a propos

Henry

 

Henry es un personaje real. Quiero decir que es una persona real, y a la vez un personaje. Simplemente no podía dejar pasar la oportunidad de hacer un "A propósito de..." y dedicárselo, no se por qué. Me suena a algo pero no sabría decir a qué. ¿Una peli? ¿Un libro? ¿Un videojuego? ¿Es Henry una especie de Max Payne, o más bien un Archie? Lo cierto es que durante años Henry fue mi vecino de arriba. El Henry real, el chico pálido y pelirrojo de ascendencia sueca que solía encontrarme en las escaleras y con el que charlaba de temas triviales como el terrorismo o la desobediencia ciudadana. Henry se especializó en vivir al límite de lo tolerable. Por definición antifascista, el hecho de vivir al lado de un colegio de monjas le llevó a protagonizar todo tipo de anécdotas (salir desnudo al balcón, arrojar cotidianamente la basura al patio del cole, vomitarles, fumar porros y arrojar las chustas, etc etc...) y cada cierto tiempo el casero amenazaba con echarles del piso, a lo que él y sus compinches respondían con algún tipo de fórmula mágica que les procuraba un mes más de estancia sin pagar. Creo que cuando por fin se marchó adeudaba más de ocho meses de alquiler, y negoció hasta el último minuto para prorrogar su estancia. Un máquina. ¿Qué decir de alguien que se sacaba el sustento posando desnudo para el alumnado de Bellas Artes de 1º y 2º curso? ¿Qué temple no hay que tener para pasar horas recostado en postura laxa y contemplativa mientras post-adolescentes hormonadas y bohemias retratan hasta el más mínimo detalle tu anatomía? Lo dicho, un crack.

henry3Recuerdo varios 20-N en los que me crucé con él por la calle y me puso al día de las novedades: que si un nazi ha pegado fuego a la okupa, pero no pasa nada porque ya ha pillado lo suyo; que si la policía ha ejercido de guardaespaldas de los falangistas durante la concentración ante la catedral, pero no pasa nada, porque cuando se iban han pillado; que si han robado la bandera que cuelga en cierta conocida rotonda y la han usado de manta para el botellón, pero no pasa nada, ya se la han dejado a los yonkis para que den explicaciones a la policía ("la estábamos guardando aquí, señor agente")... Siempre había alguna aventurilla que contar, siempre al acecho de los grupos de calvos organizados para que no se propasaran sin respuesta... un gentleman de mirada inteligente y aspecto inofensivo, que ocultaba al guerrillero urbano que áspero y mordaz se despachaba de todo y de todos a la mínima oportunidad. Junto a un gallego, el Pato, protagonizaron todo tipo de incidentes en el bloque. A mí me caían bien, pero a otros vecinos les tenían negros. Y eso que mi edificio se parece bastante a las "repúblicas" portuguesas, es decir, nidos de estudiantes "Erasmus" que pasan los meses de beca de fiesta en fiesta... aun así, han sido los que más veces han convocado a la policía en mi portal con diferencia en los ocho años que llevo aquí, y porque volaron (les parecía caro, je), que si no seguirían dando guerra.

Henry volvió a Suecia. A vivir de papá, pensaríais. No, a vivir de "papá" Estado. Porque en el Norte aun se puede vivir del Estado, y no como aquí, que es al revés. Cómo estarían las cosas para decidir volver al frío norte, después de tantos años en la soleada Granada. Poco antes de irse me lo encontré y charlamos un rato sobre la mierda de país en la que vivimos (sí, por corrupto, por miserable, por envidioso, por decadente, por atrasado, por acomplejado, por facha, por que nos da la gana decirlo) y claro, quedamos en vernos en un futuro. Si hay futuro. Porque claro, la mierda de país se extiende a la mierda de continente, y de ahí a la mierda de mundo egoísta e hijoputa, y puede que el siguiente telediario nos incite a llenar la nevera y escondernos, en lugar de comprar perfumes y coches. Díganselo a Putin, al norcoreano de las alzas en los zapatos, al amigo americano y al politburó chino, que parece que vayan a empezar a jugar al "tu la llevas" de un momento a otro, pero con misiles balísticos intercontinentales. No es por echar mal fario, pero como cantan los "Mamá Ladilla": "Las bombas nucleares están cogiendo polvo...".

Así que Henry cogió su fusil y se marchó a las gélidas tierras noreuropeas no sin ganas de liarla allí, aunque no tiene la misma gracia porque aquí al menos si la lías puede que tengas algo de razón, pero allí no. Allí si que te dan casa, alquiler social, trabajo, préstamos, ayudas... impulsos a emprender, vigilancia del fraude a gran escala, solidaridad social con los desfavorecidos... vamos que allí quemas una papelera y te sientes hasta mal, no como aquí que ya la gente empieza a practicar el "tiro al político".

Pobre luchador, ¿volveremos a verlo? ¿Será un burgués recalcitrante y apegado de lo suyo, cuando la bonanza lo aplaque del todo? Hay gente a la que las circunstancias les conforman más que a otros. Espero y deseo que a Henry la vida acomodada no le vuelva un burócrata. Porque si es así, merecerá que cualquier punk arroje la basura en su jardín. Todos los días.


