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Debajo de la palmera

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Creo que los auriculares todavía siguen en la mochila. Hace dos días que llegué, pero ayer, si no recuerdo mal, no los usé para nada. Allí estarán. Me tomé el último sorbo de café y llevé la taza a la cocina.

Había llegado la hora. Aproveché para coger el portátil y accesorios varios para preparar el chiringuito. La videoconferencia estaba convocada para las 9.30 y esta vez no íbamos a tener retrasos por problemas con la red hasta que nos pudiéramos conectar todos.

palmera3Hay días en los que los escasos segundos que tarda en reiniciarse el ordenador se perciben como años. Escribo la clave de acceso y a funcionar...

Cuando me conecto, ya están en línea los compañeros de la fábrica. Almudena, tal y como esperaba, todavía no ha llegado. A esta hora todavía está en el camino de la guardería a la oficina. Voy a llamar a Ismael. Sabiendo cómo es, seguro que se ha puesto a hacer algo y se ha olvidado de esta reunión extraordinaria. Mientras tanto, se conectan Sacha, Freddy y Jennifer desde las filiales del grupo.

-Hola a todos. Lo primero, quiero pediros disculpas por convocaros con tan poca antelación a esta reunión, y también comentaros que no va a durar más de un cuarto de hora. El motivo de la misma es para comunicaros que ayer recibí un Whatsapp del gerente informándome que ya habían encontrado a la persona que va a sustituirme en mi puesto y, como miembros de mi equipo, quería ser yo el que os diera esta noticia.

No hubo preguntas. Sinceramente, yo tampoco las esperaba. Se trataba tan solo de comunicar una decisión ya tomada. Tan sólo eso.

El cambio, cuando es una elección, supone una liberación frente a una rutina monótona y asfixiante en una realidad externa volátil. Ayuda a crecer y a enfrentarse a nuevos retos. Sin embargo, el cambio, cuando es una obligación, plantea un reto para pretender aparentar que se generan nuevas estructuras, procesos, objetivos, que en realidad suponen un cambio de nomenclatura, un laberinto léxico en el que aferrarse desde los altos estamentos para mantener la esencia inamovible como objetivo. Es un arma utilizada para seguir ostentando las mismas butacas. Enfrentarse a los cambios reales vendrá después, o lo hará otro.

palmera4Todo proceso de cambio que provoque tanto nuevas metodologías como cambios en la terminología entra en lucha voraz con las dinámicas históricamente aceptadas y asimiladas, siempre remanentes. El cambio despoja al cerebro de su continuidad y la convierte en recuerdos. Interrumpe la regularidad y promueve la reflexión sobre comportamientos inconscientemente asumidos hasta el momento. Aunque a veces no, tan sólo se aferra en la frase victimista y lapidante. Esto se hace así porque siempre lo hemos hecho así.

A esa hora estaba solo en casa. Lucía salía poco antes de las ocho para ir a trabajar. Apenas hace unos meses que habíamos empezado a vivir juntos, hecho que condicionó mi cambio de residencia al sur. A fin de cuentas, mi trabajo consistía en viajar y coordinar equipos localizados en diferentes áreas, con lo que, en principio, no debería de suponer apenas diferencia en mi desempeño.

Se acabó la conversación. Poco más tenía que decir. No sé si realmente estaría quince minutos hablando como les dije, pero si la espera relativa mientras encendía el ordenador era larga, aquella conversación breve permanecería en mi recuerdo por mucho más tiempo.

El cambio lo justifica todo. Elimina los baches del camino atravesándolos, eligiendo otro sendero o dándole vueltas hasta marear y hacer que desaparezcan. Ayuda a justificar la salida de agentes de cambio reales si no cumplen con la premisa inamovible. Para no escuchar lo que no se quiere, es más fácil cambiar el canal de comunicación, que adaptarse al mercado exterior.

palmera5En realidad no estoy fuera del juego, sino reubicado en un proyecto que nunca se había llevado a cabo en toda su extensión, entre otras cosas, por desconocimiento general. Me encanta mi trabajo y todavía tengo muchas cosas que aportar. A veces pienso que me han apartado, a veces que me van a ayudar a brillar en algo en lo que jamás me hubiera planteado.

