lorens

Liberando mi lado opuesto

liberando1

NØ2Ø G91 G28 XØ YØ ZØ ;
NØ3Ø M6 T1 ;
NØ4Ø G43 H1 ;

Llevo ya un par de días con esta secuencia y todavía no he descubierto cómo puedo reutilizar parámetros ya definidos en la versión anterior.

De repente, el sonido de la sirena me devuelve al mundo real. Son las 19.00h. Acaba de activarse automáticamente la alarma de la fábrica. Supongo que a estas horas todo el mundo en las oficinas se habrá ido.

Para mí, ésta es siempre la hora más productiva, cuando los mecánicos se marchan y puedo estar tranquilamente haciendo pruebas con la máquina sin poner en riesgo la vida de nadie con un movimiento inesperado:

NØ5Ø M3 S3ØØØ ;
NØ6Ø G9Ø GØØ X9Ø Y12Ø ;
NØ7Ø Z2 ;
NØ8Ø GØ1 Z-Ø.5 F4Ø ;
NØ9Ø X1Ø5 Y16Ø F6Ø ;
N1ØØ X12Ø Y12Ø ;

liberando2Tengo que lograr que la pinza extractora ejecute el recorrido desde la mesa de selección hasta la zona de torneado según estaba configurado previamente. En el momento del ensamblado, descubrí que el mecanismo eléctrico había sido sustituido por accionadores hidráulicos.
-Una mejora mecánica del utillaje-alardeó el responsable técnico del producto sin preocuparse tan siquiera de la parte electrónica, ese componente invisible que el resto de  integrantes del equipo desconocen en desarrollo, los hilos de la marioneta que ejecuta repetidamente sus movimientos rápidos y toscos, el compás de su estribillo, el patrón rítmico de sus versos.  Asumió que no suponía mayor dificultad, sin ni siquiera preguntarme para asegurarse al respecto...

Hoy, a falta de una semana de la verificación final para su entrega, debería estar en la fase de ajuste y puesta en marcha, y esta pinza sigue sin moverse.
-¡Otro día que se me va a hacer de noche en el taller!

Necesito un descanso. Cierro la pantalla del portátil, quito los cables que hay sueltos por la mesa. Recojo y agrupo en un único montón todos los planos arrugados y manchados de grasa que hay a mi alrededor. Los coloco al lado izquierdo del portátil para que estén disponibles a la vuelta y me desplazo un par de metros hasta la pieza de la máquina que testarudamente está afanándose en llevarme la contraria.

Abro el pestillo de la valla de seguridad con agilidad, que está del revés, pero ya he encontrado un truco para abrirlo fácilmente con la izquierda, soy todo un especialista en ello. Compruebo las conexiones de los enchufes rápidos, esta vez con la mano derecha, que es donde está la palanca. La instalación debería funcionar correctamente. Miro la máquina en su conjunto. Nada nuevo. Volveré a mi puesto a  verificar una vez más si las entradas van o no por el lado adecuado.

Siempre tengo que hacer esa verificación. Nunca me ha salido de forma natural. A pesar de los incansables esfuerzos que hizo mi tutor del colegio de los franciscanos, el cura Don Andrés, nunca he dejado se ser zurdo. Él, en cuanto me veía escribir con la mano izquierda, me castigaba mirando a la pared y mandandome el doble de tarea. Lo que sí es cierto es que, poco a poco, me he ido acostumbrando. Pese a ello, nunca he llegado a incorporarlo como parte de mí.

liberando4En la mili, por ejemplo, sí que lo pasaba mal. Cada vez que teníamos que salir a desfilar, yo iba descoordinado. El primer paso lo hacía, lógicamente, con el pie izquierdo. Después de la pausa, concentrado en soportar el peso del fusil, se me olvidaba de nuevo, y comenzaba, inconscientemente, con el pie izquierdo otra vez. Sin embargo, el campo de tiro era lo peor. Ergonómicamente, todas las armas estaban preparadas para sujetarse sobre el brazo derecho y apuntar con la mirilla en este ojo. Imposible. No acertaba ni un tiro. Mi puntería estaba en el izquierdo, eso no se podía entrenar.

No escribía bien, pero dibujar, eso sí que era mi pasión. Cada vez que me corregía Don Andrés encontraba momentos a escondidas para refugiarme en mis garabatos. Era mi momento de rebeldía. Podía crear monstruos, paisajes, figuras abstractas. Mi mano izquierda tenía plena libertad de acción. Era mi pasión y aquello a lo que siempre me hubiera gustado dedicarme profesionalmente.

Llegado el momento preciso, mis creaciones se quedaron en un cajón. ¡A quién en su sano juicio se le ocurre pensar que puede ganarse la vida con ello! -me aconsejaban-. Yo lo que tenía que hacer era ganarme la vida con un oficio, una profesión de futuro. Mecánico, soldador; fontanero, electricista o forjador. Con los dibujos no se va a ningún sitio.

Esa es la razón por la que estoy hoy aquí, en esta fábrica vacía y fría, solo. Aún con todo,  siempre tengo la posibilidad de ser creativo. Ahora diseño la interfaz de usuario del programa y trato de explicar con símbolos y lenguaje fácil en qué consisten las innumerables secuencias para mover esta maquina. La creatividad sólo se pierde cuando permites que el entorno te corte las alas.

Sin embargo, no era suficiente. Por ello, comencé desde hace un tiempo a explorar diferentes opcionnes que me permitieran, en este caso, dar vida a mis monstruitos. A día de hoy, con mayor o menor frecuencia, participo en la revista de la asociación del barrio y en ocasiones mis creaciones se han convertido en tatuajes, son mi válvula de escape.

Vuelvo a mi puesto. Ya he dejado pasar demasiado tiempo. Saco los auriculares de la mochila y abro la pantalla. Busco entre mis archivos y selecciono mi carpeta favorita para reproducir. Se trata de una recopilación de las canciones de piano que mi hija ha interpretado durante sus, hasta el momento, seis audiciones públicas, que han sido grabadas. La calidad de sonido no es la mejor, pero es, de lejos, lo que más me ayuda a concentrarme.



If[$your mind is free$]=Then
     Result= {no matter the rest}

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