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Sperm Planet 1

esperma1

2226, año 126 después de Ramona

El vetusto submarino japonés de la segunda guerra mundial alzó el periscopio y, tras observar los destellos de luz que habían acordado, subió a la superficie. La noche era oscura, sin luna, como vagina de loba. Sacaron la lancha neumática y se dirigieron hacia la costa remando en silencio absoluto. La zona estaba desierta, treinta kilómetros al norte de Perth en una franja poco protegida por el Ejército Arcoiris. Desembarcaron sobre la playa y en la loma contigua se encontraban los tres vehículos, que habían sido conducidos hasta allí por tres enormes hombres a los que se veía musculados y con un atuendo extraño: entallado, de un negro favorecedor pero exageradamente limpio y cuidado para ser militar, evidentemente confeccionado por Armani. Los maromos, tras comprobar a través del móvil en sus cuentas bancarias que el fenomenal ingreso en Bitcoins les había sido transferido correctamente, les entregaron las tarjetas de arranque del camión frigorífico y de uno de los coches, el código GPS exacto del almacén con las llaves de la puerta, y se marcharon a toda velocidad conduciendo el tercer vehículo. Las soldadas no parecían muy conforme con lo entregado.

-Joder, este coche llama mucho la atención. -Susana puso mala cara en cuanto vio el Lamborghini Diábolo amarillo pollo que les habían traído.
-Tranquila, Susamari, es que aquí todos los coches son de lujo, estos cerdos viven en la opulencia y el derroche, no hay utilitarios. Pero no va a desentonar entre tanta decadencia.

Romualda y Clotilde abrazaron a Susamari, se cuadraron las tres escenificando el “saludo Ramona” con las manos en forma de vagina y partieron en diferentes direcciones, las dos primeras en el camión frigorífico hacia el Norte y Susamari hacia Perth con el deportivo.

esperma2Estamos en el año 126 después de Ramona. A finales del Siglo XXI después de Cristo las cosas se pusieron feas. Las manifestaciones ecolofeministas contra el patriarcado y el Co2 se multiplicaban por todo el planeta. La presión surtió sus frutos, primero mediante las leyes de paridad, que se implantaron a rajatabal bajo penas de cárcel, pero ellas querían más. Después también consiguieron las “cuotas de discriminación positiva”, copando así por ley el ochenta por ciento de los cargos políticos, mediante los cuales lograron una moratoria que daba el control de los ejércitos a las mujeres por diez años jubilando a todos los mandos masculinos. La cosa se precipitó con la muerte en extrañas circunstancias de Ramona Kellerman, líder del Ecolofeminismo Paneuropeo Antipatriarcado, creado en Bruselas a partir del germen del movimiento MSS (Mujeres Sin Sujetador). Las manifestaciones y la violencia a escala global desembocaron en un internamiento del ochenta por ciento de la población masculina, la que se negaba a aceptar el nuevo orden, primero en guetos, más tarde en megacárceles de trabajos forzados y después, tras aprobarse la solución final, en campos de exterminio.

Los avances en la inseminación artificial se habían disparado desde el año 2050, consiguiendo que la fecundación se pudiera hacer mediante las jeringas Bayer, elaboradas mediante una solución concentrada de espermatozoies sobrealimentados, que podían conseguirse a bajo precio en las farmacias. Los hombres fueron rápidamente apartados por las ecolofeministas, ya no eran necesarios más que para producir semen. Los medios de comunicación y las redes sociales estaban manejados por el poder, ahora detentado por las mujeres mediante la política de terror impuestas por las MSS, y el lavado de cerebro resultó fácil. En menos de un lustro el mundo se había transformado radicalmente.

Después de apenas tres años y medio tras la muerte de Ramona Kellerman, las ecolofeministas habían reducido la población masculina en el setenta por ciento, y en la primavera del año 2099 apenas ya restaba un doce por ciento por eleminar de la faz de la Tierra, prácticamente todos homosexuales, a los que se había respetado porque les parecían un subproducto inofensivo del patriarcado. Pero no todos los gays se habían quedado esperando el fin del hombre. No. En noviembre de 2099 la Alianza Arcoiris, que hasta entonces funcionaba en secreto, dio un golpe de efecto trasladando a todos sus integrantes a Australia. Viendo la barba de sus vecinos heteros rasurar hasta el exterminio, prepararon una salida porque no se fiaban, nunca lo habían hecho, de las mujeres. Fortificaron las costas Australianas, hackearon los sistemas informáticos mundiales de forma masiva y vaciaron los bancos de Bitcoins antes de atrincherarse en el continente oceánico. El 1 de enero de 2100 el Consejo Mundial Femenino les declaró la guerra, pero fracasaron en su ataque porque los gays habían estado varios años armándose hasta los dientes en secreto y aniquilaron al ejército femenino cerca de las islas Salomón cuando ellas se dirigían hacia Australia en la mayor flota jamás construida por el género humano, que fue hundida en su totalidad por un enjambre de certeros misiles lanzados desde las costas del Nuevo Imperio Homosexual. El Presidente del Consejo Mundial Homosexual se fotografió pintando en uno de los misiles con la punta en forma de pene un “Chúpate esa, zorra”.

