a propos

Lenny Kravitz

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Cuando descubrí el rock and roll un día escuché a James Brown y nada volvió a ser lo mismo. Había llegado a él gracias a las contínuas referencias en entrevistas de Prince, otro de mis iconos musicales. Era esa época de oscuridad y barbarie preinternet, sin embargo todo se vivía con mucha más intensidad y había una magia que ya casi ha desaparecido por completo. Tenías que esperar años por un disco o por un libro, era algo que a los más jóvenes les costará entender. Entonces un día escuché Always on the run por la radio y aluciné. Aquella dupla bestial de guitarras me voló la cabeza. Aquel rollo potente y sincopado se apoderó de mí. Era una especie de funk superelectrificado que se grababa a fuego en tu cerebro desde la primera nota. Era uno de esos temas que te alegraba el día y te hacía ver a Dios a través de la música. Una puta maravilla. Fue la primera canción que escuché de Lenny Kravitz.


Pasaron varios meses hasta que por fin me pude comprar el disco, Mama said. Sonaba a una mezcla perfecta entre Jimi Hendrix, Prince, Led Zeppelin, Otis Redding, Bowie y Aerosmith, con una pizca de Bob Marley. Me encandiló. Desde la primera escucha se apoderó de mi. Lo escuché una y mil veces. Temas como Fields of joy, la propia Always on the run, Stop draggin´ around o It ain´t over till it´s over pasaron a convertirse en la banda sonora de mis viviencias. Y estaba aquella guitarra soleando de un Slash en estado de gracia que no hacía sino reforzar y redondear aquellos trallazos de puro rock and roll. Quedaba aún esperanza porque aquel tío se convirtió en la nueva esperanza negra del rock and roll. Fusionaba a la perfección todas las vertientes de la la música negra. No eran solo unas canciones cojonudas, en ellas se hablaba también de las injusticias de un mundo que distaba mucho de ser perfecto -What the fuck are we saying?- y quedaba lugar al romanticismo más empalagoso y guay posible, como en la genial It ain´t over ´til it´s over. En esta canción, como ocurrirá en tantas otras veces, su uso del falsete te recordaba inmediatamente a su admirado Prince.


Toda quella música estaba atravesada por un halo de misticismo y profundidad que la hacía diferente y única. Era accesible y era compleja a la vez. Intentaba canalizar la voz de la Tierra, la consciencia de todos los seres vivos y la certeza de que entre todos nosotros podríamos hacer algo por cambiar este mundo. Poseía esa cosa indescriptible que la hacía casi irreal. Parecía que llevaba toda la vida esperando a escuchar aquellas canciones. Y aquel tío estaba vivo grabando en Nueva York sus cosas. No se trataba del descubrimiento de una de esas vacas sagradas del rock que llevaban décadas muertas. Lenny estaba vivo desvelándose en cada canción como un excelente compositor e intérprete. Un soplo de aire fresco empleando la misma cosa vieja de siempre. Bajo, guitarra y batería al servicio del talento. Al igual que otros grandes, le gustaba grabar todos los instrumentos en el estudio.


Poco después descubrí que Mama said se trataba del segundo álbum de aquel negro anoréxico y con rastas que salía vestido en plan renacentista con boas y collares en la portada. Así que en cuanto pude compré su primer disco. Let love rule, que ya desde el título es toda una declaración de intenciones, una especie de karma a favor de preceptos que creíamos ya olvidados como son la paz y el amor universales. Con un marcado toque psicodélico, me maravilló aún más que su predecesor. El aura filosófica del segundo disco estaba aquí aún más presente, con un toque onírico añadido y un aire quizás algo más experimental. Y la temática social estaba aquí mucho más presente. Un disco acojonante, en definitiva, que me demostró definitivamente que lo de Mama said no había sido casual. Así que, desde entonces, me convertí en un fiel seguidor de Lenny Kravitz. Temas como Sittin´ on top of the world, la propia Let love rule o Mr cab driver son simplemente canciones geniales que transitan entre todos los sonidos que componen el rock and roll y a la vez poseen algo único que solo tienen sus temas. Lenny Kravitz sonaba definitivamente a Lenny Kravitz. Creó algo totalmente nuevo sin pretenderlo.


No recuerdo qué año era cuando pasó todo aquello, solo sé que eran los principios de los noventa y que el siguiente disco de Lenny Kravitz, Are you gonna go my way, me pareció aún mejor. Puro guitarreo, contundencia rockera y grandes dosis de misticismo y sensualidad… un rollo totalmente fresco que me sigue recordando a cuando iba con mis colegas a la playa en autobús y viajábamos embobados con todas esas chicas en bikini alrededor. La canción que da título al álbum junto a Is there any love in your heart o Come on and love me son en mi opinión de lo más destacado de este disco que por primera vez reveló la parte más frívola de Lenny, ejerciendo como una verdadera rock star.


Luego vino Circus, en 1995, una oda al nihilismo en el momento en que una especie de crisis de fe parecía atenazar a Lenny. Un trabajo entretejido a base de barroquismo roquero y existencialismo soul con momentos brillantes como Rock and roll is dead, canción ensamblada alrededor de, cómo no, un potentísimo riff alrededor del que se articula todo. O las sublimes Tunnel vision o Beyond the 7th sky. Cierto pesimismo, cierto aura negativa, cierto magnetismo perturbador afecta a todas las canciones de este “Circo de la vida”. El rock and roll parecía haber muerto por enésima vez pero Lenny Kravitz estaba allí para recordaronos que él había sido quien lo había matado para trascender a algo totalente nuevo, para ir más allá. Es en este disco donde Lenny alcanza su máximo esplendor. No hay muchos artistas capaces de haber parido cuatro discos consecutivos manteniendo semejante calidad. El chamán subió a la cima del mundo en este álbum y… a partir de aquí se cayó por el otro lado de la montaña y nada más.


kravitz2Porque los discos que vinieron después de Circus comenzaron a dar cada vez más pena. Ya no había ni trasfondo, ni espiritualidad, ni profundidad… ya no quedó lugar nunca más para la música. Recuerdo con especial nitidez cuando tres años después compré 5 y después de escucharlo sentí asombro, luego asco y al final vergüenza. Era como la música que sonaba en el Bershka: sin corazón, sin alma, vacía, música de relleno, música de ascensor, como esos grupos de jazz que improvisan todo el rato, como esas bandas indies que susurran y hacen música para dormir la mona que ponen en Radio 3. Sentí una enorme desilusión. ¿Dónde se había quedado aquel tío neoyorkino que rockeaba al lado de Slash hablándote de resurreción de forma creíble a la vez? Particularmente asquerosas son Fly away o I belong to you, dos canciones de mierda que sonaron en la radio y en la tele un puto año de forma ininterrumpida. Y además el tío se cortó las rastas y se convirtió en modelo de Chanel o de su puta madre y luego hacía anuncios de perfumes y no contento también se metió a actor.

Aún así seguí su carrera con atención. Y aún la sigo. Porque tiene que estar por algún lado, tiene que estar por ahí dentro de él mismo, aquel tío llamado Lenny Kravitz.

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