En cualquier caso, me embarco en una nueva aventura, una vez más. Nunca pierdo mi vocación de marinero sin puerto. Zarparé de nuevo, porque esa es mi misión: no encallar jamás, crear una estela que sirva de guía para todo aquel que me quiera seguir.

Hoy no me apetece trabajar. Cualquier cosa adicional que haga no va a salir bien. Apago el ordenador, me quito los auriculares y me dirijo de nuevo a la cocina. Esta vez no quiero café. Me preparo un whisky on the rocks y vuelvo al jardín. Ahora no me siento junto a la mesa, sino que voy directamente a la hamaca, debajo de la palmera.

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No hay vuelta atrás

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Semáforo rojo. No sé por qué siempre que tengo prisa.  Están todos los semáforos en rojo. ¡Además, con lo que tarda éste en ponerse verde!

En el rato que estoy esperando miro al reloj unas cuatro veces, básicamente para asegurarme de que llego tarde, porque el hecho de mirar tanto qué hora es no me va a dar poderes divinos para alargar el tiempo.

Hoy es mi último día de clase y nos han dado los exámenes para revisar. Con gusto me hubiera quedado por más tiempo, como suelo hacer siempre que tengo oportunidad, pero esta vez estoy de despedida. Y apurada como siempre.

atras2El muñeco destellante me avisa para que me prepare antes del pistoletazo de salida. ¡Allá vamos!

Es innegable decir que no estoy nerviosa. Me da una vergüenza profunda. Durante mis primeros años en la gran ciudad compartimos un montón de debates sobre temas científicos, teorías económicas, estrategias políticas, viajes. Él siempre tenía alguna idea o experiencia que aportar y yo mucha sed de aprender. Nos entendíamos bien.

Me acuerdo de la tarde que nos pusimos a mirar las estadísticas sobre el origen de la energía en España. ¡Cómo olvidar el primer día que me enseñaste los planos estructurales de la refinería, que con tanto esmero me explicaste! Tenía previsto llegar a casa a comer, pero aparecí a la hora de la cena, tarde para no variar.

Es un cambio de etapa. Es importante cerrar este asunto pendiente que en caso contrario siempre llevaré a cuestas.

Por fin giro la esquina hasta llegar al bar en el que habíamos quedado. Estaba de espaldas pero, a pesar de llevar varios años sin verle, su porte era inconfundible.

- Hola Raúl, ¿Qué tal estás? Siento el retraso. He salido lo antes posible, pero el último día siempre se alarga un poco más de lo normal, le dije con voz jadeante por la carrera que había hecho desde el semáforo, lo cual no estaba del todo mal porque me ayudó a disimular mi nerviosismo.
-  Veo que sigues siendo la chica ocupada de siempre. Me podía imaginar que hay cosas que nunca cambian, contestó con ironía.

"No me voy a enfadar por esto", pensé. "Al fin y al cabo, tiene razón". Respiré profundo y agarré las asas de la mochila para dejarla en una silla y sentarme. En ese momento sentí que me estaba haciendo una inspección visual de arriba a abajo. Sorprendentemente, volví a sentir la misma cercanía que de costumbre.

- Me alegra verte así de bien. Creo que te está sentando muy bien el cambio de aires. Brillas con luz propia, -exclamó-.
- ¡Oh Dios mío! -pensé-. Yo venía a disculparme y me encuentro rodeada de halagos.

atras4Poco a poco, la conversación fue tornándose cada vez más familiar. Como no podía ser de otra manera, nos contamos qué había sido de nuestra vida durante estos últimos años desde que le perdí de vista.

Al parecer él también había desaparecido. Se fue a Holanda durante un par de años. Durante la crisis, la empresa hizo recortes y eliminó a la mayor parte de la plantilla de Madrid. Sin embargo, con él querían seguir contando y le ofrecieron esa posibilidad.