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Dollar Brand: Jazz Epistle verse 1

No fue fácil mi aterrizaje en el jazz sudafricano. La emblemática composición "Mannenberg" de Dollar Brand fue mi primer lazarillo, y me dejó desdichadamente perdida. La primera vez que oí el nombre de la etiqueta, pensé que era un simple artilugio de marketing para vender un festival de jazz que se celebra en la primavera sudafricana en la ciudad de Cape Town. No ayudó a entenderlo mejor, el cierre de los pocos lugares en el que se podía disfrutar de conciertos de jazz en la ciudad costera. Emblemáticos club de jazz como el café Mannenberg y el Green Dolphin cerraron sus puertas por falta de clientela. No entendí hasta que me topé con el músico.  

No fue una inmersión directa al sonido del Cabo. Dollar Brand se sirvió de John Coltrane para hacerme entender. Su interpretación de “For Coltrane” fue mi viaje de iniciación a ese mundo sonoro con acento africano. Quise saber más, quise descubrir de qué estaba hecho el músico sudafricano para llegar a transformar, a modelar y hacer suyo el alma de Coltrane. Y empezaron a bajar por la escalera musical sus composiciones de los años 50 y 60. El ritmo empezó a acelerarse, los silencios se hicieron más cortos, y se me apareció el Cabo de los vientos azotando a golpe de tambor Khoi-khoi por doquier. Empecé a entender, a degustar, a apreciar, y me dejé llevar por la tentación y salté. Salté dentro del mundo del jazz negro sudafricano.

Dejé que Dollar Brand me cogiera de la mano. Confiándome al capetoniano lazarillo  fui arrastrado hasta Jazz Epistle verse 1, el primer álbum compuesto e interpretado por músicos sudafricanos negros. En la legendaria banda se reunieron lo mejor del jazz sudafricano negro de los años 50: Kippie Moeketsi, Jonas Gwangwa, Hug Masekela, y Dollar Brand. Su primer álbum salió a la luz justo unos meses antes de la matanza de Sharpeville en 1960, augurando la carrera de obstáculos que les esperaba, estados de emergencia, represión y prohibición en Sudáfrica. El cuarteto tuvo que pasar a la clandestinidad para seguir tocando y su música quedó resonando exclusivamente en los guetos para negros del apartheid.

El exilio forzado del cuarteto por tierras europeas y norteamericanas les llevó a compartir escenarios con sus maestros del Jazz, Ellington, Monk, Parker, Coltrane, Mingus, Cherry... Siempre con la convicción de construir composiciones sonoras de “afirmación de nuestra cultura”. Pura áfrica. Torbellino a golpe de percusión, a golpe de trompeta y clarinete, movimientos de manos que hielan nuestra sien, sin deja espacio a la reflexión. Pura energía que emana de la inmensidad de una tierra en que uno se siente estremecido por su grandeza, por su golpe de tambor. Y yo entendí.

Dollar Brand abandonó su tierra y se convirtió en Abdullah Ibrahim. Pero su música  sigue resonando en el viento del Cabo junto a sus antiguos camaradas. Los cuatro jinetes del arco iris cabalgan en la cima de la Table Mountain.


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Simón Vélez y Marcelo Villegas

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Cuando acabe de presentarles la apasionante aventura profesional de Simón Vélez y Marcelo Villegas, se darán Vds. cuenta de que no se trata sino de una reedición de la desigual batalla que cada día libran un puñado de conciencias críticas contra el desolador y arrollador mar de fondo del pensamiento único.

En lo que éste tiene de globalizador, como en tantas otras facetas de nuestra civilización, el objeto es el mismo: desautorizar al individuo en su facultad de erigirse en el auténtico protagonista de su vida, incapacitarlo formativamente y desvincularlo de cualquier proceso de decisión referido a todo aquello que más lo concierne.

De la misma manera que se pretende desconectarnos de los saberes tradicionales referidos al conocimiento de nuestro medio natural y que se nos priva cada vez más de la competencia de reparar nuestros vehículos particulares por no hablar de los innumerables aparatos tecnológicos de los que nos vamos rodeando, en el ámbito de la arquitectura, desde la segunda mitad del siglo XIX, se va acentuando la voluntad de quitarnos la palabra en lo que se refiere, esencialmente, al lugar donde moramos, nuestra casa, al terreno donde nos socializamos, la ciudad.

