Un último papel para Charlie

Escrito por Sergi La Nuit el .

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“Si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”
-Mario Santiago

Cuando papá Sheen sufrió un ataque al corazón en el rodaje de Apocalypse now, poco podía imaginar que el infierno esperaba en casa. Sus hijos Charlie y Emilio habían decidido seguir los pasos del progenitor, para terror de este, que se recuperaba con mucho cuidado en una habitación en los Álamos. Hay que decir que cada uno le hincó sheen2el diente al show business a partes iguales, pero fue Charlie el que cosecho más home round's. Con apenas veinte años tuvo la agudeza suficiente de, emular a su padre y, embarcarse en la última vuelta de tuerca sobre la guerra del Vietnam junto a un puñado de futuras estrellas, entre las que destacaban nombres como el de Johnny Depp,Willem Dafoe o Forest Whitaker. Con semejante elenco era lógico que la película en cuestión se llamara Platoon. El encargado de poner en el avant garde hollywoodiense la guerra en el sudeste asiático, fue el ex Marine y activista político; Oliver Stone. Por aquel entonces Mr. Stone adoptaba paralelismos con el personaje que dos décadas después interpretaría Charlie en Two and a half men. Alcohol y marihuana fueron una constante el plato durante la filmación, sirviendo de placebo a las interminables sesiones de rodaje. El esfuerzo tuvo recompensa, pues se alzo con premios de la academia y encumbro a los participantes al spotlight recibiendo cantidades ingentes de publicidad. Los críticos alabaron el trabajo de Charlie que pudo desprenderse por fin del muy manido:hijo de... De pronto su nombre sonaba y adquirió peso en una industria que apenas un año atrás lo había ignorado, cuando volvió a juntarse con Oliver Stone (su mentor en el negocio) para llevar a la gran pantalla los desaguisados de Wall Street, ya era oficial: había un nuevo chico en el barrio y se llamaba C.S.

Llegaron los noventa. Cuerpos delgados en extremo, pantalones rotos, olor a pólvora mojada, estrellas en ciernes rejuveneciendo con cada sobredosis de caballo a las puertas del The Viper Room (el local de Johnny Depp). Kurt Cobain predicaba a los cuatro vientos la ilusión de jugar con la pistola de papá un viernes por la noche, si oías el “Click” en la habitación contigua sabias que algo estaba en función, era Chic, era a todas luces la época Grunge. Así que mientras los exiliados del Brat Pack se dejaban con mucho mimo el pelo descuidado y grasiento, irrumpen, así sin más, nuevos rostros en el horizonte, destacando los de Winona Ryder, Ethan Hawke o  Johnny Depp que tras salvarse en los ochenta de las garras de Freddy Krueger se beneficio de su lado más salvaje y siniestro, para llevar sheen4por los cuernos los noventa. Otros, como Keanu Reeves o el propio Charlie, se pasaron a las pelis de acción cogiendo el testigo de Bruce Willis o del mismísimo Arnold Schwarzenegger. Para sorpresa de muchos, Charlie decidió emular al segundo, emergiendo  con unos convincentes músculos que exhibió en películas para olvidar como Hot Shots 2. Cuando su aureola cinematográfica comenzó a desfallecer, encontró refugio en la pequeña pantalla obteniendo una gran cantidad de éxitos en sitcoms como Spin City, Anger Management o la exitosa Two and a half men entre otras. Dichas series que, si bien es cierto, carecían de rigor interpretativo, contaban al menos con una gran cantidad de ceros en los cheques que se embolsaba Mr. Sheen por episodio. Tras ser muy critico en sus inicios con aquellos actores que consideraba “blandos” por no correr riesgos, acabo subyugado al Avida Dollars consiguiendo el cache más alto en televisión. A medida que las ínfulas made in Actors Studio descendían alegremente por el sumidero del olvido, crecía a pasos de gigante el apetito por los excesos, el ruido de los tabloides de gossip, las demandas de paternidad, la relación de amor y odio con su ex pareja Denise Richards narrada con cobertura 24 horas por la CNN. Pero no había distorsión, huracán o pataleta mal intencionada por parte de algún compañero de profesión, que alterara el humor de Charlie. Desde su pedestal descorchaba cualquier día de la semana, botellas de Dom Pérignon rodeado de Hookers, en la misma penthouse suite donde murió de sobredosis John Belushi. Estos comportamientos no eran extraños en la generación de Charlie ( véase Robert Downey jr.) que vivieron sus mejores años en la época de los ochenta y la administración Reagan, administración que impulso como nunca antes un neoliberalismo feroz, que enalteció a los fanfarrones de Wall Street hasta cuotas mitológicas. Lugares comunes que mostraría de forma brillante Tom Wolfe en su archiconocida: La hoguera de las vanidades. Una época en definitiva, donde la fuente del exceso parecía no tener limite y un canto perenne se entonaba al unisono en cada esquina del boulevard: more, more, more...

sheen6Mr. Sheen se precipito al estanque dorado cual Dionisio tras su llegada a Tebas. Construyó para si mismo una coraza invencible con la que transitar de suite a suite, de guateque en guateque, celebrando su papel (the character) más celebre: vividor. Sin embargo, una brecha se abrió en su armadura cuando nadie lo esperaba, dejando tras de si una yaga de dimensiones profundas, aunque no definitivas. El causante de tanto dolor no fue un monstruo bicéfalo de leyenda, el causante, era algo más profundo, un ser que a su paso deja un eco tenebroso que vuelve mohíno aquel que se atreve a pronunciar su nombre, me refiero al VIH.

En su mansión de Beverly Hills, Charlie Sheen recibe el guión, esta vez no lo firma un escritor de leyenda, los diálogos, si los hay, serán por su cuenta y cargo. No abra sonrisas enlatadas, ni rubia platino de pote dando la replica, no aparecerán estrellas invitadas, no se podrán repetir las tomas ni ensayar en la roulotte masticando perezosamente un bagel de Spago. Esta vez, insisto, sera a toma única y el plano se extenderá por encima de las baterías de las cámaras, quedando suspenso el rictus de un hombre entregado al oficio de convertir en realidad las fantasías de todos nosotros, pecadores.

Si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”

-Mario Santiago

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