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Leviathan

Cuando era pequeño, en las batallas que librábamos con soldaditos de plástico siempre iba con el bando de los pro-soviéticos. No sé por qué, pero durante mi juventud siempre fui muy antiyanki, y tenía una imagen bastante romántica e idílica del telón de acero; los americanos eran unos gilipollas y los rusos unas bestias pardas a los que admirar, tío Stalin era un tío simpático de sonrisa burlona y Breznev ese abuelo que nunca llegué a conocer. Esa entelequia se me ha ido, afortunadamente, diluyendo. Rusia es ahora para mí sinónimo de burocracia, mafia, latrocinio y falta de humanidad. ¿Qué quiere decir “humanidad”? En fin, corramos un estúpido velo sobre la "humanidad". Esa es la linea que metafóricamente traza “Leviathan”.

Rusia es hoy una caricatura mala de lo que fue, un paisaje decadente de edificios en derruidos y de barcos semihundidos en el contaminado mar Caspio o en el casi extinto mar de Aral. Pero las desgracias no son por obra y gracia de la ideología, sino de la propia condición humana, el más repugnante de los contaminantes, más potente que Chernobil en pleno incendio. Tras la época del llamado “procedimiento de choque” privatizativo capitaneado, tras la grotesca glásnost gorbachovesca, por Yeltsin y Gaidar, una serie de “amiguetes” del poder metidos a mafiosos de nuevo pelo expoliaron al país de su riqueza y, lo que es peor, de su contenido, de su alma. En realidad eran los mismos de siempre, los que antes habían esclavizado a las masas mediante el puño de hierro del KGB, los que las habían mandado al gulag durante la era soviética, que ahora se metían a capitalistas salvajes. Hoy en día, Rusia arrastra la misma burocracia anquilosada y la misma tiranía abyecta que en el pasado, lLlámalo soviético o zarista. Pero ahora, para colmo de males, suma sobre sus espaldas el peso de una enorme, gigantesca, desigualdad social. Es un estado gobernado por una mafia supuestamente democrática ("Democracia", otra palabra para cubrir con otro tupido velo), sin justicia ni rumbo. Es el país del “esto es lo que hay, y si no le gusta se jode usted”.

leviathan2“Leviathan” habla de esa falta total de esperanza. Resignación y vodka, es lo único que les queda a muchos en ese inmenso territorio congelado por dentro y por fuera, un país enorme hundido hasta la cintura en un infecto permafrost. El vodka no sirve sólo para calentarse al ruso, sino también para olvidar el presente y para recordar supuestos mejores años, donde casi cualquier tiempo pasado fue mejor a pesar de cualquiera de los pesares. Resignación, ahora cristiana, donde antes huvo resignación soviética atea. Siempre les toca pagar a los mismos bajo la bota del vecino, del que es más listo o del que se mueve más deprisa para arrimar el ascua a su sardina. Aunque, al menos, antes papá estado aportaba cierta pátina de dignidad aún bajo su brutalidad, y pagaba, en parte, la calefacción de los pobres.

Rusia es ahora el país donde todo vale y donde todo es posible. Donde gobierna un taxista de Leningrado antiguo trabajador del KGB. Rusia es ese gigantesco “Leviathan” barado en la playa, devorado hasta los huesos por las aves carroñeras más voraces: los hombres. Un país de guerras patrióticas donde los popes han sustituido a los comisarios políticos, donde la mafia ha tomado las riendas del juego, ese que antes manejaba embriagado hasta las trancas el politburó.

leviatan9En los títulos de crédito iniciales de la película de Andrey Zvyagintsev puede leerse que el film cuenta con la financiación del Ministerio de Cultura Ruso. Me froto los ojos, incrédulo. Dentro de la vorágine sin fin del régimen putinesco, la crítica hasta ahora se combatía directamente con dosis Polonio suministrado en ricos platos de sushi o de caviar Beluga. ¿Qué coños pasa aquí? ¿Putin se ha vuelto blando? ¿Ya no habrá más Politkóvskayas ni más Litvinenkos? Quizás la respuesta sea que ya da todo un poco igual, que han vencido la resistencia de todo bicho viviente, que han carcomido hasta el esqueleto al país, que la resignación es la moneda corriente del pueblo ruso a través del tiempo y de los regímenes del color que sean. Esa resignación una divisa mucho más potente que el rublo o que el petroleo de Yukos, más ladina que el maquiavelismo de los Berezovskis, de los Jodorovskis, de sus barbudos popes o de sus putas madres. Todos a Siberia, todos al gulag....


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