El camión frigorífico pilotado por Romualda llegó en medio de la oscuridad hasta el almacén. Era una nave industrial dentro de un poblacho con pinta de deshabitado en medio del desierto. Alumbraron hacia la puerta. Clotilde se bajó y abrió el cierre metálico con un gran estruendo. Entraron y pararon el motor. Encendieron las luces y pudieron ver los arcones frigoríficos a los lados. Riquezas sin fin les esperaban, Abrieron el primero, pero estaba vacío. Y el segundo lo mismo, y el tercero, y el cuarto. Comenzaron a desesperarse.

-Romualda, aquí no hay nada, no entiendo qué sucede. Me estoy poniendo atacada.
-Controla tu hipertiroides, Clotilde, y sigamos buscando, la lechecita tiene que aparecer, hemos pagado a esos puercos traidores sodomitas una pasta gansa por ella. Tú sigue con los arcones, yo voy a buscar la vaca mecánica para cargar el camión.
-Será el toro mecánico... uy perdona, sí, la vaca mecánica, no me he dado cuenta.

esperma3No habían contado las ecolofeministas con la perfidia natural de los gays. Los hombres habían sido exterminados tras extraerles todo el semen posible, el suficiente para producir muchas nuevas generaciones humanas. En los campos de exterminio se les exprimía el pene hasta la muerte por deshidratación, y se almacenaba el líquido de la vida en enormes plantas congeladoras. Los nuevos métodos reproductivos harían el resto en las vulvas de las mujeres sin intervención masculina alguna. Pero el día de la revolución gay el ejército arcoiris bombardeo todas las instalaciones frigoríficas destruyendo casi la totalidad del banco de semen mundial, todas excepto en megaalmacen de esperma de Australia situado a las afueras de Perth, que ahora estaría además bajo su control suyo.

La idea estaba clara. Exportar el semen a las ecolofeministas y a cambio que ellas les surtieran de materias primas y de niños que aseguraran la supervivencia en el tiempo de la Australia homosexual. Además, se había estudiado científicamente cómo encaminar a los niños para que desde la cuna se decantaran por la homosexualidad: se había descubierto que un cambio hormonal provocado por la extirpación de la vesícula biliar y la apéndice justo después del nacimiento desactivaba la síntesis de la seropentatonina cerebral, lo que inhabilitaba la región cerebral llamada anótalo cortical, lo cual facilitaba que la atracción sexual instintiva por las hembras desapareciera en el macho. Así de simple. Borrón y cuenta nueva.

Romualda y Clotilde continuaron examinando los arcones frigoríficos. En uno de ellos había una garrafa de ocho litros. Romualda la sacó, le quitó el tapón y metió la lengua por la boca hasta tocar la masa congelada.

-Esto no es semen, está dulce. Para mí que es leche de cabra o algo así, éstos cabrones se han burlado de nosotras.
-Cuando volvamos yo también quiero hacer el curso de catadora de esperma, Romu.

Continuaron con la tarea de inspección hasta que al abrir la tapa de uno de ellos saltó sobre ellas desde dentro un soldado gay escondido, que les soltó una ráfaga de ametralladora haciendo un escorzo estilo chachachá. Cayeron al suelo heridas de muerte. En su agonía se agarraron de la mano para decirse adiós.

-gggg, Cloti, era una trampa. Te amo Cloti, me muero, cariño.
-Argggg, yo también te amo, Romualda. Gays hijos de puta. Siempre han sido así de traicioneros.

De un escondrijo al fondo salieron cuatro tíos armados con metralletas y ataviados con unos impecables uniformes de Armani, entre los que estaban los que les habían entregado los coches en la playa.

-Cerdassss de mierda, creíais que ibais a robar el oro blanco -les gritó el más alto, y amanerado-, ahora vais a saber lo que es bueno, guarrasssssss.

Las desnudaron completamente. Uno sacó un machete, agarró la caída teta derecha de Romualda hacia delante y se la cortó de un sólo golpe.
-Ahora vais a decirnos quiénes son los traidores espías que tenéis en Australia u os vamos descuartizar vivas.
-Que te jodan, maricón de mierda -le espetó Romualda, que aguantando el dolor le lanzó un escupitajo que le acertó entre los ojos.

esperma4Entonces el gay la cogió de la otra mama y también se la cortó. Ella soltaba alaridos. Después comenzó a serrarle un brazo, luego una pierna, y así hasta dejarle sólo el tronco. Con Clotilde repitieron la operación no sin antes orinarla sobre la cara e insultarla. Entonces apareció por la puerta un gay con gorra de plato y galones en el uniforme pegando gritos.

-¿Qué estáis haciendo, putos sádicos? Os voy a meter un paquete que te cagas. Se os dijo que nada de torturas, que las queríamos vivas para inseminarlas, joder, no os enteráis de nada. De lo que se trata es de traer mujeres para inseminarlas mediante este engaño, no de matarlas, idiotas.
-No se preucope, mi coronel, sólo estamos disfrutando un poco, pero le prometo que hacemos unos torniquetes, paramos las hemorragias y estas tías pueden procrear perfectamente.
-Que no me preocupe, válgame Dios. Espero que no muera ninguna de las dos. Yo creo que la gorda fea es salvable, pero la anoréxica rubia imposible, rematadla.
-Sí, señor, a sus órdenes.

