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La responsabilidad de preservar la vida ajena

Una de las mejores lecciones que he extraído de la lectura de no ficción en estos últimos años es lo que vengo denominando el “principio de responsabilidad”, que me ha ayudado a construirme como persona. Entiendo por dicho principio, la capacidad de asumir las consecuencias de los actos propios, reconociendo los errores, paliando sus consecuencias, procurando no repetirlos y, sobre todo, no desviarlos a terceros. Todo ello porque como persona racional y crecida, hay que tener en cuenta que nuestros actos afectan al prójimo y a nuestro medio.

A través de este principio, he establecido un cierto paralelismo entre responsabilidad y adultez, definiendo adulto como aquella persona que se hace responsable de sus actos y, especialmente, que no traslada la culpa al prójimo de errores propios, una de las demostraciones más viles de la infantilidad que la mayoría de personas no llegan a superar (es posible que no nos hayan educado suficientemente para ello, creo que es materia de enseñanza de primer orden).

Con esta premisa en mente, comencé a filtrar a las personas de mi entorno bajo el prisma del “principio de responsabilidad” y advertí de que apenas conozco “adultos”. ¡Es posible que no llegue a la decena! ¿Extraño, no les parece? Que conste que a día de hoy, a pesar de mis treinta y cinco septiembres, tampoco me considero una adulta completa, pero trabajo cada día para lograr cumplir con este principio.

En los días que corren, un ejemplo clarísimo de que apenas existen adultos a los que me refiero, es la gestión de la enfermedad del ébola.

- Una ministra desacertada y negligente que se niega a dimitir.

- Un consejero de sanidad que desvía la atención respecto a su vergonzante mala gestión echando la culpa a la primera infectada en suelo español, Teresa Romero.

- Unos hospitales cuyos responsables y medios preventivos no llevan a cabo la formación y dispensación de equipos de protección individual y medidas de contención necesarios.

- Unos periodistas temerarios que burlan la seguridad del hospital en busca de la noticia.

- Un enfermo inicial, el finado Manuel García Viejo, que podría/puede haber desencadenado  (espero que este verbo permanezca en condicional) una crisis sanitaria gravísima.

responsabilidad2No me interesa inmiscuirme en este artículo de opinión sobre la crisis en la gestión que se ha desencadenado, que es tema recurrente en las conversaciones de estos días y por lo tanto es asunto hartamente rumiado y regurgitado.  Lo que quiero poner de relieve, acorde con el principio de responsabilidad, es que todo podría haberse evitado con una simple decisión: la del infectado negándose a ser repatriado a España. Es cierto que puede parecer impío, inhumano y cruel por mi parte considerar que un enfermo no sea repatriado a su país de origen. Sin embargo, en estos problemas que nos presenta la existencia hay que analizar el caso por caso. En esta ocasión, bajo mi punto de vista, la respuesta debería haber sido “no, no quiero ser repatriado”.

Teniendo en cuenta que el planeta debe atender una enfermedad para la que no se ha desarrollado cura efectiva (porque no afectaba al mal denominado primer mundo, por otra parte) y que aunque a priori la enfermedad no es tan fácilmente transmisible como parece, su repatriación ha puesto en jaque el diezmado sistema sanitario y, por ende, la salud de los españoles. El enfermo debería haberse servido de este principio para tomar su decisión de volver a España. Bien es cierto que el instinto de supervivencia nubla los sentidos y permite reaccionar de maneras inimaginables, aún cuando se haya analizado la situación previamente y se hubiera decidido reaccionar de esta manera “responsable”. No obstante, creo que las personas que desempeñan su labor en zona de riesgo deberían aplicar este principio para aquellos casos en los que el perjuicio puede trascender la pérdida de su propia vida. No se trata de crear mártires, se trata de respetar la vida ajena cuando las probabilidades de vulneración son altas.

responsabilidad3Las consecuencias no se han hecho esperar: varias personas ingresadas con la tortura mental causada por la incertidumbre de ser posibles portadores del virus; un perro sacrificado sin ningún tipo de protocolo; la familia de la ingresada pasando las de Caín (sólo puedo pensar en el marido que ha pasado de tener una familia a quedarse solo… el trauma es inenarrable). La vergüenza internacional que conlleva el desprestigio de nuestro sistema sanitario es lo único positivo que se extrae de esta desgracia, porque obligará a tomar medidas, lo quieran los incompetentes gubernamentales o no. Pero mi pregunta es la siguiente: ¿realmente había que pasar por todo esto?