Se calcula que un tercio de la Humanidad duerme en la calle o en espacios indignos. Buena parte de la restante ocupa lugares cuyas características no se le han consultado. Lo peor : el negocio inmobiliario, cada vez más estandarizado en sus formas y contenidos, ha conseguido invertir la proporción en los destinatarios del beneficio que genera. Si, hasta mediados del siglo XIX, el 80% de los costes estaban asociados a la mano de obra, hoy en día, ésta tan sólo representa un 20%. El resto del lucro se lo reparte un minoría: arquitectos o estudios de arquitectura, fabricantes de elementos constructivos 'listos para montar', extractores y transformadores de las distintas materias primas necesarias. De modo que, en líneas generales y de acuerdo con las características de la mayoría de las obras que se acometen ahora, es cada vez menos necesaria la concurrencia de los artesanos tradicionales: carpinteros, yesistas, albañiles, etc. O, al menos, al nivel de competencia que se les supuso antiguamente.

simonvelez2La 'arquitectura' con mayúsculas actual, es decir, cuando no trata de construir insulsos paralelepípedos presuntamente habitables,  es una especie de 'star system' en el que triunfan arquitectos cuya voluntad es imponer formas y volúmenes previamente diseñados en un ordenador sin tener en cuenta a ocupantes y entorno (encaje paisajístico y climático, posibilidad de rentabilizar materiales del lugar). Cuando se impone el principio "what you see is what you get", vendido al indefectible político de turno, las más de las veces, el arquitecto no ha pisado el lugar en el que se edificará su creación. El resultado ya lo conocen Vds. A similar temperatura ambiente, no hay manera de distinguir un desarrollo urbanístico de Sevilla de uno de Santander. Y, si hablamos de las 'grandes realizaciones',  pues ahí tienen Vds. la Ciudad de las Ciencias de Valencia, la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, etc. que han englutido millones y millones de euros y cuya rentabilidad social se aproxima a cero.

Es en este contexto en el que cobra todo su sentido lo que se ha dado en llamar Arquitectura Vernácula, en el que debe elogiarse la labor de un arquitecto y de un ingeniero, los colombianos Simón Vélez y Marcelo Villegas. Ellos son la prueba de que, en el ámbito constructivo, se puede recuperar el sentido común. El ser humano, en su calidad de usuario, puede volver a colocarse en el centro de la obra. A todos los niveles.

Como genuinos exponentes de la Arquitectura Vernácula, Simón Vélez y Marcelo Villegas se han propuesto poner las cosas patas arriba empezando por los materiales. Han estudiado las características y virtualidades de aquéllos más disponibles y, por tanto, más baratos en su entorno y han descubierto que un tipo de bambú (Guadua Angustifolia Kunth), abundante en las medianías del relieve colombiano, reunía propiedades de ductilidad y resistencia para constituirse en elemento constructivo estructural de primer orden. Tan sólo había que mejorar lo que la arquitectura tradicional indígena no había resuelto: las soluciones de anclaje e interconexión de dichos elementos. Con el tiempo, Simón y Marcelo descubrieron que la incorporación de cemento de tipo Portland y el empleo de varillas fileteadas (dos 'ingredientes' comunes, baratos y de bajo perfil tecnológico) podían otorgarles el pasaporte de idoneidad y de sostenibilidad a sus estructuras.

Nuestros protagonistas han construido puentes (uno, techado y con dos ojos, de cuarenta metros, sobre la autovía Bogotá-Medellín), pabellones (como el de Colombia en la Exposición Universal de Hannover: 40m de diámetro por 14m de altura) y muchas, muchas villas de ricos compatriotas. Han sido precisamente los más ricos con cierta conciencia ecológica quienes los han aupado a su bien merecida fama. Ahora que se lo pueden permitir y les llueven los encargos, proyectan viviendas sociales de cuatro plantas en Colombia y les han pedido colaborar en la redacción de la normativa colombiana sobre explotación de recursos agroforestales. Sepan Vds. que la especie de bambú de la que hablamos necesita, como toda Gramínea, ser recolectada periódicamente para su conveniente proliferación y desarrollo. Se calcula que una superficie de 500m2 de esta especie produce, cada diez años, el material necesario para edificar una casa de proporciones modestas.

Merecen asimismo una particular consideración los cuadernos de Vélez. Pues han de saber Vds. que todos sus proyectos ven la luz con minucia en estas libretas (de alta gama, dicho sea de paso) y que la versión informatizada de todos los esquemas sólo es una traslación virtual, un trámite para contentar a todos aquéllos que todavía no se han enterado de nada y necesitan presentar cualquier proyecto en este soporte para darle carta de naturaleza.

simon velez3Simón y Marcelo no se separan de sus cuadernos, pero tampoco de sus colaboradores, de sus escuadras de artesanos de todo tipo. Ellos interpretan a la perfección las anotaciones en papel y, en caso de duda, llaman por teléfono a sus superiores. Si es preciso y cuantas veces sea necesario, ellos se desplazan a la obra y efectúan los ajustes oportunos. Preguntado por lo que le costará su construcción en bambú, un colombiano responde que no lo sabe exactamente, que se trata de pagar a 20 obreros por 8 meses de trabajo. Desterrado, en el cálculo, todo lo demás por irrelevante.

Simón tiene 64 años y se plantea dedicarse a la formación de jóvenes arquitectos, publicar sus métodos y, sobre todas las cosas, no patentar sus sistemas.

El Pabellón de Hannover costó 100.000 dólares construirlo y 2 millones de euros autorizarlo (es decir, pagar por las gestiones burocráticas que lo convirtieran en una excepción constructiva con arreglo a la normativa tudesca). En esto hemos convertido la arquitectura.

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