas parte de ningún colectivo y no puedes coger días de asuntos propios. Eres escoria. Porque no tienes dinero, ni dignidad. En invierno te quedas en casa viendo películas y cascándotela. Es la mejor estación para la gentuza como nosotros. Hace frío y por eso no molestamos mucho en la calle. Nos cubrimos con una manta y nos tiramos en el sofá. En esta época, lo mejor es asomarse a la ventana un lunes a las ocho de la mañana y deleitarse con las caras de los que van a cumplir con su deber. Es estupendo hacerlo mientras revuelves un café recién hecho. Y si enciendes un cigarro y pones a Little Richard, mejor.

esclavo4En primavera las chavalas empiezan a enseñar cacho y se está más a gusto fuera. Es un buen momento para tomar algo al aire libre y alegrarse la vista. Suele haber más puestos libres en las empresas porque se acerca el estío. Suelen ser trabajos de mierda. Eso sí, ofrecen “grandes posibilidades de promoción”. Los días se alargan y es fabuloso sentarse en un banco, leer algo decimonónico y autoengañarse pensando que todavía hay esperanza. Funciona, sobre todo si da el sol. Esos maravillosos y geniales hombres muertos. Los muertos nunca te van a defraudar. No van a decir gilipolleces en facebook ni a escribir sobre nuevas tendencias ni moda. Porque están muertos. Todas las personas a las que admiro están muertas.

En verano paseas entre las terrazas de gente muy ocupada que no para de reírse. Y tú no sabes qué coño es tan gracioso y los miras. Y ellos saben lo que estás pensando, te miran y jamás te dicen por qué están tan risueños. Saben algo que tú desconoces. Paseas por la playa mirando a las chavalas en bikini. Todas cobran su sueldo a fin de mes o estudian apasionantes carreras. Todas son jóvenes y guapas, todas tienen vidas interesantísimas. Y se sienten realizadísimas. Todas detectan tu desesperación a leguas. Por eso todas te desprecian. Algún cretino que conoces te invita a tomar algo por compasión, en su mesa de asalariado feliz. A cambio debes escuchar sus consejos, maravillarte con esos hombres que se creen hechos a sí mismos, con padres que pudieron pagar sus universidades o negocios.

Pero ahora es otoño. Temporada de suicidios y depresiones. Mi estación favorita. Las hojas cayendo y todo eso. Tonos marrones y barbitúricos. Viento y melancolía. Cuando haces recuento de todo lo que pudo haber sido y recuerdas cosas que creías olvidadas.

Estaba a punto de escuchar por tercera vez seguida toda la discografía de The Cramps. Me encontraba bien en casa. Tenía conexión a Internet y calefacción. Abrí una de esas latas de ensaladas en conserva. Venía ya con un pequeño tenedor pegado a la tapa. Fabuloso. El atún, las judías, la soja, el maíz, la zanahoria... todo sabía igual, a una especie de vinagre de plástico, a puta mierda. Echaba de menos el cocido, la carne asada, la caldeirada y la empanada de bonito. Las comidas de antes cada vez se hacían menos. Las abuelas se iban muriendo y las mujeres ahora no sabían ni preparar un huevo frito.

Todos me decían que tenía que conseguir trabajo como fuera. Pero ahora ya estaba seguro: no quería trabajar. Parecía ser la única persona en este país que no quería trabajar. Me sentía orgulloso. Nietzsche estaría orgulloso de mí, seguro que Dalí me aconsejaría gastarme el dinero de mi mujer en champán francés.

esclavo5¿Hacia dónde íbamos? Casi 80.000 personas se habían apuntado a un viaje solo de ida a Marte. Había ocho españoles en la lista. Me importaba una mierda, En realidad, casi todo me importaba una mierda. Panda de retrasados hijos de puta.

Éramos esclavos con diferentes nombres. Pero esclavos al fin. Era como si la mayoría de las personas no se hubiesen dado cuenta, o no les importase. Parecían muy contentos y ocupados. Pensé en poner uno de esos documentales malos de extraterrestres. Me relajaban. Al final me decidí por uno sobre los supuestos vínculos de Hitler con los marcianos. Aseguraba que los hombrecillos verdes le habían facilitado al Führer tecnología durante la Segunda Guerra Mundial. El Tercer Reich parecía un poco de coña visto así. ¿Qué pensarían de esta posibilidad los frikis expertos en aviación militar que se emocionaban viendo los desfiles nazis? Los vínculos del nazismo con el esoterismo y las sociedades secretas eran evidentes. Pero esto suponía ir mucho más allá. Aunque, claro, tratándose de un documental estadounidense uno podía esperar cualquier majadería. Lo importante para los yankis es entretener. Y lo consiguen.

A las doce menos cuarto salí a buscar a María, como cada día. La luna llena se reflejaba en el mar, las gaviotas volaban a ras de suelo perezosas, chillando. Eran las ratas del aire, el símbolo que aquel partido político de analfabetos. Me apoyé un rato en la barandilla mientras los tonos azulados y blanquecinos me hacían evocar cosas agradables. Yo era un hombre extraordinario y nadie parecía darse cuenta.

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