El principio de responsabilidad como persona infectada lejos de mi país me habría planteado la cuestión de si mi supervivencia merecía poner en peligro la vida ajena. La respuesta es que no. O por lo menos quiero pensar que es la decisión que tomaría. La puesta en peligro de la vida de los otros, cuando se ha decidido conscientemente vivir situado en un lugar de riesgo (sea sanitario, de guerra, secuestro o similar) me parece un gesto egoísta y totalmente irresponsable. No me malinterpreten. Las personas que por vocación de ayuda se trasladan a zonas conflictivas merecen mis mayores reconocimientos y agradecimientos; más que la labor de cualquier otra persona de este mundo. Sin embargo, cuando se desempeña esta clase de tareas hay que saberse expuesto a situaciones de no retorno y actuar en consecuencia, como un adulto.

Me encantaría conocer la opinión del lector respecto de esta espinosa cuestión.

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Tirando la toalla en la playa

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Con ocasión de la vuelta vacacional permitidme una pequeña reflexión sobre la playa.La playa. ¡Qué bonita es la playa! ...en una fotografía, en un cuadro, en abstracto. Aguas turquesas y brillantes, arena suave y cálida, sol apaciguado por el sombrero o la sombrilla… casi llegamos al Nirvana sin tener que meditar. Un lugar para perderse y no encontrarse hasta que a uno o una le dé la gana… ¡Una mentira más gorda que la de los Reyes Magos! Esas playas, de haberlas, hay que buscarlas a conciencia y guardarlas en secreto, no sea que la pompa de espuma de mar explote. La realidad entra en escena como un elefante en una cacharrería y esa playa soñada no existe. La playa es, en verdad, una auténtica… ¡pesadilla!.

Los casi siempre breves momentos en que el mar accede a mis deseos los atesoro y los reverencio, porque el resto de las ocasiones, sea por el tiempo, sea por los monstruitos que me rodean, la cosa se vuelve un tanto compleja.

playa2Contra el mal tiempo nada se puede hacer y en ocasiones es una bendición porque nos regala estampas bravas y poderosas, poniendo a nuestra disposición el milagro de la naturaleza en acción. Compartir un momento de playa con el cielo plomizo y el agua encendida puede convertirse en la mejor experiencia natural del año.
Sin embargo, la fauna costera es arena de otro costal. No me estoy refiriendo a aves y peces. Dirijo mi responso a unos seres que todos conocemos. Y aquí os presento mi bestiario playero:

- Mater gruñonis (corregid mi latín, que por desgracia no sé): una especie en auge. Recuerdo, antaño, cuando la madre era una devota de sus hijos; aunque eso sí, el carácter español se pregonaba bien alto, como parodiaban Los Morancos con su ¡Josuaaaaa! Sin embargo, las madres modernas van a la playa con el propósito de descansar junto a sus retoños. ¡Pobres ilusas! Niño y descanso son dos sustantivos que no suelen llevarse bien en la misma frase, salvo que el primero esté amordazado y atado a un árbol. Tengo ejemplos para empapelar la playa entera: la madre que se queja al padre “¡Que triste es mi vida, ni siquiera me han dejado leer una página!” ; o la que le dice a su niño “¿qué quieres ahora pesadilla?”; pasando por casos en los que se oye cómo insultan a su prole (inadmisible, seré una antigualla, pero esto es inadmisible). Consejo: si eres madre/padre y quieres descansar (y que los convecinos playeros descansen) NO lleves niños. En ocasiones sueño con playas donde se prohíbe el acceso a menores de edad irritantes y a padres todavía más exasperantes (extensible a centros comerciales, parques y demás lugares públicos). Lo que me fascina es que debe ser un fenómeno local. Aunque no he veraneado por la Costa Azul, sí he tenido la oportunidad de compartir arena con familias francesas. Me desconcierta aprender cómo, además de no levantar la voz, razonan con los niños como si fueran… ¡seres racionales!, cosa que en Francia lo deben ser y aquí en España al parecer no lo son.