Y remataron a Clotilde a machetazos. Romualda agonizaba y lloraba al mismo tiempo, su amada había muerto, pero fue cierto que le cortaron las hemorragias con los torniquetes, que le provocaron dolores terribles pero que la salvaron de una muerte segura.

El litro de semen marcaba en la bolsa de Wall Woman Street Secret precios máximos históricos, el barril costaba la friolera de mil doscientos millones de Bitcoins. Los países femeninos estaban en bancarrota total, y desunidos, porque en cuanto las mujeres se encontraron solas se despellejaron unas a otras sin compasión y se montaron movimientos independentistas en todos los países. La pobreza era extrema, no había mano de obra, el sistema de pensiones había quebrado en Europa y en algunas ciudades de Estados Unidos se había llegado por la escasez a comer carne humana. Por la “Ley mundial antipatriarcado” del año uno después de Ramona, los nacidos varones debían ser cambiados por semen con Australia o ser descuartizados y comidos por sus madres. Las niñas se las quedaban.

Había un problema grave en los estados femeninos. La homosexualidad masculina era fácil de conseguir con la consabida operación antes de los seis meses de vida, pero no ocurría lo mismo con el lesbianismo, que se mantenía al azar, era una casta en minoría dentro del matriarcado. Por lo que no todas las mujeres eran lesbianas en esos países. Y el deseo sexual persistía. Vaya si persistía, lo que creaba descontento. Un incipiente mercado negro de porno masculino producido en Australia circulaba por los continentes femeninos a pesar de la prohibición expresa y la pena de muerte a la mujer que se atrapara con fotos de tíos desnudos, aunque fueran maricas sodomizándose.

En la mansión del gobernador de Perth, Amable Smith, se celebraba el cumpleaños de su mancebo, Rodrigo Jones. Amable amaba a Rodrigo con toda su alma a pesar de sus discrepancias culturales y de la diferencia de edad, cincuenta y cuatro años menor que él. Rodrigo decía que era gerontófilo, pero en realidad Jones era un trepa de cuidado. Ochocientos invitados habían acudido a la gala cumpleaños en el palacio de gobierno, la plana mayor de la élite gay de Australia al completo. Después de soplar las veintitrés velas de la tarta y de que el coro gay de Perth le cantara el cumpleaños feliz, Amable se llevó a su chico con los ojos tapados al jardín a entregarle su regalo.

-No mires hasta que no te lo diga, cielo. AAAAhora, abre los ojos, cariño.

Rodrigo abrió los ojos y se emocionó al instante. Siempre había deseado aquel coche vintage del que sólo quedaban tres en todo el mundo: el Audi LGTB A18 Turbo Diesel con una puerta de cada color, que había sido fabricado por última vez para coleccionistas gueis en 2083. Costaba varios millones de Bitcoins. Gastaba treinta litros de gasoil a los cien kilómetros.

-Amable, eres tan generoso conmigo.
-Y lo próximo será tu cargo en la asamblea general.
-Joder, gracias.

Susamari aceleró Lamborghini saltándose el control militar a la entrada de Perth. Las ráfagas volaban por encima, pero las esquivó con gran pericia, había ganado cuatro títulos seguidos en el Mundial Matriarcado de Fórmula1 Ecoloeléctrica, aunque aparcar no se le daba muy bien. Consiguió ponerlo a trescientos por hora y atravesó la ciudad hasta el palacio del gobernador. Cuando enfiló la avenida que conducía hacia el control de entrada los guardas Armani apuntaron de lejos hacia el coche pero, de repente, antes de que dispararan, uno de ellos ametralló al resto matando a todos. Acto seguido levantó la barrera y Susamari pegó un acelerón para y rebasó la barrera. El guarda la saludó al pasar. Era él, John Summers, el transexual que tenían infiltrado en el ejército gay, el Mata-hari del matriarcado.

Susamari frenó en seco sobre el jardín, descendió del coche a la carrera y descerrajó tres tiros sobre el sorprendido guarda que había en la puerta. Sacó el mando a distancia de su bolsillo y se palpó las lorzas para comprobar que los explosivos estaban allí. Se abrió paso a tiros por el salón dejando cadáveres a derecha e izquierda sin que la multitud se diera casi cuenta debido al alto volumen de la música, en ese momento sonaba a todo volumen la canción vintage de Sonia y Selena “Yo quiero bailar toda la noche”. Llegó al centro del recinto, se subió sobre una mesa y pegó un grito, pero nadie se enteró. Algunos la vieron, pero la jalearon pensando que era una atracción más de la fiesta. Apretó el botón. Grito “POR RAMONA Y EL MATRICARCADO”, antes de explotar y hacer reventar a todos los asistentes gracias a la onda expansiva.

esperma5Amable y Rodrigo subieron por la escaleras desde el búnker garaje y nada más salir a la superficie pudieron ver la destrucción que había cundido en el enorme salón. Cabezas reventadas, órganos internos, genitales de los bailarines, piernas amputadas, todo mezclado con sangre en una orgía de violencia que había provocado la explosión. Se le saltaron las lágrimas a Rodrigo viendo aquello.

