Un encuentro provechoso (III)

Escrito por Ana Spuch el .

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Se apeó de la motocicleta frente a una verja modernista que imitaba las costillas de un dragón. A lo lejos se vislumbraba la silueta de un hanok (1) de principios del siglo XX. Su misión, asesinar a su dueño. Tras analizar los posibles obstáculos que le separaban de la entrada de la casa, Sung Hyun Su escondió la moto tras un oasis de maleza que sobrevivía al estilo milimétrico que rodeaba la mansión y recorrió el perímetro en busca de un punto débil que de manera instintiva le indicaba su cerebro. Efectivamente, en el lado oeste del muro que rodeaba la finca un árbol le permitiría acceder al interior. Cómo podía saber aquello, le sorprendió, pero no tenía tiempo para analizarlo así que se centró en salvar el muro. Sin embargo, las ramas más bajas estaban a unos tres metros de altura. ¿Cómo alcanzarlas? A pesar de saber que era imposible, probó suerte. Saltó con todas sus fuerzas y salió propulsada hacia arriba golpeándose con las ramas y cayendo de espaldas. No sabía si la conmoción se debía más al golpe contra el suelo o a la impresión de aquel salto inesperado. ¿Cómo podía saltar tan alto? La cara le escocía. Se llevó la mano a la cara y se limpió la sangre que le chorreaba de la mejilla y la frente. No tenía tiempo para limpiarse.  Las indicaciones que emitía su mente le urgían a cometer el asesinato antes del amanecer.

Con un salto más prudente logró asirse a las ramas y sortear el muro.  Con una carrera ágil y sigilosa se acercó a la casona. Le sorprendió que no hubiera perros guardianes, pero pronto comprendió la razón. Alrededor de la casa se distinguían unos débiles haces de luz que atravesaban en todas direcciones el contorno de la casa. El tiempo apremiaba, no tenía tiempo de buscar y desactivar el mecanismo. Una confianza que surgía de su interior le apremió a atravesar el entramado luminoso y, con una agilidad pasmosa propia de un sulsa (2), sorteó el sistema de seguridad sin que se activara la señal de alarma.  Miró hacia atrás intentado asimilar la proeza. ¿Pero qué demonios? Debía continuar. provechoso34El acceso a la casa no opuso mayor resistencia. De igual modo que había logrado saltar el muro y burlar la alarma, consiguió abrir una puerta lateral e introducirse sigilosamente en el interior. Se dirigió con la seguridad propia de alguien que conocía la casa hacia una puerta ornamentada y pintada de rojo, introdujo la primera combinación de números que llegó a su mente y entró en la estancia, donde dormía plácidamente una silueta. Los primeros rayos de sol comenzaban a iluminar la estancia y ella reconoció al hombre que descansaba en la cama. No podía ser. No podía matarle a él. De entre todas las personas que habitaban el país, ¿por qué a él? El impulso de concluir la tarea era fuerte, y sus manos sin obedecer a su conciencia remataron el plan, inyectando un líquido transparente tras la oreja del hombre. Sung Hyun Su dio media vuelta y huyó, mientras sus ojos se empañaban y su pecho quería dejar de respirar.

En el exterior todo continuaba en calma. Las aves más madrugadoras rompían el silencio con los primeros píos, las gotas de rocío inundaban con frescor el ambiente, la luz rosácea del amanecer iluminaba la tranquilidad del lugar como cualquier otra mañana. ¿Cómo podía respirarse tal paz cuando lo que había hecho cambiaría el rumbo de la historia? Aun embargada por la incredulidad, recuperó la motocicleta y se perdió en la autopista rumbo al sol.

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provechoso32La bella modelo se estiró y disfrutó del placer de deslizarse por las frescas sábanas de seda. Lo había logrado. Había cazado al soltero de oro por excelencia y sus amigas se morirían de envidia. ¡Ja, que las corroyera por dentro! Ella se lo merecía todo. Tantos años muriéndose de hambre, esculpiendo su cuerpo a base de aburrido ejercicio y operaciones absurdas, haciendo más favores sexuales de los que admitía recordar. Pero el sacrificio iba a dar sus frutos y ahora podría dedicarse a vivir como siempre quiso, disfrutando de una vida opulenta, siendo el centro de las miradas, junto a un hombre perfecto. Dio la vuelta y se abrazó a su marido, se apretó contra él y le susurró un buenos días, pero éste no respondió. Su cuerpo estaba rígido y frío como un maniquí. Elsa se incorporó y le zarandeó  sin obtener respuesta.

- ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! – se llevó las manos a los labios. No podía ser cierto lo que estaba ocurriendo- ¡Oh Dios mío, Dios mío! – una mezcla de grito y sollozo se escuchó por toda la mansión.

Segundos después la puerta roja se abría y entraba el personal de seguridad, uno de ellos se llevó la mano al oído y sonó un chasquido.

- Avisen a la policía. El doctor Choi está muerto.


(1) Casa tradicional coreana
(2) Élite de guerreros coreanos

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