- La famiglia: estos especímenes se desplazan en hordas y emponzoñan el ambiente a lo Atila, de quienes deben ser descendencia directa. Padre, madre, abuelo, niños, perrito enano cabreantemente ladrador, tortilla de patatas y sandía. En cuanto localizo una, huyo como de una zona chunga nocturna. A medida que pasan los días los distingues por las sombrillas. “¡Ostras, los de la Amstel están ahí, vamos al lado contrario!” Porque es que se ponen a conversar a decibelios por encima de lo permitido legalmente. Que no se dan cuenta, vaya, de que sus conversaciones no son objeto de mi interés, ni del de al lado, ni del otro. Y con la invención del móvil la famiglia llega hasta Sicilia. “¿Qué dices Juanín? Que no te oigo bien. ¡Ah, ya has conseguido hacer caca? ¡Ay, cómo me alegro! Oye- dice al resto como si no se hubiera enterado, ¡leñe!, que me he enterado yo- que el niño ya consiguió hacer caca”. Esto es verídico y lo juro ante un tribunal. Las conversaciones entre hordas presentes o distantes son surrealistas. De hecho, siempre me bajo a la playa con una libretita para apuntar anécdotas. Así, si me van a dar el día, saco algo de provecho.

- Los pregoneros: especie emparentada con la anterior pero grupalmente más pequeña, que puede reducirse a la unidad si viene acompañado del artilugio telefónico. Además de escuchar el “cocacola, agua fría, cerveza”, “coco frío” o los avisos a los bañistas cada hora a todo meter como si fuera una discoteca, también sufrimos esa especie, generalmente (aunque no exclusivamente) viejuna de señoras que le dan al pico que da gusto, mientras sus maridos asienten pero no abren boca. Aquí también saco mi libretita, porque las conversaciones cruzan la frontera con el surrealismo y me encuentro con verdaderas historias de terror que ya hubiera querido para sí H.P. Lovecraft.

- Los deportistas: porque no sólo de tostada solar vive el género humano. Que esto de hacer deporte está fenomenal pero ¡dale con la pelotita al lado de las toallas ajenas!, cuando tienen a su disposición más de diez metros de arena únicamente desvirgada por las huellas de las patitas de gaviotas. Debe ser que el instinto gregario les impide desapegarse del resto de la población. Y así me empanan en arena que da gusto. Vamos, que me echan un chorrete de aceite y me convierto en pollo frito listo para devorar por la famiglia.  ¡Oigan!, no soy una gallina, no disfruto con los baños de arena y mucho menos protagonizar actos de canibalismo. ¡Ay mis ojos, como escuecen cuando me los espolvorean!

- Los “tonto el último”: también por aquello de ser una especie gregaria existe una pasión exacerbada a apiñarse a la orilla del agua, formando una toalla de playa común que parte de Chiclana de la Frontera y termina en Rosas, digna de entrar en el libro Guinness. Hay verdaderas peleas por la primera línea, bajando horas antes a clavar la sombrilla-bandera proclamando que el terruño ha sido conquistado. Y en esa franja nace el sentido de comunidad, de solidaridad, compartiendo sudores y otros olores, aspersores de tierra y de agua, conversaciones a grito en el oído como en la discoteca del pueblo. Para mi suerte o desgracia, yo nací descastadísima y siempre he sido una outsider de primera categoría, así que tiendo a poner una distancia mínima de dos toallas imaginarias entre la línea de la turbamulta y una servidora.

playa5En definitiva, para conseguir disfrutar un poquito de mi playa ideal, necesito colocar mi toalla de rayas tras un cálculo propio de ingeniería, máster incluido: evitando la línea del infierno comunal, pero también valorando dónde podrían situarse los deportistas, localizando la sombrilla non grata, las madres histéricas y las viejas cacatúas. También opto por acudir a principios de junio o finales de septiembre, rezando un poquito porque los cielos me concedan una mijita de buen tiempo y entonces sí, disfrutar de la playa para mí solita y poder concentrarme en un libro “antiguo”, de esos de papel, y sumergirme en alguna historia con el rumor del oleaje como banda sonora.

