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Carta a Papá Noel o consecuencia de pasar una mañana visitando Amazon

Querido Papá Noel,

Sé que sabes, voyeur recalcitrante, que este año he sido una perra del infierno, digna discípula de Satán aunque con más mala sangre. Pero si no me traes lo que te pido podrías quedarte en el paro y no querrás ser un subsidiado militante de Podemos ¿verdad? Venga, que tú eres un capitalista del PP, de los que lanzan flores a Marhuenda cada vez que sale en la tele. Estírate un poco y revisa mi lista de regalos. Prometo hacer con ello lo de todos los años: acariciarlos con la avidez de un Gollum cualquiera y dejarlos en un cajón una vez satisfecho mi afán materialista. Pero a ti eso debe darte igual porque, insisto, no creo que sea muy halagüeña la perspectiva de convertirte en sexador de pollos o mamporrero.

Como excepción que confirma la regla, este año, yo, tan magnánima y tan buena gente -si escarbas entre la costra de mi roñoso corazón-, te permito no cumplir con la dichosa "norma de los cinco regalos" y te concedo que me lo regales ¡TODO, TODO, TODO! ¡Ahhhhh, qué placer comprar! ¿verdad? Por eso te metiste a Papá Noel, ¡picarón! ¡Pródigo carmesí patrocinado por Coca-cola! ¿A cuánto asciende tu comisión? Porque no creerás que a estas alturas voy a tragarme eso de que lo haces altruistamente… ¡Ja! ¡Y los reyes son los padres!

Por cierto, cuando te jubiles me gustaría que la vacante me la endilgaras a mí, como ahijada tuya que soy. Esto es nepotismo del rancio pero, admitámoslo, ¿quién lo va a hacer mejor que yo? Soy tu digna sucesora... ¡y lo sabes!

A su disposición para proveerle de cualquier información complementaria, aprovecho para saludarle cordialmente,

Yo

santa2PD: Recuerda, es maravilloso ser generoso con el prójimo, así que no seas rácano y pilla las cosas del excel que te dejo, que es todo de Amazon y tienes la cuenta Premium.
PD2: Tienes que tener en cuenta que este año lo he pasado fatal ¿no te doy pena?
PD3:¡Regálame lo que te pido maldita sea!
PD4: Tengo amigos en la mafia
PD5: También domino la magia negra
PD6: Sé cosas sobre ti. Podría ir a Telecinco. No digo más.

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Objetivo: adiós ciudad

Me declaro ratón de campo. Cada día que respiro los humos de la ciudad siento con mayor intensidad la llamada de lo salvaje y cada sol que se acuesta reniego más de mi pisito, de mi barrio que, dentro de las circunstancias y de tanta burbuja inmobiliaria no está tan mal: bien comunicado, edificios de altura máxima de tres pisos, amplias avenidas, profusión de parques y árboles, vistas del horizonte tanto del este como del oeste, silencio relativo... pero no huele a campo, no hay tanto bicho y planta, no se respira el sosiego rural.

El culmen de mi alergia urbana llegó hace no mucho, un domingo soleado de octubre en el que tuve la infeliz idea de desplazarme en mi cochecito utilitario a la capital (en transporte público ya ni se me ocurre porque, por surrealista que parezca, resulta más barato acercarse en vehículo particular que en tren y metro). Íbamos mi compañero y yo, ¡ay inocentes!, a una sesión matutina de Tai Chi, cuando otro deporte nos aplastó por el camino.  Las calles estaban tomadas por corredores domingueros por la causa que tocase esta vez. Las calles cortadas y el barrio de destino inaccesible. A cada intento de abordar la ruta nos alejábamos más de nuestro objetivo. Así pues, desistimos.

ciudad2Desaparecida la ansiedad por llegar a nuestra actividad, reparamos en lo que bullía alrededor. Como aperitivo, los coches circulando a golpe de claxon, que parece que este no se gasta, a diferencia de los intermitentes que no se usan ni por amenaza terrorista. Imagino que provocar ese sonido insoportable era su forma de desfogar su frustración, pero lo encuentro un tanto ridículo: no por molestar al prójimo se va a conseguir avanzar más y mejor. Como plato principal, teníamos a los corredores ocupando la vía del sentido contrario, respirando y presenciando la contrariedad de los que no usábamos las patitas para cubrir el trecho. Me pareció todo un despropósito ya que no encuentro sentido correr en una ciudad. No solamente avanzaban a bocanadas de polución revenida, sino que de postre se regalaban un CO2 recién elaborado por los tubos de escape concentrados bajo el mando del guardia de tráfico. Para finalizar el atracón, no había ningún elemento de separación entre los corredores y los vehículos, más que la pintura de línea continua, lo que me parece una falta de seguridad terrorífica. La carrera, muy saludable no me parece. ¿No será mejor irse a correr por la campaña?: se respira mejor y alegra el corazón ver los árboles rubios y pelirrojos de temporada, los conejos saltarines, los caminitos de hormigas y algún rebaño de vacas u ovejas pastando pacientemente.

