maria

El viaje más largo

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Jueves, 23 de febrero de 2006
Esa mañana salió de casa para ir a trabajar, pero no iba solo: le acompañaba el cielo nublado de París. Vivía en Meudon y se dirigía al rascacielos de la Société Générale, en el centro de La Défense. Llevaba tanta prisa que había olvidado la tarjeta de transportes mensual, la Carte Orange, por lo que tuvo que comprar un billete sencillo en la máquina del tranvía. Eran las 8:26.

Le encantaba leer en el tren. Desde la ventanilla no era testigo de historias extraordinarias como Paula Hawkins, sino que siempre veía el mismo paisaje. Por eso le gustaba amenizar el trayecto con las vidas de otros. La tarde anterior había comprado “Ensayo sobre la lucidez” de Saramago, publicado hacía metro2tan solo dos años. Era la continuación de “Ensayo sobre la ceguera”, una historia que le había marcado porque estaba convencido de que era una crítica fiel de la sociedad. Todos los días se cruzaba con personas que parecían ciegas, inconscientes de los grandes cambios que estaba sufriendo el mundo.
Cada vez que montaba en transporte público, lo hacía con miedo. Quedaban unos días para que se cumplieran dos años del terrible atentado en el tren de Madrid y, aunque Francia se había opuesto a la guerra de Irak, él no pensaba que estuviese a salvo de amenazas islamistas.

Los jóvenes eran, quizás, quienes más abiertos tenían los ojos. Ese mes de febrero se manifestaron todos los días en contra del Contrato de Primer Empleo que había propuesto el primer ministro Dominique de Villepin. Esa reforma permitiría que los empresarios despidiesen a los menores de 26 años sin ningún tipo de justificación.

Al final del día se fue directo a casa, cumpliendo con la expresión parisina “métro, boulot, dodo” (metro, curro, catre). A pesar de estar cansado, continuó leyendo al Premio Nobel de Literatura y utilizó el billete sencillo de la mañana como marcapáginas.

Jueves, 22 octubre de 2015

Vivía en el extrarradio, por lo que mi bien más preciado era la tarjeta de transportes Carte Navigo. Ese día la usé (cómo no) y me fui a dar una vuelta por el centro de París.  Me costó llegar, ya que el RER estaba colapsado debido a un paquete sospechoso. Desde el atentado del Charlie Hebdo, Francia estaba en estado de alerta terrorista y ante cualquier objeto raro se paralizaban los trenes.

metro3Por fin logré llegar a Saint-Michel, una de mis zonas favoritas. Allí podría hacer algunas de las cosas que me gustaban más en ese momento: recorrer el Sena y comerme una crêpe. Ese día, además, aproveché para pasarme por la librería Gibert Joseph, la franquicia de carteles amarillos que está por toda Francia. Fui directa a la sección de libros de segunda mano para ver si encontraba alguna ganga. Con tantas novelas nacionales e internacionales a precios realmente bajos no sabía por cuál decantarme. Al final me decidí por “Ensayo para la lucidez” de Saramago. Curiosa mezcla, pensé, un portugués traducido al francés. Arte diabólica es, o eso decía Moratín.

En ese momento, la novela se sumó al montón de libros que tenía por leer. Había comprado muchos ejemplares aprovechando que el IVA cultural en Francia era de tan solo un 5,5 %. Si los españoles nos echásemos a la calle con el mismo éxito de una convocatoria de la ruta de la tapa, seguro que otro gallo nos cantaría…

Martes, 23 de mayo de 2017

Ir en tren a trabajar se está convirtiendo en una rutina que cada vez odio más. Allí es donde me cruzo con el resto de los mortales, a los que no tengo en demasiada alta estima. Me hierve la sangre cada vez que veo que ponen los pies en los asientos o que gritan por teléfono como si se fuese a acabar el mundo. Así que leo para evadirme de la realidad y no tener que admirar por la ventanilla el fantástico paisaje de graffitis y atascos en la M-30.

metro4Ayer terminé el libro que estaba leyendo. Estoy mirando en la estantería qué novela llevarme, no encuentro nada que me guste y al final voy a perder el tren. A mi indecisión hay que sumarle que he pasado demasiado tiempo en Internet viendo lo que pasó ayer en Manchester en el concierto de Ariana Grande. Me sigue sorprendiendo ver las reacciones hipócritas a los atentados de Occidente.

Veo “Ensayo sobre la lucidez” y lo echo a la mochila. Cuando abro el libro en el tren, veo un billete sencillo del transporte público de París con fecha del 23/02/2006 a las 8:26. Comienzo a pensar en la persona que lo compró y a dónde se dirigía. Tal vez era una mujer, o quizás un hombre. A esas horas iría al hospital a ver a su sobrino recién nacido, a comprar o a trabajar. Nunca lo sabré.

En este momento me he imaginado a la vida oscilando como el péndulo de Foucault. Nunca se detiene, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Quién iba a decir que un billete de un solo trasbordo al final acabaría a 1.300 kilómetros de allí, en otro transporte público y como marcapáginas de Saramago. Sin embargo, pase el tiempo que pase, nosotros, los humanos, seguiremos siendo iguales. Siempre nos sobrará ceguera y faltará lucidez.

Dejo de escribir, sube otro músico alienado tocando el “Despacito” de Luis Fonsi. Algunos viajes, por largos que sean, parecen en balde.

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