Danielín y Manuelín

La miraba y la miraba, y no podía dejar de mirarla. Aquella bicicleta era su dorado objeto de seducción, en aquel mes primaveral de finales de siglo. Si pudiese evolucionar sobre sus pedales delante de los demás niños de la escuela se sentiría el ser más envidiado de la creación. Pasaba de la mano de su madre y rozaba el cristal del escaparate con la punta de los dedos, apenas unos segundos, una fugaz mirada y un creciente deseo.
- ¡Manuelín, no toques los cristales que se te ponen los dedos negros!

Aquella tarde en el parque, Manuelín se sentó en un banco mientras los demás jugaban a ser Butragueño con el balón y comenzó a tramar la forma de conseguir la bici. Al no ser un niño imaginativo desechó las opciones más fantasiosas, como conseguir dinero, y pronto en su mente se forjó el inicio de un plan maquiavélico.

Al otro lado del parque, los niños más mayores jugaban en los columpios o se sentaban en los bancos a hablar de pollas y coños. Había un niño sentado solo, con la solemnidad de quien lo está porque quiere, porque no permite que otro se siente con él, no por rechazo de los demás. Si acaso miedo, ya que les sacaba una cuarta a todos.
En su bovina mirada se percibía una llama piloto que la naturaleza enseñaba a los demás niños a no convertir en llamarada. Se le veía que te podía inflar a hostias. Manuelín le miraba semi escondido tras un árbol, temeroso y a la vez excitado ante la perspectiva de llevar a cabo el delito.

Cuando ya se marchaban, una mano le cogió con firmeza.
- ¡Tú! ¿Por qué me mirabas? - tronó una voz a su espalda.
Manuelín retuvo el truñito y se atrevió a decir:
- Porque tengo un plan...
- ¿Para qué?
- Para coger una bicicleta.
- ¿Coger o robar?
- ¿Qué más da?...
Manuelín se dio la vuelta y observó la mirada calculadora del otro niño.

Al rato caminaban juntos hasta la tienda. Habían acordado usar un adoquín suelto, pero tendría que ser cuando no hubiese nadie en la calle. Danielín, ahora con nombre al ser ya socios, tenía manga ancha con los horarios, pues se iba de casa cuando quería y a sus padres se la sudaba. Se separaron con una última advertencia de Danielín:
- Pero si te chivas te mato.
Manuelín no cabía en sí de la excitación. ¡Tendría la bici! La compartiría con el otro niño, no podía meterla en casa sin preguntas incómodas, pero al fin y al cabo sería suya. Esa noche eyaculó un poco al soñar con ese sillín entre sus piernas.

Al día siguiente, en la escuela, Manuelín miraba hacia las clases de los mayores para tratar de ver a su compinche, y le localizó en el patio, solo como siempre. Una mirada de advertencia le retuvo. Ese no era el lugar, así que se vieron en los urinarios.
- ¡¿La tienes?!
- Sí, pero como yo me la he jugado y tú no, me la tienes que pagar. Y si no le diré a todo el mundo que fuiste tú quien lo ideó, y tus padres te zurrarán y todos sabrán lo asquerosamente ladrón que eres.
- ¡Pero no tengo dinero!
- Pero ese niño de tu clase sí. Pégale y dame la moneda que lleva en el bolsillo.

En clase, Manuelín sudaba tinta pensando en cómo quitarle la moneda a su compañero Damián. Le vio guardar la moneda en el estuche de los lápices. A la salida le empujó por las escaleras y en el tumulto aprovechó para sisársela, devolviendo el estuche obedientemente a la maestra que se llevaba al niño a la enfermería con la cabeza abierta.
- Muy bien. Pero esto es poco. Tendrás que traerme algo de tu casa.

Esa noche Manuelín apenas durmió, roído por la culpa de haber sacado una pulsera de oro del joyero de su madre y un billete de la cartera de su padre. Al día siguiente se los entregó a Danielín, pero éste le devolvió la pulsera instruyéndole de cómo obtener beneficio escondiéndola y días después fingiendo haberla encontrado. Esto proporcionó más monedas, y nuevas formas de extorsión.

