Gran blanco

Escrito por Daniel Prieto el .

blanco1

La mar
violenta
sacude mis heridas
abiertas
y el tiburón
me
huele
a
kilómetros
de
distancia.
Ya viene.

blanco99Vas a morir aunque no lo creas, aunque lleves esos tribales tatuados, aunque salgas a correr todas las mañanas, aunque leas a Ken Follet, aunque te creas tan guay. Vas a morir, pedazo de mierda, aunque hayas visto todas esas series por Netflix, aunque sigas esa dieta tan sana, aunque tengas ese cochazo aparcado en el garaje.

Un primo mío lleva su nombre tatuado en el brazo. Otro se mandó hacer una serpiente alrededor de una espada y al poco tiempo descubrió que ese era el símbolo de ETA. Dos tontos a las tres. Seis mil millones de tontos creyéndonos tan diferentes, siguiendo a pies juntillas las instrucciones que ellos han trazado.

Yo
me metería
en el agua gélida
para desafiar al Gran blanco.
Él me comería
con sus ojos negros
de
muñeca
inexpresiva
y
ese
instante
en
que
dudaría
supondría mi victoria.

blanco5El hombre con el puño en alto en Tiananmén, el rebelde desconocido, icono de la libertad, el héroe anónimo del siglo XX, el desafío al poder, la valentía, el sacrificio de la propia vida en pos del bien común. ¿Qué coño llevaría en esas bolsas?

No soporto toda esta mierda, respirar el mismo aire que respiran Jordi Cruz o María Patiño me revuelve las tripas. Veinteañeros con sus Iphones diciéndome cómo debo pensar, opositores a Correos, ancianos aferrados a sus respiradores en los hospitales, gentuza que ni saluda cuando entra en un bar. Y todos esos libros sobre rock llenos de mentiras.

Espero
en el negror azul
por mi muerte.
Las mandíbulas
que
impasibles
se cerrarán
comiéndose
mi carne
mis huesos
e
incluso
la caca
que lleve en mis intestinos
en ese momento.

blanco444La matanza de Columbine, un concierto de Taburete, Maxim Huerta con el ojete dilatado, Maxim Huerta escribiendo sus novelas, Maxim Huerta en el programa de Ana Rosa, Maxim Huerta Ministro de Cultura, Pedro Sánchez sodomizando a Maxim Huerta, Ana Rosa cagando sobre Pedro Sánchez.

Hombres y mujeres torturados hasta la muerte. Imbéciles creyéndose revolucionarios en sus ratos libres. Veganos. El remedio contra el cáncer. Alejandro Sanz en concierto. Las cartas que nunca fueron enviadas. Selvas arrasadas. Esclavos construyendo estadios de fútbol para el próximo mundial. Campañas para la concienciación de los derechos de las pulgas. Relatos censurados de Celine. Chavales asesinando a otros chavales en directo en Facebook. Trapecistas jubilados. Algernon Blackwood. Tienes sida. El cáncer contra el remedio. Sergi Arola en Telecinco. Gol de España.

Expuesto a todos los males
en el azul,
en la inmensidad,
y el Gran Blanco
acercándose
un poco
más.



Tengo miedo sensato de mi banco, del vecino loco de al lado, de todo este esfuerzo en vano, de los días que pasan iguales, de ver cómo os quedáis sentados callándolo todo, de los himnos, de los ojos tan abiertos de las ovejas, de los partidos de fútbol, del Gobierno. Cada vez que mi hijo sonríe ilusionado, inconsciente, y me mirablanco7, siento un terror y una pena indescriptibles. ¿Qué puedo darle? Heredará mi pobreza. Y poco más.

Todos esos políticos que no han trabajado en su vida dando lecciones de derechos laborales ¿Qué pensarán los anticapitalistas de Podemos de mi jornada laboral de doce horas?

