maria

Báquico anhelo

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Desde hace meses, en cada recoveco de mi mente, solo retumba una canción. Es de Iván Ferreiro, se llama “El pensamiento circular” y la odio profundamente. Me recuerda que hay veces, no muchas ni tampoco pocas, que pienso en ti. En tu mirada, en tu boca. En ti. Y es entonces cuando cruzo la línea del abismo, entro en coma etílico y no estás ahí para reanimarme.

baquico2Sigue sonando Ferreiro. Dice que hay noches proclives a las averías que pienso en ti. No es exactamente así. En realidad, me vienes a la cabeza todo el día, aunque solo algunos ratos. Me intoxicas y sufro en la resaca. Y recaigo en mi embriaguez.

Me haces reír, llorar, gozar, sufrir. Tu cuerpo contraría tus palabras, que hacen más daño que cualquier herida física. ¡Ojalá pudiera curarme el corazón con mercromina! Continúa la canción: “Mis brazos, girando siempre a la deriva, pensando en ti…”.

Eres un problema, lo reconozco. El siguiente paso es afrontarlo, pero no sé cómo. Todo sería más sencillo si no parecieses una montaña rusa. Cuando quieres me diviertes, en tus bajones me das náuseas. Pero yo sigo ahí, intentando alcanzarte, sintiéndome como un mosquito que se estampa contra la luna del coche en marcha. Una imbécil detrás del ocaso.

No me gusta escribir de amor. La culpable de que me dirija a ti es una historia que me ha conmocionado y revuelto el alma. “Música para feos”, de Lorenzo Silva, me ha hecho recordar por qué cada segundo que paso contigo cuenta, por qué a pesar de todos los fracasos sigo creyendo en ti.

Apareciste de repente, igual que el protagonista del libro, y mi vida quedó patas arriba. Nadie habría apostado por Mónica y Ramón, dos personas que no tienen nada que ver y que, inesperadamente, se complementan a la perfección. Es triste, tus contradicciones me hacen ver la ficción más real que la vida.

No entiendo por qué te empeñas en seguir los convencionalismos. Aunque lo nuestro no te encaje, no te cierres puertas. baquico3Qué te cuesta airear por un momento tus días para que dejen de oler a soledad. Viajemos, conozcamos sitios juntos, construyamos. Déjate llevar. Sé como cuando te olvidas de todo, vienes a buscarme y arreglamos el mundo con un beso.

De verdad, quiero entenderte. Por eso, empecemos de cero. Dime la razón de tu comportamiento, de tus desapariciones y reapariciones. Necesito una explicación, una más, otra de tantas. Demuéstrame que realmente no eres el prestidigitador por el que te vendes, concédele a mis sentimientos la racionalidad que merecen. Hasta entonces, intentaré ser abstemia, igual que vengo haciendo desde que te conocí.

“Hay días que ya no tienen melodías y pienso en ti…”. Esa maldita canción casi había desaparecido de mi cabeza, pero nunca se me va del todo. Como tú.

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