-Qué desastre, seguro que han sido las zorras. Hay que hacer algo, lanzarles la bomba atómica de una vez.
-No Rodrigo, necesitamos sus úteros, no podemos exterminarlas. Pero, de todos modos, hace tiempo que te digo que hay un movimiento hetero terrorista aquí en Australia campando en la sombra, el enemigo lo tenemos dentro. Entre nosotros hay muchos gays que no lo son, sólo dicen serlo para sobrevivir, por conveniencia, y ya habrás oído, están montando en el desierto una guerrilla secreta hetero.
-No me vengas con milongas de carcamal. Esto lo han hecho esas hijas de puta del matriarcado.
-Calla, necio, estás borracho. Vámonos y convoquemos a lo que quede del Consejo Arcoiris.
-Esto también puede ser obra de Joseph Urban, Amable. Sólo quiere el poder y es capaz de todo, ahora reclamará el mando de las Operaciones Arcoiris. Te repito que tenemos al enemigo dentro.
-Tú sí que lo tienes dentro, imbécil, que me he enterado de lo vuestro, no me tomes por idiota, que por el interés eres capaz de tirarte lo que sea, Rodrigo.
-Si al menos a tí te funcionara la cosa como es debido, Amable, no tendría que buscarlo fuera de casa.... pero los excesos, amigo mío se pagan.
-Me niego a tomar Viagra, me sienta fatal. Cabrón.

2094, año 6 antes de Ramona

Ramona se estaba ahogando. Por un lado le gustaba, la hipoxia le dilataba el clítoris como una chistorra, iba a tener un orgasmo tremendo de un momento a otro, pero por otro aquella masa gelatinosa de textura parecida al cemento le obstruía la traquea. Intentó toser, pero no pudo. Se estaba poniendo morada, en todos los sentidos, e intentó expulsar aquello, pero sintió cómo se le sentaba encima de la boca y ya no pudo más, se abandonó al placer y a lamuerte, perdió el conocimiento justo mientras se corría.

Al notar el estertor y ver el panorama, ya que Ramona parecía muerta tirada inerte sobre el suelo, el miedo invadió su cuerpo y salió corriendo tropezando mientras se subía la ropa interior. Llegó al coche, lo arrancó y salió a toda velocidad del camino hasta la autopista.


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Navidad en la ciudad. Bella ciudad iluminada por bombillas de colores. Ciudad llena de gente sonriente que espera ansiosa reencontrarse con los suyos. Una fina lluvia, de corrosivas gotas ácidas, bañaba la ciudad, pero apenas se la podía observar a través del cristal del escaparate dentro del Starbucks. Era como una fina cortina helada, se sentía frío al mirarla. La gente corría bajo su manto, de un lado a otro, buscando, buscándolo todo. Cuando tengo todo quiero más.

20672En “Cantando bajo la lluvia” echaron leche en las gotas de agua que caían sobre Gene Kelly para que se apreciaran bien en pantalla, para que fueran más densas a la vista del ojo humano. Podrían también haberles puesto semen, o litio licuado con Prozac, y entonces todos beber de ellas directamente abriendo la boca hacia el gris cielo, como a una fuente de felicidad que manase de las nubes, pero hubiese resultado mucho más caro, pienso yo. Pienso ésto mientras le cuento mi vida.

-¿Tú tienes Netflix o HBO?
-No, yo solamente tengo Emule.

>>Ah, vale. Pues como te iba diciendo a mí sólo me importa que esté limpio lo que se ve, lo que no está a la vista pues mira, me da igual. Trato de manchar lo menos posible, soy muy espartana en eso, no me gusta ir dejando las cosas tiradas aquí y allá. Vivo una vida ergonómica. Pero de repente hace unos días veo el mueblecito escritorio de caoba de encima del aparador de mi habitación con una fina capa de polvo. Y bajo al segundo piso y me pongo a pasar el dedo por el resto de muebles y ni corta ni perezosa descubro que el filo de encima de la caja fuerte que sobresale de la pared está sucio. Y monto en cólera y llamo al mayordomo y él se apresura a decir que Ricarda, mi chica de la limpieza de las zonas privadas, había estado indispuesta el día anterior, que la perdonara. Que la perdonara nada menos. Se permitió el lujo de excusarla. Llamé a seguridad y les pedí que lo acompañaran a la parada del autobús más próxima a la urbanización, que tenía que marcharse. Se despidió no sé si llorando de pena o de rabia, once años de servicio tirados a la basura por ser tan bocazas. No me acuerdo como se llamaba, el pobre. Y luego apareció Ricarda, pero no me dio ni tiempo a afearle la conducta porque tuve que nadar unos largos en la piscina en la máquina de a contracorriente antes de marcharme al aeropuerto a coger un avión para pasar el fin de semana en Bali con mi David. Al llegar al embarque estuve esperándole pero no llegaba y entonces me mandó un mensaje que le perdonara que le había surgido una cosa de última hora, que me marchase yo, que si quería me mandaba a alguien de confianza para que me acompañara. En los cacheos de seguridad un guardia civil me rozó la vulva con la punta de un dedo. Machistas de mierda, tienen un protocolo diferente para las mujeres, de los penes se mantienen bien lejos por si acaso. Hablando de vulvas, mira ésto...

20673Saqué mi móvil Huawei Pink 89017 GXHS 19' y le empecé a enseñar mis fotos artísticas, que ella miraba con cara de pazguata, como sin interés.

-Esta es mi obra. ¿qué crees que representa?
-Pues, sinceramente, no lo sé, aunque parecen penes.

