lnmo

La historia de la noche (IV)

(4). Santos o demoños

Mi hija mira hacia mí arrastrándose por el suelo con los ojos desorbitados. Le han volado la mandíbula inferior de un tiro, con una recortada. Ellos. Mi hijo yace decapitado a los pies de la cama. Han metido su cabeza en su pequeño orinal. La moqueta verde ahora es toda roja. Siempre odié esa moqueta. Mi mujer también ha muerto, está sobre la cama abierta en canal. Han sido ellos. Los hombres de negro. Son tres. Siempre actúan encapuchados. Me han atado a una silla tras amordazarme. He visto cómo lo hacían todo. Las paredes, antes blancas, parecen una exposición de esas para imbéciles de arte contemporáneo. La serie roja, se podrían llamar estos lienzos. Sesos y vísceras pegados al techo. Ellos. Son implacables. Les llaman “los tres de Leganés”, los tipos duros del CNI, el secreto mejor publicitado del espionaje patrio, los que sacan la basura. El más alto se agacha para coger a mi hija por el pelo, tira de ella hacia atrás, con violencia, y le descerraja un tiro en la cabeza. Ella sigue mirándome mientras la sangre le sale a borbotones de esa masa informe que antes era su boca. Ha muerto pero continúa mirándome cuando la dejan tirada en el suelo. Entonces ellos se aproximan hacia mí y despierto sobresaltado, empapado en sudor. Llaman por teléfono, siempre el puto teléfono. Es César. 

- Ven a comisaría cagando leches. Nos han enviado un vídeo precioso. Tienes que verlo.

Continuar leyendo

Imprimir

La historia de la noche (III)

(3). La sal de la tierra

- Te he dicho que no me llames a este móvil. Pareces gilipollas.
- De algo hay que morir, coño.
- Las paredes oyen, mamón. ¿Qué tal te ha ido?
- Nada. Esta gente de aquí se dedica a tocarse los cojones y a perseguir cacos. En la playa nada. El tío que en teoría hacia footing cuando lo encontró en realidad no era un deportista, sino un yonqui del pueblo.
- Me han llegado dos extractos de la tarjeta…
- Bueno sí, ¿y?
- Haz lo que te salga de los huevos, Martín, para eso está, pero procura pagar en efectivo en ese sitio determinado, no dejes tantas huellas.
- Me la suda, si quieren que vengan a preguntarme, que yo les explico los gastos. Mi polla tiene gastos de representación.
- Me ha llamado Candela hace un rato para que vaya a Perales del Río, Argote anda por allí.
- Ten cuidado con los del campo de tiro. Y no comentes que estoy en el asunto, les debo más de dos mil pavos todavía de la pipa sin marcas aquella. No me sale de los cojones darles el dinero, bastante tienen con que no vaya largando sobre lo que tienen enterrado en el montículo de arena.

Continuar leyendo

Imprimir

La historia de la noche (II)

(2). Conexión Levante

“No sé muy bien qué busco”, me digo a mí mismo mientras me introduzco el índice en el ojete y palpo distraídamente buscándome el punto P. Claro, es una metáfora. Mirar a la realidad con el dedo metido en el culo, la búsqueda exterior y la profundización en uno mismo, TODO ES ARRIBA COMO ABAJO, aquiniano, escolástico, Longinos escarbando la verdad a punta de lanza en el costado del Hijo de Dios… Un poco de hígado de Hijo de Dios deglutido da fuerza mística, como comerse el corazón del enemigo vencido da fortaleza… La templanza es otro cantar, eso es practicar. Y encontrarme la próstata parece vital para el equilibrio del universo, en este momento.

Bajo por el ascensor mientras me olisqueo disimuladamente la punta del dedo, casi como algo mecánico e inconsciente. Me arreglo la corbata en el espejo, me miro los zapatos tan limpios que puedo ver mi sonrisa reflejada en el empeine. En la suela, sin embargo, me consta que hay restos de una mierda de mastín del Pirineo en la que resbalé esta mañana al salir del portal a toda leche. Tengo un vecino muy hijo de puta al que le encantan los perros enormes y siempre los saca a pasear sin bolsa. Debía de llevar unas cuantas horas sin salir, el animal, para dejar semejante montón de excrementos justo al traspasar la entrada al edificio. Lo llevaba en los dientes, como se suele decir. Me entretuve unos segundos en intentar limpiar el desaguisado con unas hojas de acacia, pero solo conseguí mancharme los dedos y maldecir aún más alto.

Continuar leyendo

Imprimir

Más artículos...

lanochemasoscura