- Entonces me acordé de ti  -se sinceró-. Tú siempre has tenido mucha predisposición a descubrir el mundo, aprender idiomas. Eso es algo que siempre me ha dado algo de vértigo. Mi inglés... ya sabes, es mejorable. En la empresa me dieron clases intensivas, pero, aun así, tú siempre has sido mejor ahí.

De repente, mi mente dio un vuelco estrepitoso. ¡No podía creer lo que estaba escuchando! Él era perfecto: inteligente, galán, divertido, educado, alegre... podría estar horas enriqueciendo esta lista. Sin embargo, me acababa de decir que valoraba una cualidad en mí. Yo, que me sentía insignificante a su lado, vaga cuando salía a correr por las mañanas y me quedaba en la cama, desordenada cuando miraba su armario, derrochadora cuando me demostraba que lo esencial no necesita envoltorios bonitos ni caros.

Instintivamente, mi cuerpo reaccionó y me sonrojé. Sentí un calor intenso que me llegaba hasta la punta de las orejas. Lo tuvo que notar, pero disimuló.

Siguió hablando de sus vivencias, la gente que conoció. Me alegraba que un alma solitaria como él hubiera encontrado una burbuja de estabilidad allí. Es lo que necesitaba y siempre busca.

Me quedé sin palabras. Quería disculparme por mi desaparición repentina, por no presentarme a las citas cuando habíamos quedado. Me sentía tan insignificante que el mero hecho de quedar me consumía en un estado de alerta constante que no podía controlar. Por eso decidí cortar de raíz.

atras3Nunca tuve el valor de compartirlo. Aún hoy creo que es un argumento lo suficientemente banal como para que no sea tomado como verdadero. Siempre me he considerado muy práctica. Quizá por eso el exceso de teorización hacía que me perdiera en un laberinto imaginario de cifras e ideas irreales, sintiéndome cada vez más y más raquítica.

- Por cierto, supongo que esta maleta te suena. La he traído con todas las cosas tuyas que dejaste en casa sin venir nunca a buscar, -señaló, trayéndome de nuevo a la conversación-.

Abrí mi bolsa plegable negra que solía usar para los viajes de fin de semana y vi una chaqueta que sí había echado en falta, los pantalones negros que siempre llevaba en los conciertos. Ciertamente había muchas cosas, pero yo no me acordaba de que todo eso se había quedado en el camino, daños colaterales. En mi mente, por alguna razón, se había construido un túnel oscuro que no permitía ver más allá que una luz al final. Por eso huí sin previo aviso, sin razón.

Había quedado para cerrar una etapa y despedirme, pero no lo hice. Quizás porque desconocía por completo que había logrado un impacto positivo que de alguna manera desacreditaba todavía más mi complejo de enanismo, quizás porque realmente las etapas no se tienen que cerrar y son un poso que poco a poco nos curte en la vida.

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Vecinos nuevos

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Lo peor que tiene esta ciudad es la lluvia. ¡Creo que nunca llegaré a acostumbrame!

Por extraño que parezca, más de una vez me ha pasado que había un sol que calentaba sólo con quedarte un segundo mirando al cielo, he entrado en una tienda y al salir, el diluvio universal en la calle. Hoy es uno de esos días.

vecinos12He tardado un poco más de lo normal en llegar a casa. En parte por la congestión en el tráfico a la entrada de la ciudad, en parte porque me he tenido que quedar a cerrar un asunto que tenia pendiente en el trabajo. Tengo el paraguas atrás, pero hoy, como es tarde, he encontrado hueco en los aparcamientos que normalmente están completos. Creo que pasaré más tiempo bajo la lluvia intentando abrir el maletero que saliendo rápidamente al portal. ¡Adelante!

Se me ha olvidado sacar las llaves del bolso en el coche. Al final voy a entrar completamente mojada a casa. El llavero es más pequeño que el de las llaves del coche, con lo que siempre me cuesta más encontrarlo. Aquí está. Tengo 4 llaves. La del primer portal estaba la segunda a la derecha desde el muñeco colgado, o era a la izquierda...

