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Vos (otros)

vosotros1

Gracias, antes que nada, por aceptar prestaros a esta especie de juego, de alocución en dos fases, que se explica por lo difícil que me resulta desprenderme de mi condición de profesor, filólogo y miembro de la francofonía más cartesiana incluso en este tipo de situaciones.

vosotros2Pues, bien, resulta que, por lo que yo sé, el castellano es una de las pocas lenguas romances (o la única) que ha generalizado el pronombre personal de segunda persona del plural con su refuerzo. En las demás lenguas que conozco y en las que pueda aparecer esta forma reforzada (el frances con vous autres o el italiano con voialtri), esta solución sirve para remarcar el hecho de la no adscripción del hablante al grupo al que pertenecen sus interlocutores. En castellano, pues, es como si, de entrada, no nos pudiésemos plantear nunca la identificación con las personas a las que nos dirigimos. Hay, pues, a mi modo de ver, una noción de frontera muy marcada que podría, quizás, explicar parcialmente nuestro gusto por la territorialidad y sus banderas. Pero, bueno, esto nos alejaría demasiado del propósito de esta colaboración.

Vosotros implica un yo claro o, como mucho, un nosotros, que insisten en un principio de diferencia. Se puede, entonces, inferir que vosotros ahonda directa e indirectamente en el concepto de identidad individual y-o grupal.

Pero es que vosotros no se opone sólamente a yo o a nosotros, sino que lo hace también a ustedes. Ustedes incorpora un distanciamiento (por cortesía o por voluntad de desapego) del interlocutor. Y se abunda también en este alejamiento a través de la traslación en la marca de persona: pasamos de la segunda (más natural y cercana) a la tercera (más abstracta). Muchos jóvenes de hoy en día, educados en la inmediatez, el sentimentalismo y la espontaneidad, no emplean ustedes no sólo por incompetencia gramatical (no saben conjugar el resto de la frase en tercera persona) sino por no encontrarlo natural.

vosotros3Así que, eligiendo vos, quisiera que midiérais lo que para mi representa este tratamiento de alteridad descartada y familiaridad, sobre todo en el ámbito de la segunda parte de mi parlamento. No es que, desde una posición de superioridad o inmodestia quiera yo rebajarme a vuestro nivel sino que, por una vez, me quiero dirigir especialmente a unos lectores que conozco y trato de alguna manera en su mayoría.

Os escribo a vos, a los que me lleváis acompañando, como mínimo, en algún período de mis cincuenta y cinco años. Vos, a quien debo cada una de las palabras que habéis leído hasta aquí.

Y ahora, si habéis aguantado esta pequeña excursión erudita, os pediría que sufrierais lo que os quiero decir en ¡A mí, plin!

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