Esas noches en que no puedes dormir y acabas en un pub y entonces, de repente, suena Sitting in the dock on the bay y todo parece ir bien. Otis Redding, la voz de Dios. Y toda esa tristeza contenida en esos cientos de botellas. Vodka con naranja, me da igual la marca. Y sombras que se mueven y recuerdo a mi abuelo: Fructuoso Prieto Carro. Siempre me impresiona cuando mi padre cuenta cómo le pegaba, metódicamente, una vez al mes. Bastaba una mirada suya para que mi padre se cuadrara. "Eran outros tempos”, dice siempre al final de recordar estas cosas.

Piel que corta al tocarla,
cartílagos en vez de huesos
y esa
membraba
que
proteje
sus ojos
del infierno
mientras embiste y da uno de esos gigantescos bocados.
Quiere comerme,
me ha olido,
ya llega.
Lo espero
flotando,
impotente,
esperando
mi
desaparición.

blanco3María dice que tengo depresión. Cómo sabrá ella que llevo dos meses llorando mientras me ducho, sin saber muy bien el motivo. Es un llanto sordo que nace desde las entrañas de más abajo y desaparece en los ojos y la boca entreabiertos. Como el gemido de un demente, largo e insoportable.

Puede que Bo Diddley esté muerto, vale, pero esta noche vive en mí. En esta habitación suena a las cinco de la madrugada Elephant Man, la música que lo anticipó todo, la mezcla perfecta. El legado de Little Richard quedó a buen recaudo. La música del mundo futuro. Amén. Vale la pena vivir solo por escuchar esta canción. Qué es estar vivo sino regocijarse cada día en la vida.

Insondable
como
el
canto
del Gran Blanco
intuyo
su llegada.



Martín arrastra sus patitos de madera. El que va en cabeza es más grande que los tres que lo siguen, los tres pequeños hijitos. Le encantan estos juegos primitivos artesanales. Jugar al fútbol e ir en bici no van mucho con él. Está claro que se parece a mí. Mi pequeño. Mi ilusión. La esperanza de un mundo mejor. Una señora pija de pelo corto le pregunta: “¿Quién lleva de paseo a los patitos?”. “Papá pato”, contestas. “¿Cómo? ¡Mira qué machista nos salió el niño! ¿Y mamá pato?" Replica la señora. Entonces ocurre uno de esos momentos que nunca podre olvidar mientras viva. Miras a esa estúpida y contestas con espontaneidad, como si no pudiera ser de otra forma: “Mamá pato está muerta”.

Y estaban preocupados por la cosificación de la mujer en aquel anuncio de la fiesta de estripers de Toledo. La cosificación del universo sin embargo no les preocupaba mucho, ni la cosificación del alma, ni la cosificación de la poesía, ni la cosificación de los coños y las pollas, blanco6ni la cosificación del ser humano, ni la cosificación de la filosofía, ni la sosificación de Dios, ni la cosificación de la literatura, ni la cosificación de los negros que venden cedés, ni la sosificación de los barrenderos, ni la cosificación de los berberechos.

“Estoy triste porque nadie comprende que soy un tigre”, me cuentas preocupado. Yo sí te comprendo, yo sé que en realidad eres un niño tigre. Eres un depredador que acecha a su víctima desde el muro de la fantasía y la imaginación. Ojalá fuera así por mucho tiempo. No voy a mandarte a ninguno de esos campamentos de verano para niños repipis, quiero que veamos juntos el canal Disney en mi cama por las mañanas y que comamos regalices por la noche sin que se entere tu madre. Quiero aprovechar cada minuto de mi vida contigo, hijo mío.

El Gran Blanco
nunca llega
cuando se le espera.
Y me dejo
morir
no en paz
flotando
a la gélida deriva.

Escucho al Rey en mi coche mientras conduzco al trabajo. Sin futuro, sin dinero, a punto de cumplir los cuarenta pero con esperanza. Nos pueden quitar muchas cosas, pero nunca el rock and roll. Te tengo de mi lado, cariño, qué más puedo pedir. Todavía puedo sentirlo.


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