¡Feliz navidad niños!

Escrito por Derh Zetto el .

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Navidad que se corta como la leche. Se corta con sangre derramada.

Papa Noel entra por la ventana de una preciosa casa, adornada con miles de luces y muñequitos. Es un buen barrio de Madrid. Los colores pelean con las sombras para ocupar más espacio que ellas. Se resisten a dejarse engullir por la oscuridad pero es demasiado tarde, la oscuridad ya ha entrado en forma de hombre vestido con un harapiento disfraz de Santa Claus. Apesta a sudor y a mierda seca. Su aliento rivaliza con su aspecto. Es enorme y con cierto sobrepeso. Tiene una larga barba gris llena de restos de vómito y otras cosas vivas. Debería ser blanca, su barba, debería serlo. También porta un saco rojo adornado con bolitas que eran blancas. navidad2Es un saco lleno de trozos de hierro, aproximadamente cuatro quilos de pequeños trozos metálicos brillantes a la luz de las guirnaldas navideñas. Con filos vivos, vivos como los colores de la navidad. Cortantes y punzantes para liberar el color de la navidad.

Santa no tiene una razón para entrar en esa casa. Podría haberlo hecho en la contigua, o en la tuya. Pero ha entrado en esa casa. Aquí vive Manuel que es un buen abogado. Muy trabajador y orgulloso de llevar un buen sueldo a su amada casa. Manuela es su mujer y todos sus amigos les dicen Manuel y Manuela, "ahí vienen  manuel y manuela". Siempre que hablan de ellos dicen ambos nombres seguidos, es una broma de amigos. Manuela es una buena madre. Adicta a los productos de adelgazamiento y religiosa, lo justito. Y muy de Manolete, como su abuelo, que siempre la llevaba a los toros. Es una buena casa de carácter español y sus hijos heredarán el gusto por lo bueno y el odio al transporte público. También heredarán un trauma como el pequeño Carlo en Profondo Rosso.

Santa entra con sigilo a la habitación de Manuel y Manuela. Los mira largo rato, él tiene su brazo izquierdo sobre los hombros de ella. Roncan al unísono. Dos pequeñas cabecitas sonríen desde una alejada puerta a través de una rendija al ver al hombre de rojo en su casa. Susurran palabras y risitas. No se acercan ni salen de la habitación, no quieren quedarse sin regalos. Santa los ve y les guiña un ojo mientras coloca sobre sus cortados labios el dedo índice de la mano derecha. Se adentra en la cálida estancia y con un rápido giro de muñeca navidad4eleva el mágico saco que tintinea alegremente mezclando decenas de notas. Despliega entoces un severo golpe sobre la cabeza de Manuel. Eleva y golpea, eleva y golpea, una y otra vez. Y sigue el sonajero con su ritmo metálico mientras los picos y filos perforan la cara y el cráneo del abogado. Afortunado abogado que no pudo ver ni sentir su última navidad. Su pobre mujer, Manuela, petrificada como una bayeta de cocina reseca, chilla y chilla. A Santa le recuerda un cochinillo y ríe descontroladamente. Ríe tanto que le cuesta volver a elevar el saco. Cuando Manuela deja de chillar Papa Noel deja de reír. Vacía su saco sobre la cama como quien hace nevar mágicamente brillantes plaquitas de colores metálicos. Magia dice, mientras abre sus ojos con sorpresa. Luego la agarra con ambas manos de la cabellera y la arrastra por todo el pasillo hasta la habitación de los pequeños. Allí Santa asoma la cabeza entre el marco y la puerta. Mostrando una gran sonrisa grita un sincero Feliz Navidad niños. Luego es la cabeza de la mujer la que aparece entre la puerta y el marco. Y ahí se mantiene mientras Santa le pide que repita sus palabra. Manuela no puede dejar de llorar pero Santa insiste repetidamente hasta que entre sollozos y lágrimas repite la mágica frase. Después, usando la puerta a modo de martillo, una veintena de golpes sacuden el cráneo de la mujer hasta que finalmente la forma redondeada de la cabeza de Manuela se transforma en un óvalo y su cadáver cae sobre charcos de distintos líquidos corporales.

Recordad pequeños que la magia de la navidad inundará cada año vuestros corazones. Con esta manida frase de telefilme de Antena Tres Santa Claus AKA Papa Noel se despidió de los pequeños dejando un regalo tan profundo que no se paga con dinero.

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