La deuda creció y la bicicleta solo la montaba el niño más grande, ufano en su parte del parque, mientras Manuelín se torturaba pensando en cómo conseguir más dinero. Tuvo que robar varias veces más en casa, donde llegó a encontrar dinero de sus padres oculto en un libro en alemán, y cogerle a Danielín bollos y latas de refresco en otras tantas tiendas, antes de que de que el otro le dijera:

- Vale, ya has pagado un poco. Ahora me debes un favor y yo a tí media bicicleta. Que no se te olvide nunca, ya te lo reclamaré.
Manuelín creció, y su falta de imaginación unida a su gran codicia le llevaron al mundo de la política. Danielín, a su vez, fue conocido por todos básicamente por ser un mafias y porque podía inflar a hostias a casi todo el mundo.

Y llegado el momento, el Sr. Daniel Corrado Kromer se hizo rico gracias a la venta de unos terrenos que le costaron más o menos media bicicleta, mientras el Sr. Concejal de Urbanismo Don José Manuel Gil de Diezma y Sinclair se agenció una comisión de más o menos la mitad del presupuesto municipal en la misma operación.
Pero estas cosas solo pasan en los cuentos, afortunadamente.


El Conde Dooku aka. Saruman aka. Drácula toca heavy metal inspirado en Don Quijote. Ahora los molinos salen baratos. Todos los reunidos asienten. Las eléctricas asienten. El Papa Francisco también asiente. Los curas podrán casarse, siempre y cuando lo hagan con otros curas. Losantos critica la barriga de Cañete. Lomana critica la mansión de Cañete. Cañete critica que no traigan más centollos a la mesa. Resaca electoral. Las papeletas de Bildu, Podemos, PCPE, PACMA, Escaños en Blanco y Equo "desaparecen" de muchas mesas durante la jornada electoral. Hay más miedo que vergüenza.
Jero, el cantante, hizo lo que pudo, pero claro, tampoco las letras han sido nunca su especialidad. Tiene buena voz, pero sus ideas son bastante chabacanas, siempre metiendo palabras malsonantes y más bien barriobajeras. Le costó entenderlo, pero una vez grabada la música la cosa cantaba una barbaridad. No había color. Escucharle a él cantando su letra y luego esa preciosidad que grabó Paula, la chica del estudio, es que era la diferencia entre que lo escuchen cuatro gatos a que pueda sonar en cualquier emisora, en cualquier garito... Al final tragó, claro, nos reíamos constantemente de su estribillo (él quería decir: "No puedo más, solo quiero penetrarte muy lento" y le llamábamos maricón y sodomita. Al final se quedó "No puedo más, es tu amor que me ha llegado muy dentro", infinitamente mejor). Creo que este verano más de una braguita se va a caer hasta los tobillos, cuando esto suene en mitad de la fiesta. ¡Ouh, yeah!
Sin darme cuenta ha saltado el segundo tema, "Nostalgia de tí". No es tan bueno, suena un poco monocorde y aburrido, pero la letra le aporta mucha profundidad (hay una parte que dice "es tu recuerdo, es tu recuerdo de mi cuerpo junto al tuyo, dos almas encadenadas, dos mundos en conjunción..." que me pone los pelos como escarpias... creo que esa parte la hizo Sergio, el que tocó los teclados en la grabación porque el ligado no le salía muy bien a Pablo). Lo escucho hasta el final y sí, cuanto más lo oigo más me va gustando. Hay que dejarse fluir para que entre, pero una vez que lo pillas mola una barbaridad. Es que no hay que resistirse a la buena música, si está bien hecha, por profesionales, queda bien. Solo es cuestión de escucharla una y otra vez, para eso están las emisoras, la tele, Youtube... no te das cuenta y la tienes metida en la cabeza, te descubres tarareándola en el ascensor, en el coche, camino al trabajo. El día que sales de marcha y la ponen, ya te la sabes. Ese es el secreto, un trabajo sólido y mucha repetición, hay que ponérselo fácil a la gente, no les puedes perder con sonidos demasiado estridentes o raros, entran mejor las armonías claras y definidas, a ser posible que suenen a otras ya hechas para facilitar el sentimiento de pertenencia, sobre todo en adolescentes, que son los principales consumidores. No nos engañemos, esto no lo hacemos por gusto. Se trata de ganar dinero, que al fin y al cabo nos hemos gastado casi cuatro mil euros en la grabación y le debemos a todo el mundo. This is bussiness, men...