>>Pues no, no son penes. Son vaginas. Vaginas. “Vulvas: la creación y el poder”, se titula la serie de fotografías. En concreto es la vagina de Ricarda, mi empleada filipina, sí, siempre Ricarda. Yo lo que siempre he querido es ser artista, pero de las que ganan mucho dinero y son muy famosas, y salen por la noche programas de la segunda cadena. Se lo propuse a David y contratamos a unos becarios de la facultad de bellas artes para que me hicieran estas fotos que se me habían ocurrido. Le pagamos cien Euros a Ricarda y le tomaron, se dice tomaron, una serie completa de la vulva y el clítoris que luego distorsionadas con Photoshop parecen penes, ¿qué te parece? Pues sí. El feminismo está de moda, hay que aprovechar el tirón. Trescientas piezas confeccioné con la ayuda de mis operarios y monté una exposición por todo lo alto en el Palacio de Congresos, una planta entera sólo para mi obra durante un mes. Las fotos se vendían a cinco mil Euros la más barata, y fue un éxito, las despaché todas, aunque luego me enteré que las habían comprado David y mi padre y que están almacenadas en una nave industrial junto con las bicicletas de la franquicia OFFO que compró David para implantarlas en la ciudad pero que fracasaron porque la gente las tiraba al río. Uy, ¿qué hora es? Se me está haciendo tarde sin darme cuenta.

Saqué un billete de cien para pagarla. Me miró con cara rara.

-Conchi, quedamos que eran ciento cincuenta la hora por escuchar, no cien.
-Mira, no me has estado prestando mucha atención que digamos, así que te voy a dar cien y santas pascuas. Has estado poniendo caras raras como un salvapantallas. Lo siento, la próxima vez sé más profesional con lo de escuchar, por favor. ¿Cómo te llamabas, por cierto?

Puse pies en polvorosa y salí a toda velocidad. Él me estaba esperando cerca de allí. Cogí un coche eléctrico de alquiler. La avenida estaba llena porque la manifestación ecolofeminista aún no había terminado en la plaza del ayuntamiento, y seguramente los disturbios continuarían hasta la madrugada con más heridos y más muertos y todo eso, y como resultado todo este atasco insoportable que me iba a provocar un ataque. En un semáforo abrí el bolso, saqué un Prozac y me lo tragué que casi me ahogo. Sorteé el tráfico a bocinazos y dejé aparcado el Ecolocoche en doble fila delante del hotel. En el ascensor subí ansiosa y excitada. Abrí la puerta y pude verle tumbado completamente desnudo sobre la cama mientras miraba “La ruleta de la fortuna” en la tele enorme que colgaba de la pared. Nada más verme entrar tuvo una erección, pero no movió ni un músculo en el cuerpo ni en la cara. Él es así, serio. Siempre ha sido un hombre serio y algo cortante.

-¿Ya estás aquí? Pensé que no venías. Siempre tarde, tarde, tarde...
-¿Qué tal ha ido todo?
-Parece que bien. Yo creo que nos meterán en la lista para las europeas. A ti los fascistas ésos, a mí, no te lo pierdas, los ecologistas. Desnúdate.

20675Siempre era concreto y conciso, iba al grano, estaba acostumbrado a dar órdenes. Me encueré en silencio mientras sonaba a todo volumen el programa en la caja tonta, esa inmundicia de concurso con ese presentador homosexual y ese cantante que cuando entona llueven piedras del cielo. Él me observaba y, cuando terminé de quitarme las medias, se levantó de un salto y me empujó sobre el colchón, caí boca abajo. Cogió un vibrador negro enorme que descansaba de su profesión sobre la mesilla y me lo introdujo en el recto de un golpe seco, causándome fuerte dolor pero a la vez un gran placer. Después comenzó a meterme la mano en la vagina, primero la punta de los dedos en forma de flecha, y luego los fue abriendo hasta que me dilató lo suficiente y le cupo casi toda la palma, y la cerró como si fuera un símbolo comunista. Viva Lenin. Cuando la mano se había convertido en puño de hierro dentro de mí, la sacó de golpe y cogió otro dildo de color rojo que era de grande como una porra de policía, me lo metió en la vagina y lo puso en funcionamiento a máxima velocidad. Vibraba y me daba calambres, maravilloso. Me dio la vuelta. Entonces se subió sobre mi cara acuclillado y puso su ano a unos centímetros de mi boca. El plato principal, el caviar siempre al final. Me excité muchísimo. Tardó unos segundos en brotar aquello, primero soltó una ventosidad y unas gotitas líquidas, después la ambrosía. Abrí el gaznate para recibirlo. Estaba caliente y duro. Cayó a plomo sobre mi lengua. Entonces tuve un tremendo orgasmo y él se corrió a la vez sobre mi cara, los dos en éxtasis conjunto. Me atraganté y tosí expulsando casi toda aquella masa color café de Colombia, que cayó sobre las blancas sábanas tiñéndolas. Durante unos segundos nos diluímos dentro del placer, exhaustos. Al despertar de aquel paraíso siempre pasajero comencé a escuchar el timbre de mi móvil, que aumentaba de forma progresiva. Me levanté de un salto de la cama y lo cogí.

