Baroña sideral

Escrito por Daniel Prieto el .

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Llevaba unos días sintiéndome extraño. Aquel escozor en el estómago que iba y venía. Tenía percepciones que no podía creer. Esa sensación de efervescencia cuando me iba a acostar. Me costaba dormir, más de lo habitual. Todo había comenzado una semana antes tras aquella noche estrellada en Baroña. Habíamos ido con unos amigos a pasar un par de noches en el verano de San Martiño, esa especie de época estival a mediados de noviembre. María y el niño se habían ido a dormir al cámping. La mujer de Mauro también se había marchado con las niñas. Nos habíamos quedado él y yo solos a los pies de aquel castro insondable. Esa construcción desconcertante que nos recuerda que ni siquiera tenemos ni puta idea de nuestro pasado más inmediato. Hablábamos como se habla cuando hay luna llena en un cielo estrellado sobre tu cabeza, al lado del mar que brama ennegrecido. Mauro fumaba sin parar mientras me contaba aquellas historias rocambolescas sobre los suevos, los aztecas y los egipcios. Era un tío estupendo, Mauro, siempre te contaba algo que no sabías. Un verdadero hombre del Renacimiento. Lo sabía todo y lo explicaba de una forma tan clarividente y didáctica que no entendías qué cojones hacía trabajando de teleoperador. Claro que después recordabas que Mariano Rajoy era el presidente del Gobierno. Y entonces vimos aquella luz allá en lo alto.



Hermerico. A Curota. Salchichón. Carles Puigdemont. La conjura de los necios. Cónclave. Eristoff. Alfa centauro. Coma. Francisco Pizarro. Cuenta conmigo. Mortadela. Morroclanscia. sideral2Sal. K-Bear. Clarispormia. Bratislava. Gremlins. Pan de broa. Panoplia. Nabucodonosor. Poliouryos. Calígula. Jamón serrano. Zen. Santiago. Oestrymnios. Orión. Prisciliano. La historia interminable. Olmecas. Porros. Gregorio Samsa. Retepornio. Noia. Alphabet Street. Riobao. Chorizo. Xalundes. Sepia. El arte de amar. Luna. Popol Vuh. Faliyu. JJaisl, Jahais. Pooi. Poprrrrllll…

Sentí un retortijón que me hizo doblarme sobre mí mismo con las manos sobre el vientre. Menos mal que estaba en casa. Me senté en el inodoro a toda prisa y empujé con fuerza. Salió una hez enorme que se desprendió de mi ano y cayó al agua del báter haciendo “plop”. Después sentí cómo algo más blando y que se movía caía sobre mi heces. Me levanté asustado y miré mi cagada.
Entonces
lo
comprendí

todo.

Aquel pequeño ser deforme me enseñó la luz, el camino. Todo aquel orden en todo aquel caos. La muerte. La vida. Las hojas cayendo en otoño. Los ojos de tu hijo. Las manos de tu abuelo. Los senos de tu amante, los besos de tu madre. La mierda. La belleza. Dios. Toda esa luz en aquel negror sideral3inmenso e insondable e
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Venía de un planeta tan lejano que no se podía explicar. Traía un mensaje de dicha. Gracia. Aquella criatura me habló en silencio y me lo contó todo, en un instante. Sin pronunciar un solo sonido me habló. Y lo supe todo. Odio. Amor. La flor en el asfalto. El albatros con las alas partidas. Tu primer recuerdo. Tu amigo Mariano. El cosmos. El rijo que todos llevamos a la espalda y que nos impide ver. Tu madre cantándote en la cuna. Pelotones de fusilamiento. Todo debía ser así. No podía ser de otro modo. Y no se podía explicar. Me enseñó la verdad y me hizo sabio en aquel momento eterno. Me dio un mensaje que debía transmitir a la humanidad. Yo era el elegido para llevar aquella maravilla inenarrable a los ojos de todos los hombres. Me enseñó cómo hacerlo en un instante. Suponía un gran honor y una gran responsabilidad. Pero me dio
tanta
tanta
tantísima
pereza
que entonces decidí tirar de la cadena. Y lo olvidé todo.


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