Deberes

El fin de semana del cinco y del seis de noviembre, por primera vez en la Historia de España, la CEAPA promovió una "huelga de deberes". La iniciativa debía concretarse en modo tal que los escolares cuyos tutores simpatizaran con la ideología de esta Confederación (progresista, pásmense) no hicieran los deberes que les pudieran haber mandado sus maestros.
Los progenitores aducen una serie de motivos que van desde el de que los chavales no tienen suficiente tiempo para jugar hasta el de que aquéllos no lo encuentran tampoco para disfrutar de un ocio familiar constructivo.
Dicho esto, creo que somos el primer país del mundo en el que se ha dado esta circunstancia y mucho me temo que, si nos atenemos a los resultados que obtenemos periódicamente en los informes PISA, ello no haga sino acrecentar el bochornoso ridículo que hacemos ante el resto de las naciones de la OCDE.
Como representante del gremio de los profesores, no puedo sino constatar que, desgraciadamente, el nivel formativo general de mis alumnos no hace sino descender desde el minuto 1 en que empecé a dedicarme a la enseñanza del idioma francés en octubre de 1992.
El ámbito educativo en el que trabajo, las Escuelas Oficiales de Idiomas, la lengua que enseño (no mayoritaria) y el nivel en el que lo hago (Avanzado, equivalente al B2 según el Marco Común Europeo de Referencia para la Enseñanza de Lenguas Extranjeras) no deberían permitirme testimoniar con tanta contundencia lo que pienso porque estoy convencido de que, cada curso, llega a mis aulas una muestra de lo más granado de la juventud de la zona sur de la Comunidad de Madrid.
Fuera de este oasis educativo tan envidiado, por cierto, por una parte de mis compañeros e inspectores de Educación de la Comunidad, la realidad de la enseñanza pública conforme aumentan los años de los discentes es, por lo general, desoladora: dificultades para que se imponga un mínimo de disciplina en el aula, falta de motivación en los aprendientes, desinterés por parte de las familias en lo que respecta al proceso formativo de sus vástagos y entrega de la administración educativa a demasiados incompetentes cuyas decisiones revisten un eminente carácter político.
Con todas estas premisas, ¿cómo se puede justificar esta huelga? ¿No será que los padres no se quieren molestar en secundar a sus hijos en su proceso formativo? ¿Qué sentido tiene que estos niños estén apuntados en tantas actividades extraescolares? ¿Tiene esto algo que ver con que los padres no sepan qué hacer con sus hijos cada vez que se acerca un día festivo o un período vacacional? ¿Algo que ver con que esos genitores estén cada vez más explotados en sus trabajos?
Los libros escolares de los niños de hoy son un tebeo si los comparamos con los que el que suscribe tuvo que manejar en su infancia. Por otro lado, ¿estamos seguros de que los deberes tienen la culpa de que los más jóvenes se inicien al consumo de alcohol a los trece años, forniquen por vez primera a los quince, se estrenen en la telefonía móvil a los siete y pasen una media de cuatro horas por día en las redes sociales?
Hace poco me preguntaron quién es el político europeo que más admiro. Respondí: "El o la presidente de Finlandia". Y la verdad es que no sé quién es pero lo que sí sé es que la finlandesa es una sociedad que se viste por los pies. Es decir, por la E-du-ca-ción. Y nosotros deberíamos aspirar a tenerla toda todita como ellos, no sólo lo que nos interesa.


"MELIÃ", enriquece, pues, la gama de ocurrencias sincréticas entre las que se han asentado definitivamente "tod@(s)", "españolas y españoles", "arquitecta" (la "o" de "arquitecto" no se refiere al profesional masculino sino a la de la estructura constructiva que recubre un edificio) , "colectivo LGTB" (aquí se me antoja que el efecto conseguido es el opuesto pues la sigla invisibiliza a sus protagonistas), etc.
No sé dónde leí el otro día que las lenguas las van modificando los pueblos que las hablan, que las distintas Academias acaban por aceptar los usos más extendidos por muy disparatados que sean. Y que se trata de un fenómeno imparable. 
el mayor nivel de conocimiento posible en dos lenguas. Y digo bien "demasiado propensos" porque, si es cierto que esas palabras se refieren a una idéntica capacidad para expresar una idea en cualquier circunstancia en dos lenguas distintas, lo que ocurre, en el mejor de los casos, es que nos encontremos en una situación de diglosia.
También puede ocurrir que los comentarios a una emisión en la lengua de Molière los hagamos mi madre y yo en francés o que realicemos observaciones en francés a un programa en español. En ambos casos, esta disintonía puede volverse a explicar por la querencia de marras: lo que vamos a decir creemos poderlo expresar mejor, porque se adecua más a la idea base que tenemos en la cabeza, en la lengua que hayamos elegido.