-Hola Conchi. ¿Qué tal las compras? ¿Encontraste el regalo que te pedí? ¿Está por ahí tu padre? Pásamelo, anda.
-Si, mamá, no te preocupes, acabamos de salir de El Corte Inglés, sólo me falta por comprar el pañuelo de seda para la tía. Está aquí conmigo, ¿quieres que se ponga?


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Circulaba ya por la autopista cuando me di cuenta de que se me había olvidado el litio, el blíster que llevaba siempre en el bolsillo se me había terminado el día anterior y no lo había repuesto. Tuve que desandar lo andado. Cambio de sentido, seis kilómetros de vuelta... apreté el acelerador a fondo, ciento noventa por hora. Llegué a la circunvalación y, tras dos kilómetros y medio, a la salida Oeste de la urbanización. Recorrí a toda prisa los tres interminables kilómetros por sus calles desiertas entre lomas que subían y bajaban como una montaña rusa, hasta llegar a nuestro chalet. Dejé el coche en el garaje y subí en el ascensor hasta el cuarto piso donde estaba nuestro dormitorio. Pero al abrir la puerta no había una sola persona descansando como yo esperaba, sino que estaban los dos haciendo el amor. Pegué un portazo y varios alaridos, golpes en las paredes, espeté maldiciones. Su amante escapó a la carrera tapándose con la sábana mientras recogía como podía su ropa. Me pidió perdón mientras temblaba, aseguró que aquello no era lo que parecía. Que no era lo que parecía lo que habían visto mis ojos, que el caballo blanco de Santiago era negro. Me quité el cinturón y comencé a golpear su cuerpo con fuerza con la hebilla, latigazos con punta de metal. Brotó la sangre de su escuálido lomo. Se arrastró chillando de dolor hasta caer al suelo por el borde de la cama y entonces comencé a darle patadas en los costados. 20562Me agaché y coloqué mi rodilla sobre su espalda, haciendo crujir sus costillas, para que quedara inmóvil y empecé a pegar puñetazos sobre la cabeza, sobre la nuca y las mejillas, con todas mis fuerzas.

Lloraba y pedía disculpas, pero también amenazaba con denunciarme y pedir una orden de alejamiento, como siempre hacía cuando yo imponía mi violencia. Aunque luego no se atrevía a hacer nada. En ese momento decidí que aquella farsa no podía continuar, que me daba asco. Nuestro matrimonio no funcionaba desde hacía años. Al principio sí, éramos la pareja perfecta, él tan guapo y aseado, tan educado, tan delgado y con esa barbita siempre perfectamente recortada, y el trato con mi familia era maravilloso, preparaba unos cócteles y unas paellas estupendas. Además, con un poco de Viagra todo se solucionaba si yo requería penetración. En nuestros días abundan las parejas formadas por hombre homosexual y mujer heterosexual, son uniones normales, respetables, sociales, funcionan muy bien porque los homosexuales son sensibles y se adaptan muy bien a las necesidades de la mujer. A David no le apetecía vivir en la urbanización Rainbow para gays ricos, prefería la opción tradicional de emparejarse con una hembra de buena familia y formar una idem. Tampoco debe ser plato de gusto vivir en una urbanización donde sólo hay hombres afeminados, como ahora se estila dentro del colectivo Fag, urbanizaciones lujosas color de rosa cerradas a cal y canto donde las mujeres no están autorizadas a entrar, para qué. Pero allí cuentan que se aburren mucho, hay demasiado sexo y critiqueo.

David sangraba abundantemente y los golpes lo habían dejado semiinconsciente. Le pegué otra patada en el costado, y emitió un quejido grotesco pero voluntario. Así que cogí mi blíster de litio y volví al coche, iba a llegar tarde a mi clase de italiano. Salí de nuevo de la urbanización y conduje mi coche turboeléctrico a más de ciento ochenta por hora, debieron al menos ponerme seis multas en los radares, pero Jose Pelayo no dejaba a entrar a nadie al aula más de un cuarto de hora tarde. Por suerte pasé rápido los tres controles policiales de acceso al centro ciudad y llegué, con la hora pegada al trasero, pero llegué. 20566Subí al segundo piso saltando los escalones de dos en dos, abrí la puerta, vi la clase llena, pero el sitio que más me gustaba, en la última fila, seguía libre. Prefería aquel pupitre porque era una mesa para profesor auxiliar de madera situada al fondo que, al estar rematada con tablones, no dejaba ver la parte baja del cuerpo de quien se sentaba en ella, a diferencia del resto de pupitres.

José Pelayo Huertas es mi profesor de italiano. Es un cincuentón atractivo de sonrisa cautivadora. Reúne a su alrededor a un grupo de treinta alumnos muy seleccionados, un noventa y nueve por ciento mujeres, que acuden a su clase a escuchar su perfecto verbo y a admirar sus duras nalgas cuando sube al encerado. Casi siempre que me pregunta en clase yo hago señas como de que estoy afónica, porque después de tres años confieso que no tengo ni idea de italiano. Ese día, como tantos otros, esperé a que él trepara al estrado a escribir sus frases en ese idioma extraño y comencé detrás del pupitre salvador mi ceremonia habitual. Empecé a rozarme suavemente las piernas por encima de la ropa, luego el vientre, muy disimuladamente las mamas y finalmente sumergí mi mano dentro de la falda hasta llegar a la vulva y al clítoris, que hinchado de glóbulos rojos, glóbulos blancos y plasma sanguíneo comenzó a palpitar hasta que llegué a un fuerte pero silencioso orgasmo, contenido. Repetí una vez más la operación durante la escucha de la locución grabada de la RAI que ponía todos los días. Tras el relax, me introduje disimuladamente dos pastillas de litio en la boca, pegué un trago a mi botellita de agua y los minutos transcurrieron como segundos hasta que finalizó la clase.

