Reflejo en el tren

Escrito por Lorens Gil el .

reflejo1

No acostumbro a entrar a lugares vacíos. Me siento cómodo en mi soledad colectiva, universal y generalizada, indiferente e inadvertida.
Asiento 25, compartimento 2, vagón 1. En este caso he optado por la intimidad. Los viajes traen consigo un tintineo constante, una serenidad ruidosa. Tan sólo tengo la  oportunidad de elegirlo de forma ocasional. El tren siempre tiene un tinte melancólico en mi vida.

Hace un rato que ha pasado el revisor. Internamente tenía la esperanza de que me tocara viajar solo en el vagón pero, sin embargo, en el último momento llegó un chico muy apresurado, que trajo como compañero un ente que mi nariz no dejó de percibir durante todo el viaje.

Comienza a anochecer a medida que salimos de la ciudad. Cuando parecía que ya me había acostumbrado, el nuevo compañero de viaje se quita las zapatillas y se sienta en posición de descanso. Su olor corporal se envalentona.

reflejo2Rostro calmado, mirada sencilla. De complexión ligeramente regordeta, gorra rapera,  con barba morena y larga. Una vida más. En un primer golpe de vista no destaca por feo ni guapo,  listo ni tonto, bueno ni malo. Incluso se me había pasado por la cabeza que también fuera un turista español que estuviera de ruta hacia el Atlas, en razón de la mochila que traía, pero pronto se puso a hablar por teléfono en el idioma de Al-Allah.

La iluminación de las vías en las estaciones de paso no deja ver mucho más sobre el horizonte. De repente comienza a rebuscar entre sus cosas desperdigadas sobre la mochila para sacar un Mac sin funda, una bolsa de frutos secos y un móvil unido a otro aparato que parecía ser una batería externa.

¿Qué es lo que hace que una persona se convierta en peligrosa?

Según pasa el tiempo me voy forjando en el oficio de mentira sutil, de la explicación condicionada y el juicio subjetivo. A medida que aparecen pruebas convincentes se desata un proceso interno opuesto para la desestimación de las mismas, que lleva consigo una desesperación por llegar a una mínima conclusión.

A primera vista no lo catalogaría de peligroso puesto que es una persona más en su entorno habitual, pero no estoy seguro de sí tendría el mismo juicio viviendo la misma situación en un país cristianizado.

¿Cuánto tiempo necesitas pasar con una persona para conocerla realmente?

Teniendo en cuenta este preciso momento, un minuto podría ser indiferente y descartado, inexistente. Y sin embargo, en cualquier momento podría decirle que quitara el aire acondicionado, o podría compartir los frutos secos conmigo, o podría pasar cualquier cosa sin importancia que diera pie a una conversación trascendental cuyo recuerdo pasaría a ser atemporal, eterno.

¡Cuántas conversaciones mantenidas con desconocidos me vienen a la mente! Por extraño que parezca, el hombre por naturaleza es sociable, pero tiende a compartir sus puntos de vista desde el más absoluto anonimato. Difícilmente te vas a sentir juzgado por alguien que acabas de conocer pero al mismo tiempo es revelador hacer partícipe a otra persona de tus pensamientos más íntimos para que cobren vida por sí mismos. Si no se compartieran, bien pudiera tratarse de una alucinación transitoria, un sueño que nunca hubiera ocurrido.

¿Qué es lo que más me intriga, su vida o la mía misma?

Desde el otro lado de su pantalla, el chico probablemente me está mirando de reojo, pero yo apenas lo percibo porque estoy demasiado concentrado escribiendo estas líneas. ¿Acaso él no se preguntará, con más curiosidad incluso, qué es lo que yo estoy escribiendo con tanto énfasis?

reflejo3¿De dónde vienes y a dónde vas?

No hay nada más frustrante que el miedo a empezar por no saber cómo va a terminar. Poco importa el destino realmente una vez se ha comenzado el camino.

Su tono relajado y despreocupado me hace pensar que este viaje para él es un retorno a su entorno más cercano, su lugar de partida.

Tarde o temprano y después de constantes incursiones al mundo abierto ambos llegaremos a ese lugar sin nombre propio que estábamos buscando, consciente o inconscientemente: vivir experiencias intensas con nueva compañía, entorno de trabajo agradable, encontrar a esa persona con la quien formar una familia, descubrir nuevas  aficiones o intereses.

Precisamente la búsqueda constante de este destino que no se llama Casablanca ni Rabat, Marrakesh ni Madrid, es lo que me hace estar hoy aquí.

He decidido montarme en este tren sin conocer el punto real de llegada puesto que no se acaba esta noche. A veces el argumento más simple es el más convincente. Era el último tren del día y ya había pasado demasiado tiempo en la ciudad de la que provengo.  

Imprimir