- Hola, ¿Llevas mucho esperando? Yo tengo la llave aquí, dijo una voz a mi espalda. Sería una vecina con su hija. Creo que no las había visto nunca, pero es posible que sí. No soy muy buena recordando caras, pero lo cierto es que me viene de perlas haber coincidido.
- ¿A qué piso vas? me pregunta cuando entramos al ascensor.
- ¡Al segundo! Exclamo. En ese momento se quedó mirándome minuciosamente, hecho que en cualquier otro momento podría haber pasado desapercibido, pero en las distancias cortas del ascensor era muy evidente.

En cuanto llegamos, abro rápidamente la puerta para acabar con la intimidación visual en la que me encontraba. En cada planta hay seis viviendas, tres a cada lado del ascensor. Fui a la derecha para encender la luz y, al volver de nuevo hacia la izquierda para llegar a mi letra, no me fijé en que todavía estaban saliendo y me choqué con ellas, teniendo por seguro que no esperaban que fuera hacia ese lado.

vecinos13Entonces ocurrió algo insólito. La madre me miró de nuevo. Esta vez con un aire mucho más amenazador. Tapó los ojos de su hija con una mano y con la otra le indicó que fuera rápido hacia casa. Antes de que pudiera reaccionar, estaba sola en el portal.

- Hola cariño, ¿Qué tal el día? oigo desde el fondo del pasillo procedente de una de las habitaciones del otro lado de la casa. ¡Justo a tiempo! Me he puesto a cambiar de sitio el armario que dijimos y pesa más de lo que pensaba. Rápidamente deje mis cosas en la entrada para ayudarle y, aunque habia llegado a casa con mal sabor de boca, al poco de ponerme con el trajín de los muebles se me olvidó.

Llevábamos cerca de dos meses aquí y, aunque el barrio es muy tranquilo ya que siempre hay jubilados paseando por los alrededores, lo cierto es que a nosotros todavía no nos había llegado la monotonía de la rutina. Tenemos tiendas de barrio en la misma plaza y bares para tomar el vermut. Sin embargo, a partir de las once hasta entrada la mañana, la calle se queda vacía y en silencio, perfecto para aprovechar para dormir los fines de semana.

- ¡Sinvergüenza, no te vayas así, págame mi dinero! se oyó de repente, tan cerca que parecía que estaban en el otro lado de la puerta de la habitación.

Eran las siete de la mañana del sábado, hora en la que normalmente suena el despertador. Pero no estoy soñando, esto es real. Como estoy acostumbrada a levantarme a estas horas, estaba medio desvelada y acababa de acurrucarme en los brazos de mi pareja.

vecinos14Sin poderlo controlar, empiezo a palpitar a un ritmo desorbitado. Entro en un estado de histeria y ni siquiera me puedo mover. Ni respirar. No hago nada de ruido, pero el sonido se agudiza. Siento como cuando se destaponan los oídos y se percibe hasta el mínimo susurro, pero todo está en silencio. Él no se ha enterado.

Respirar, tengo que respirar. Despacio y en silencio, pero mi corazón necesita aire, si no, se me va a salir del pecho. Poco a poco, voy inspirando suave y profundamente. Antes de echar todo el aire contenido, escucho pasos en las escaleras camino a la calle, y una puerta se cierra de golpe.

Ésta vez él lo percibe porque se mueve para darse la vuelta, pero ya está. Sigue durmiendo. Yo me quedo sola en mi lado de la cama, intentado recomponerme del susto y llamando a mi corazón, que está dando botes por la habitación, para que vuelva a mi pecho.

Todavía no sé lo que ocurre, pero sin duda esto está relacionado con la reacción de mi vecina al notar que me acercaba a mi puerta hace unos días. Espero acordarme de su cara la próxima vez que la vea para asegurarme de sacar en la típica conversacion del tiempo que somos vecinos nuevos en el bloque.

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