Salí del edificio dudando a dónde dirigirme. No quería volver al chalet. Mi vida estaba vacía y me sentía traicionada por David, que me tenía anulada. Mis hijos me esclavizaban. Decidí tomar rumbo a nuestro piso del centro. Está situado en una avenida enorme por la que ya apenas circulan coches, no están autorizados más que los residentes con vehículos que no emitan absolutamente nada de CO2. Ambas condiciones las cumplo, hemos comprado varios deportivos y todoterrenos Turboeléctricos. Tenemos cuatro pisos repartidos por la ciudad por si queremos bajar para el ocio. Dice mi amiga Susana que en el centro ya sólo residimos los ricos y guapos. Las calles antes ruidosas y llenas de humo y lumpen, de mugre, ahora son silenciosas y limpias, inodoras. Llegué al piso. Allí tenía todo lo necesario para vivir, mi ropa, mis dispositivos y mis objetos, todos duplicados como en el chalet. Por las ventanas entraba una luz limpia pero extraña, y no se veía a casi nadie caminar por las aceras. Un silencio sepulcral invadía todo, excepto el ruido que un semáforo emitía para indicar a los ciegos que podían o no cruzar, cruzar o no una calle de cuatro carriles por la que en diez minutos apenas pasaron dos coches en hora punta. Frente a la ventana del salón, en la acera de enfrente, podía observarse la cristalera de un gimnasio, con sus cintas de correr, sus elípticas y sus bicicletas estáticas, sobre las que se podía ver a la gente tratando de ponerse en forma. Sus movimientos son hipnóticos cuando hacen cardio, se mueven y sudan, se mueven y sudan, se mueven y sudan. A veces me excitan. Tenía que dar un giro a mi vida. Llamé a mi amiga Susana. Le conté lo que había pensado y me dio la razón en mi decisión drástica. Su marido también era homosexual, pero seguían, siguen, juntos por sus hijos, por su estatus y porque él sólo hace el amor con ella, con nadie más, mediante Viagra doble, o triple, pero siempre cumple. Me sugirió que acudiera esa semana a la feria de franquicias y emprendedores que se iba a celebrar en el recinto ferial, ya que como yo ya no quería tener más relación con David era bueno que rompiera todos los lazos con él, incluso los comerciales. David y yo cuando nos casamos montamos una red de clínicas dentales. Mi padre puso el dinero, éramos constructores, nuevos ricos. El suyo era militar, puso la posición social. Habíamos estudiado odontología juntos en una universidad privada en la que nos conocimos. No aprobábamos ni la religión, pero el dinero rompe barreras. Y las clínicas fueron un éxito total. Ahora lo que yo quería era montar otro negocio de éxito como el anterior, uno que diera réditos y poco trabajo.

Acudí a la feria. Franquicias. Restaurantes de comida rápida. Perfumerías. Inmobiliarias. Seguros. Aburrimiento. Pero cuando ya iba a desistir asqueada se me acercó un chico rubio jovencito con acento extraño que tenía un stand y me sugirió acudir a una charla en la que invitaban a Möet, y por lo bajini me dijo que si quería podría esnifar cocaína superpura también. Siempre me ha gustado ese champán, así que acudí a la sala de reuniones. Allí estaba de nuevo el joven, que se me presentó. Se llamaba Mijai Georgescu. 20563Era comercial de una firma rumana multinacional, “Ușor de bani”, que movía muchos billones al año en Europa. El negocio consistía en que, tras pagar un canon a la central, ellos te proporcionaban toda una organización de recogida de fondos mediante empleados.

El negocio era una maravilla y ellos tenían la exclusiva. La mano de obra asequible era muy difícil de encontrar desde que el nuevo orden mundial había cerrado las puertas de salida de África, Asia y Sudamérica. Ahora las razas convivían en paz, cada una en su continente, sin que se les dejara salir más que en casos justificados. Sin negros ni chinos la producción a mano se concentraba en fábricas robotizadas y el resto de europeos se las apañaban como podían, pero en paz. En las periferias dormitorio subsistían las clases bajas. En el centro y las urbanizaciones, lugares cerrados por el estado sólo aptas para gente con permiso del gobierno de La Unión Europea, vivimos los que tenemos ingresos suficientes para mantener los equipamientos, la eficiencia ecológica, para no contaminar y para pagar las tasas que sostienen el estado del bienestar. Las ciudades están limpias, los cielos y el aire son puros, como nunca, todo como una patena, la lluvia ya no es ácida, y no hay conflictos sociales. Un mundo ideal. Pero encontrar gente que te haga las tareas duras resulta francamente difícil. Los gitanos rumanos eran la única solución a este duro problema productivo dentro del viejo continente.