De haber sabido la que nos aguardaba en la ciudad, creo que hubiera aprovechado aquel día glorioso para subir a un monte de la sierra madrileña, disfrutando de la jara, el romero, el tomillo, arañas y lagartijas, piedras musgosas, algunas setas y practicar Tai Chi en comunión con la naturaleza. No me extraña que en la fábula el ratón de campo se volviera a su hogar. Ratón perspicaz. En las ciudades vivimos todos alienados y separados de nuestra tierra, que nos haría más humanos, más felices.

Mi misión comienza hoy: objetivo, adiós ciudad.

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Ponga un animal en su vida

Hace unos días me distraía en mi mesa de trabajo evocando las pestilencias de mi gata. A pesar de rascar los dos meses de edad, sus pedos son puro veneno - ¿cómo puede ese ser tan mínimo y generar tanto metano?-. Con todo, tal era mi melancolía, que me recreaba en sus flatulencias y compuse este haiku de mala calidad, pero muy sentido:

Tu pelo suave
El olor de tus pedos
Te añoro Pro

animal2Mi compañero de andanzas, que jamás había tenido una mascota, se ha visto arrasado ante el tsunami de amor que se le ha venido encima. Yo, privilegiada por un amor animal previo, reconozco paso a paso lo que está experimentando. Ha superado la primera fase de aceptación del cambio y encariñamiento. Actualmente, acusa la  fase dos, en la que el bichejo se convierte en un ser muy querido y considerado como miembro de la familia de pleno derecho. La tercera fase abarca el amor desmedido por animales ajenos, domesticados o salvajes, en vivo o en imagen. Estoy esperando su entrada en la última fase, donde el amor crece de manera exponencial a todo el entorno natural, cuando cada brizna de hierba es considerada un privilegio. Entonces entenderá mi comportamiento lunático: por qué me abrazo a los árboles; por qué beso la tierra y me revuelco como un puerco; por qué recolecto cientos de fotos de babosas, gusarapos y otras sabandijas, emocionada como si hubiera descubierto América.

animal3El amor es un crisol de sentimientos que tienen un mismo origen y refractan en diferentes direcciones: es habitual crecer con el amor parental, disfrutar del fraternal que dispensan hermanos y amigos, caer en el más intenso de los amores románticos... Sin embargo, a diferencia de los anteriores, el amor a la naturaleza hay que aprenderlo, porque no se suele percibir la reciprocidad inmediata; ni por ratones de campo, tan familiarizados que no lo valoran; ni por ratones de ciudad, que apenas saben de su existencia.  Uno siente la caricia de la madre, el abrazo del hermano, el beso del amado y responde a ello, pero no identifica como muestra de amor las expresiones del entorno: el brillo de una gota de rocío en una hoja, la hormiguita llevando una pipa en su lomo, el gorjeo matutino de un gorrión. Lo damos por sentado y rara vez lo agradecemos. Quizá nos sensibilizamos más al inicio de la primavera, cuando apreciamos el sol cálido y la explosión floral, o cuando caemos rendidos ante un atardecer multicolor. Pero descuidamos nuestras calles, no apreciamos la belleza de los parques más humildes, y menos aún la pequeña fauna que nos rodea. ¡Como para pararnos a analizar el grave problema del cambio climático! Es posible que, si se conviviera con un animalito, una gran parte de la población cruzaría el umbral de la fase cuatro y sentiría que formamos parte de un todo común, honrando a la naturaleza como se ama y respeta al padre, al amigo, al amado / a la madre, a la amiga, a la amada.

Porque la naturaleza nos lo demuestra de tantas maneras que, aunque nos empeñemos en ignorarlo, no podemos pasar sin ese amor. Aprovechémoslo y mostrémonos dignos de él. Cuidemos nuestro entorno con pequeños gestos, apoyemos iniciativas a favor de la conservación y la sostenibilidad. Si no lo hacemos por amor, hagámoslo por egoísmo. Un día se apagará el calor del sol, nos abandonará el aire, perecerán las especies que nos alimentan y las que nos acompañan. Entonces será demasiado tarde para enmendar nuestra estupidez.

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