Bienvenido a casa

Escrito por Lorens Gil el .

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La persiana de la habitación quedó entreabierta la noche anterior, como siempre. Adormilada, comenzaba a percibir el amanecer que se colaba por los agujeros de las lamas. Normalmente a estas horas ya estoy desayunando, pero los fines de semana me gusta remolonear. ¡Algún día la arreglaré! -me dije mientras me daba la vuelta hacia el otro lado de la cama y me retorcía la almohada sobre los ojos para evitar la claridad-.

Ese era el último instante que podía recordar conscientemente, hace apenas un segundo -pensé mientras me limpiaba las babas que todavía me colgaban de la boca-. Vísceras, eso es lo que acababa de echar. Entrañas del alma, lastre de una noche de excesos que nunca debió ocurrir.

bienvenido2Siento una arcada profunda que me comprime el estómago y me hace estremecer cuando se va. En seguida viene otra. Tengo que hacer tal fuerza para contenerlas, que siento cómo me caen las lágrimas por los párpados. No es llanto voluntario, aunque bien podría serlo.

Necesito ducharme. Con agua bien fría para recuperar la consciencia. O mejor con agua bien caliente, para que me salgan llagas por todo el cuerpo, me arranque la piel de una vez y me limpie, me despelleje como a los pollos y me libere de esta suciedad que me rodea.

Oigo voces. Por todas partes. Presencias extrañas que se cuelan en mi mente y me hacen delirar. Cuanto más alto las escucho, más arcadas me entran. Mantengo la respiración, intento contenerme y contenerlas, pero chillan cada vez más fuerte. Esos sonidos agudos y estridentes me hacen sacar las uñas y agarrarme cada vez más fuerte.  Por fin, silencio.

Yo no quería llegar a esta situación. Me dejé llevar. Ni siquiera sé muy bien cómo he llegado a esta situación. O quizás sí. Por qué no. Realmente, qué es lo que tengo que perder.

Al principio comenzó, como siempre, con un juego. Hacía mucho tiempo que no sentía ese picorcillo de curiosidad. A fin de cuentas, la vida rural no es tan excitante como la de la ciudad. Luego pasó a ser interés.

Siento que la vida pasa rápido, más de lo que puedo darme cuenta cuando estoy inmersa en la rutina del día a día. Todavía recuerdo como si fuera ayer las salidas de marcha con mis amigas. A estas alturas de la vida, todas ellas están casadas y con hijos.

bienvenido4Soy tía. Alicia, mi hermanita pequeña ha dado vida a una criatura hace unos meses. Víctor es encantador. Todavía es muy pequeño pero tiene algo especial. Cuando sonríe le salen unos hoyuelos en los cachetes que lo hacen adorable. ¡Quién diría que ella iba a ser madre antes que yo, si siempre ha sido el juguete de la casa!

La entrada en los 40 no me ha sentado nada bien. Trabajo como administrativa en un colegio desde hace ya más de 10 años. Demasiados si miro mi vida en retrospectiva. Este puesto me hizo desplazarme a una pequeña localidad rural de forma indefinida en la que nunca me he terminado de sentir a gusto y de la que no puedo solicitar traslado manteniendo mi categoría profesional. Sigo esperando a mi príncipe azul, pero cada día tengo más claro que en este minúsculo lugar no lo voy a encontrar.

Alicia no trabaja. No lo necesita. Conoció a su marido hace mucho tiempo, en el colegio privado en el que estudiábamos. Yo rechacé a todos los chicos en esa época. Tenía la cabeza llena de grillos y sueños fantásticos. ¡En que estaría yo pensando! Y ahora, ¿qué es lo que me queda? Algún pobre diablo divorciado de segunda mano con un par de retoños o un agricultor tosco.

Hace un par de semanas regresé a mi ciudad natal para ver a Víctor. Teníamos una reunión familiar que se prolongó más de lo que cabía esperar. Acabé de marcha con mis primos y me encontré con Andrés, un antiguo ligue, en un bar. ¿Coincidencia? ¿Destino? Tan sólo el tiempo lo dirá. Acabamos en su casa, fue un fin de semana perfecto. Volví a recordar esos paseos por la orilla del río, abrazos furtivos, deseos contenidos.

Me encuentro postrada y encajada a los pies del retrete y los tendones de los antebrazos en máxima tensión, dando gracias de haber llegado hasta aquí justo a tiempo. Cuando sientes ganas de vomitar, todos los instintos se desatan para llegar a tiempo. ¿Esto es lo que llaman náuseas de embarazo? Técnicamente, es posible y probable. ¿Es esto lo que quiero realmente? ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a salir adelante? ¿Tengo alguna forma de volver a contactar con Andrés? ¿Quiero volver a verle? ¿Qué le voy a decir a mi familia?

Me encuentro débil, incapaz de pensar en el futuro. Ésta no es la situación ideal que había imaginado, pero es mi vida. Si hay chicas jóvenes capaces de criar a sus hijos, ¿qué es lo que me impide poder hacerlo a mí? Realmente lo tengo claro. Creo que lo tenía decidido antes de que ocurriera. Le voy a dar un primo a Víctor para que juegue con él.

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