Mijai era claramente homosexual, pero me hizo el amor con gran sensibilidad y cerramos el trato. Poseía un gran pene y una lengua de gato, y no tenía problemas a la hora de los negocios en tomar Viagra a discreción. “Usor de bani” se encargaría de la importación de gitanos, en un principio pensamos en doscientos cincuenta, y me prometieron que de ellos unos cien serían tullidos, mucho más productivos. Los traerían en cinco autocares y los alojaríamos en una nave alquilada de la periferia. Los catres y la comida llegarían todos los días en sacos que la franquicia se encargaba de aportar, comida natural y nutritiva con muchas vitaminas para mantener la actividad de los empleados, que trabajarían media jornada, doce horas, en el centro, en las puertas de las iglesias y de los grandes almacenes. Cada uno recaudaba una media de cincuenta Euros al día, diez de ellos se los quedaba la matriz en Bucarest y el resto serían para el franquiciado, o sea, yo misma. Todas las mañanas los autocares se los llevaban y por la tarde los recogían para devolverlos a la nave. Se les pagaba mediante techo, comida, una vida mucho más digna que la que llevaban en sus poblados de los Cárpatos, donde las malas lenguas dicen que se practica incluso el canibalismo. Los beneficios para mí serían de cinco mil Euros al día. Una cantidad modesta pero aceptable para empezar. Luego podríamos ir ampliando el negocio a otras ciudades, con muchos más gitanos. “Usor de bani” garantizaba el monopolio. Qué guay.

Los meses pasaron y mi nueva vida era todo un éxito. Cada día ganaba más dinero, no tenía tiempo ni de gastarlo, me encendía los cigarros con billetes. No volví a ver a David ni a mis hijos, lo que me liberó totalmente del estrés, ni en pintura quería saber nada de ellos. Me hice tarjetas de empresa en las que me llamaba "Conchi del Monte", en  vez de "Concepción Monte", sonaba mucho mejor y noble. Mi nuevo yo. Salía todas las noches con Susana a bailar o iba a manifestaciones feministas de las que se organizan todos los días ahora en el centro que siempre terminan quemando alguna iglesias o alguna sinagoga. La coalición de izquierdas con los ecologistas ganó las elecciones por sexta vez consecutiva y me afilié al Partido Verde, me hice voluntaria para defender al planeta del enfriamiento global, que ahora había sustituido al calentamiento debido al bajo CO2. Mi vida era de postal. Entonces hubo una cosa que comenzó a descarrilar, a chirriar, a desestabilizarme. Era el semáforo de enfrente de mi casa, su sonido, su desagradable musiquita electrónica. Como no había ruido de coches ni de gente en la avenida, sólo se escuchaba el pitido estridente para facilitar el cruce a los ciegos. Así, pin pin, pin pin, de cada minuto y medio treinta segundos. No podía soportarlo. Me sentaba delante de la ventana a mirar a la gente del gimnasio de enfrente haciendo ejercicio mientras me masturbaba al observarlos sudar, pero el sonido del semáforo maldito me cortaba el rollo. Me metía en la cama y escuchaba de fondo ese idioma para ciegos repugnantes. Ni tomándome dos valiums conseguía conciliar el sueño, tenía metido su murmullo en el cerebro. No podía más.

Pensé seriamente en suicidarme. Encargué a Mijai un arma de fuego, que me la trajera de Rumanía. Dos días más tarde vino a mi casa con un fusil de asalto. Fuimos juntos a un campo de tiro y practicamos la eutanasia a un par de ancianos rumanos paralíticos para hacer puntería. Era entretenido Se me daba bien disparar contra blancos móviles. 20564Cuando volví a casa cargué el arma y la apunté hacia mi cabeza, pero no pude hacerlo, fui cobarde. Entonces abrí la ventana y disparé primero contra el semáforo, que reventó en mil pedazos estruendósamente. Un perro ladró a lo lejos, pero volvió a hacerse el silencio sepulcral en unos segundos. Después apunté contra la cristalera del gimnasio de enfrente y solté una ráfaga. Los cristales saltaron hechos añicos y se vio a lo lejos como la sangre empapaba las blancas paredes. Se escuchaban alaridos de dolor. Volví a disparar otra ráfaga, y luego otra, hasta que cesaron. Tres horas más tarde acudió un coche de la policía municipal.

Para evitar la cárcel, porque había asesinado a gente del centro ciudad y eso estaba muy penado, tuve que pagar bastantes millones de Euros, lo que me dejó casi arruinada, tuve que tirar de casi todos mis ahorros. Aunque pronto me recuperé gracias a una ampliación del negocio de la recaudación de fondos mediante gitanos rumanos. Susana y su marido, al enterarse de mis problemas legales y financieros, me prestaron dinero a cambio de acciones de la empresa y pasamos a trabajar con quinientos operarios en plantilla, compramos un hangar para alojarlos y veinte autocares más para el transporte. Para festejarlo ella intentó quedarse embarazada de su cuarto hijo mintiendo a su marido diciéndole que todo iba bien con el DIU, pero se lo ladeó con la punta de una percha, y el día que le dieron el resultado de los test de preñez para celebrarlo nos fuimos a bailar y a una manifestación ecolofeminista que terminó con graves disturbios, treinta manifestantas heridas, dieciocho antidisturbios con lesiones y tres policías municipales en coma etílico. El niño nació el 1 de enero de 2056 mediante una cesarea programada. Pesó cuatrocientos treinta gramos.

Al final volví con David. Porque repararon el semáforo y aquello no había cristiano que lo aguantase.



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