Los pendientes (II)

Escrito por Carolina del Norte el .

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Antes de empezar, observa el huerto en la distancia y se acerca con las ideas claras de cómo acometer la tarea. Se trasladaron a la casa del campo porque Natalia es una apasionada de la siembra –y se le da bien–, de la jardinería y de cualquier tipo de árbol, plantas y flores. Juan es veterinario, además de ocuparse de sus propios animales, ejerce en los alrededores. Por la zona no hay gente joven, como ellos, viven todos en la ciudad. Pero de vez en cuando los amigos vienen a visitarlos, sobre todo en verano, porque tienen una casa espectacular, aún no han reformado pendientes22la piscina, en cuanto esté lista, no se los van a quitar de encima. Lo que cultivan se ha ido haciendo cada vez más famoso gracias al boca a boca, y eso que al principio el plan parecía una locura. Estáis locos, les decían, iros a vivir al campo, cultivar, madrugar, frío, lluvia, granizo… Ellos van a la ciudad algún fin de semana, salen a cenar y a tomar algo.

Del trabajo en la huerta disfruta incluso cuando empieza a sudar y se tiene que ir quitando ropa. Antes de tener a Anabel, se ponía a cavar y a sembrar ese mismo huerto y al acalorarse se iba quitando prendas para que Juan la viera al entrar y salir del establo. El jersey, la camiseta, el pantalón. La primera vez Juan se detuvo al verla en bragas y sujetador.

–Joder, cada vez llevas menos ropa.

Natalia se desabrochó el sujetador, Juan ya se había acercado lo suficiente y se había arrodillado para bajarle las bragas.

Hace tiempo que no lo hace. Él está dentro del establo ahora, Natalia levanta la vista y ve a Gloria en la ventana apoyada en el bastón. La está mirando y Natalia le sostiene la mirada. La presencia de Gloria, arriba, le calienta la sangre, mira al establo, se seca el sudor y suelta el azadón, dispuesta a entrar. La vieja no ha conseguido más que insuflarle ganas.

 

Gloria no le quita ojo de encima a Natalia, siempre que Natalia no se da cuenta la mira y remira para cogerle más asco. Esta vez Natalia se ha percatado y Gloria no ha bajado la vista hasta que la muy guarra se ha metido en el establo. Mejor no pensarlo. Se gira ayudada del bastón y se sienta en su tocador. Abre un joyero de que sale Para Elisa, de Beethoven, mira dentro y hay pendientes, collares, pulseras. Tiene fotos de Anabel por todas partes en la habitación y dentro del joyero una de ellas dos juntas, que besa. Viste de negro porque es viuda, motivo por el que se trasladó a vivir aquí, con su único hijo y Anabel. Lleva todo tipo de abalorios, las joyas han sido siempre su debilidad. Se cambia de pendientes ante el espejo, se pone en pie y se dirige con el bastón a la cama, donde se tumba con los ojos abiertos mirando un punto muerto en el techo mientras bisbisea palabras ininteligibles. Así permanece hasta la hora en la que llega Anabel del colegio, entonces se levanta y se acerca a la ventana para ver llegar a la niña.

Qué indescriptible tranquilidad. Juan ayuda a Anabel a hacer los deberes porque Natalia ha ido al pueblo. Gloria se ha sentado en la butaca de la cocina y se mece plácidamente, sumergida en la contemplación de Anabel y Juan. Ronronea como un gato.

pendientes23Cuando Natalia llega Juan ya ha hecho la cena. Ella aún no sabe la velada tan dulce que le espera. No ve Gloria por allí…

–Mi madre ya ha cenado porque se desmayaba de hambre y de sueño, se ha ido a acostar.

Le invade una tremenda alegría al estar sentados los tres en la mesa, Juan ha preparado unas empanadillas con atún, a la madre y a la hija les encantan. Hablan del día, Anabel atiende a la conversación por si sale Tico, tiene obsesión por el caballo.

En cuanto cena, a la niña le entra sueño y quiere irse a la cama. Le gusta leer antes de dormirse. Tiene decenas de cuentos, que lee sin parar. Juan se ofrece a recoger la mesa y Natalia acompaña a Anabel a su habitación, al pasar por la puerta de Gloria ve que no sale luz por debajo de la puerta. La habitación de Anabel tiene una hermosa cama con dosel, y está llena de muñecos y dibujos. La niña se pone el pijama y se mete en la cama, tiene un libro en la mesilla de noche. No quiere que Natalia se lo lea, quiere leerlo sola y a Natalia, en el fondo, le da rabia esa independencia de Anabel, que ya quiera que le lea, que no la necesite, aunque sea lo lógico.

Baja y los se quedan un rato más charlando, esa noche no les apetece ver una película, pero sí leer juntos un rato en el sofá, hasta que les entra sueño y se van a la cama.

 

–¡Natalia! ¡Natalia! –vocifera Gloria en mitad de la noche.

Natalia se levanta como un resorte y anda apresurada a la habitación de la anciana, a ver qué quiere. Hay luz por debajo de la puerta y cuando la abre Gloria sigue llamándola a gritos y golpea el suelo con el bastón.

–¿Pero qué pasa? ¿Por qué grita?
–Me meo.

pendientes24Gloria señala con el bastón debajo de la cama. Natalia se agacha y saca un orinal, que coloca en el centro de la habitación. Coge a Gloria del brazo para que se levante y la acompaña hasta el orinal. La ayuda a sujetarse el camisón y a agacharse. Gloria mea y se escucha el pis caer en el orinal. Mientras Gloria mea Natalia contiene la respiración y observa la habitación. Es muy austera, está casi desnuda, no tiene más que una cama, el armario y el tocador, que resulta un tanto extraño, extravagante, en un espacio tan desamueblado. Gloria se apoya con una mano de un brazo de Natalia y con la otra del bastón.

–Ya está. Ayúdame a levantarme. No puedo quedarme agachada más tiempo.

Natalia la ayuda y Gloria, al estar de pie, le señala la cama con el bastón, espera a que Gloria se meta en la cama. No le ha dirigido la mirada ni una vez. Cuando va a salir de la habitación, la vieja le dice:

–Vacía en orinal.

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