Creo que con esto queda claro que los monstruos marinos no se encuentran tanto en el fondo del mar como en las afueras. Ya me gustaría a mí que, en una de estas, el mar tuviera el detalle de comportarse como en el corto protagonizado por Ewan McGregor y dirigido por Jeff Stark “Desserts”


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El efecto boomerang del mal periodismo

Considerábamos muchos ilusos que el periodismo se erigía como el Cuarto Poder, fiscalizador del Legislativo, Ejecutivo y Judicial que conforman el Estado; y en especial analítico y crítico del Poder Ejecutivo. No obstante, el periodismo de tendencia es la realidad, claramente posicionado a favor de una de las dos grandes fuerzas políticas del país. Para la subjetividad ya existen los artículos de opinión, que bienvenidos sean, ya que permiten un análisis más profundo de la realidad y avivan el debate. La falta de rigor periodístico en las noticias es síntoma de la mala salud democrática que sufrimos en España (quien a estas alturas crea que nuestro país es democrático, que se ponga a creer también en el Ratoncito Pérez o el horóscopo, que igual tiene más éxito).

El periodismo no actúa pues como sistema de control sino como vulgar niño pelota de colegio. Creo que se debería realizar un análisis de conciencia y de código deontológico en las cúpulas directivas, que son las que impiden ejercer el verdadero periodismo (lo cual no sucederá jamás en tanto estén supeditados económicamente a los partidos políticos). Es triste asistir a semejante panorama, del que sólo se libran algunas voces íntegras, conscientes de su función social.

El último ejemplo lo hayamos en el nuevo partido Podemos. Desde que arrancaron de cuajo cinco escaños en las euro-elecciones, coincidiendo (¿?) con una caída dramatiquísima del número de diputados de los dos grandes, los periódicos han iniciado una campaña de ataque y derribo contra esta formación, de la que días anteriores a las votaciones se reían. (Inciso con un mensaje para los escépticos del voto: las consecuencias de las elecciones como habéis visto no se han hecho esperar. De ahí la importancia de votar. Por favor, aquellos que no voten que cobren conciencia de lo relevante que es y de que debe ser asumido como una obligación y no sólo como un derecho).

periodismo2Ahora bien, en su afán por sofocar el incendio que ha provocado la nueva formación, los grandes periódicos son tan necios como para no darse cuenta de que le están echando un capote:

1- Publicidad: las constantes acusaciones y críticas permiten que la población no se olvide de Podemoscomo partido revelación. Manteniéndose constantemente en el candelero, deja de convertirse en un fenómeno pasajero para asentarse como opción política real. Las críticas a su programa han permitido a sus militantes más mediáticos explicarlo al detalle (otro gran desconocido en el resto de partidos). En definitiva, campaña gratis.

2- Transparencia: con las acusaciones proferidas obligan a la formación a dar cuenta de cada movimiento pasado, presente y futuro, con la consecuencia de mantener al día una total transparencia de sus actuaciones, algo que no se prodiga en el resto de partidos políticos. Es decir, se colocan a la cabeza en transparencia y aumenta la fiabilidad del partido.

3- Fidelización y captación: el constante linchamiento periodístico no hace más que encender los ánimos de los simpatizantes del nuevo partido, que se están dedicando a salir en su defensa. ¡Pero es que además consiguen aumentar el número de simpatizantes!, porque se da a conocer al detalle su programa político, que conecta con las necesidades de una gran parte de la población. No es la primera vez que escucho que escépticos al partido quedan convencidos una vez se debate alguna de las supuestas noticias que se imprimen en los rotativos.

Los periódicos han calculado mal las consecuencias. Han tomado Podemos como una colilla fácil de apagar y se han encontrado en medio de un campo de queroseno. Como continúen en esta línea van a representar un factor clave en el posicionamiento estratégico del partido para las elecciones generales. Espero que tomen nota y aprendan la lección. Seguir los dictados de intereses políticos y de poder puede llevar no sólo al descrédito como periódico sino a realizar flaco favor a quienes pretendían ayudar.

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