estela

El día más feliz

Cantaba y chillaba como el que más, lo más alto que le permitía su ya dolorida garganta, como si fuera la última vez en su vida que lo hacía. Tanto, que empezaba a notar que sus cuerdas vocales se estaban resintiendo peligrosamente. Eso unido a que, a pesar del intenso frío de aquella noche, se había bañado junto con el resto en aquella fuente de gélidas aguas, le aseguraba mañana una buena afonía, y posiblemente un catarro acorde con ella.

Pero no le importaba lo más mínimo. Lo verdaderamente importante era lo que había sucedido aquella noche.

Un catarro se pasaría en unos pocos días, a lo sumo en una semana, pero lo de aquella épica noche permanecería en su memoria para siempre. No solo en la suya, en la de toda la gente que se encontraba allí con él.

Su equipo, aquél al que se había sentido unido desde niño, cuando su padre le llevaba con él al campo todos los domingos, aquél cuyos colores sentía en la sangre, y cuyo escudo llevaba tatuado en el pecho, había ganado aquella importante competición europea. La más importante de todas, la que siempre habían soñado ganar y nunca hasta ahora lo habían conseguido.

Y él había tenido la suerte de vivirlo de primera mano, en directo, en el campo.

Había ahorrado durante muchos meses con la eterna esperanza de que su equipo llegara a la final, para poder comprar una de las entradas insultantemente caras que le permitirían estar allí para verlo. Tenía la seguridad de que ese año sería el decisivo en el que sucedería lo que tanto tiempo había soñado.

Y había sucedido. Habían llegado a la ansiada final, y él, como un niño ilusionado, había roto la hucha y se había hecho con una entrada, después de haber estado esperando la ininterminable cola que había para comprarlas durante varias horas bajo una intensa lluvia.

Pero todas las inconveniencias habían valido la pena.

feliz2Solo con estar allí, ocupando un asiento en aquel estadio, junto a los demás hinchas, todos vistiendo los mismos colores, entonando los mismos cánticos, coreando los mismos nombres...En definitiva, solo con haber podido vivir aquella extraordinaria experiencia, se hubiera conformado.

Pero además, la suerte le había sonreído, y había podido vivir esa gran victoria.

Recordaría aquellos tres goles durante toda su vida. El minuto en el que fueron marcados, quienes fueron los autores, quienes les dieron los pases, la forma en la que golpearon el balón, como entró de lleno en la portería del rival, como lo habían celebrado los jugadores...

Y la euforia. La euforia de todos los allí presentes, adultos, niños, ancianos, hombres, mujeres, altos, bajos...Todos vestidos como si fueran gemelos, gritando como si fueran una sola persona, abrazándose y besándose, aunque la mayoría no se conociera entre sí.

Cuando acabó el partido fueron todos, en masa, a celebrarlo a aquella fuente, que les esperaba radiante , hermosa, e imponente, aunque rodeada de enormes medidas de seguridad.

Ya habían celebrado allí otras victorias de su equipo, pero ninguna tan especial como la que iban a festejar aquella noche.

La misma figura que coronaba la fuente parecía saber lo que había pasado y su semblante parecía más alegre que el habitual.

Allí, sobre la estatua y entre sus aguas, cantaron, saltaron, gritaron, bailaron, lloraron de alegría...Sin parar un solo instante.

Incluso les entrevistaron para una cadena de televisión, o puede que para varias. No se enteró demasiado bien, estaba demasiado eufórico...O demasiado borracho, quizás.

Había perdido la cuenta de lo que había bebido, y eso que había llevado más bien escaso dinero. Pero había dado mucho de sí.

Había ya bien entrado la madrugada cuando decidió irse a casa, lo que sus compañeros de celebración, tanto los conocidos como los extraños, intentaron evitar por todos los medios.

Pero no lo lograron. A pesar del subidón de adrenalina, de la inmensa alegría, de la borrachera, del exaltamiento de la amistad y de que todavía quedaba mucha agua en aquella fuente, al día siguiente debía madrugar, y no le quedaba otra que ser responsable. Era hora de que volviera a casa a dormir.

No le quedaba dinero para pedir un taxi. Se lo había dejado todo en cerveza, en el campo y fuera de él, por lo que tuvo que volver andando, lo que le supuso un buen paseo, que por otro lado le vino estupendamente para despejar su mente del alcohol en el que la había sumergido durante las últimas horas.

Agotado, llegó a casa.

feliz8Al abrir la puerta vio un sobre en el suelo. Se lo habrían echado por debajo de la rendija cuando no él no estaba.

Lo abrió. Era de su casero.

Le comunicaba que ya llevaba diez meses sin pagarle el alquiler y no estaba dispuesto a pasarle ni un solo retraso más.

Arrugó la carta y la tiró a la basura. Cada mes recibía la misma tediosa carta del mismo tedioso personaje con el mismo tedioso ultimátum.

Pero de momento no le habían echado de su casa, aunque sabía que la paciencia de su casero no tardaría en agotarse.

Se dirigió al cuarto de baño, donde se deshizo de su ropa, sucia y todavía húmeda.

La echó a la bañera. La lavaría al día siguiente, cuando se duchara. Así ahorraría agua.

Hacía semanas que había dejado de poner la lavadora. Gastaba demasiada luz y agua, y subía la factura hasta unas cifras que no podía llegar a pagar, así que prefería prevenir.

No quería que se las cortaran, como habían hecho ya con la calefacción, lo que le obligaba a dormir casi tan abrigado como si saliera a la calle.

Tras lavarse los dientes aprovechando la tiritona que el frío provocaba en su brazo, se puso dos pijamas, uno encima del otro, y se metió en la cama, bajo tres capas de mantas que apenas le permitían moverse.

Miró el despertador. Apenas quedaban un par de horas para el momento en el que debía despertarse.

feliz4Hacía muchos meses que no madrugaba, y se lamentaba de que justo tuviera que hacerlo la mañana siguiente, lo que le había impedido continuar la fiesta hasta el amanecer, como seguramente haría el resto de sus compañeros.

Pero tenía una entrevista de trabajo. La primera desde hacía poco menos de un año, y la cuarta o la quinta que había conseguido en los cuatro años que llevaba en el paro.

Tenía que conseguir aquel empleo como fuera para salir de la situación que estaba viviendo cuanto antes. Si no, cualquier día podría verse debajo de un puente.

Y para eso necesitaba ir a la entrevista despejado y descansado. Tenía que dormirse ya.

Pero no podía.

Su cabeza le daba vueltas. Habían sido tantas las emociones vividas aquella noche...

Los nervios antes de entrar al estadio, la emoción al ver que su equipo dominaba el partido, la euforia de la victoria, la alegría de la celebración, el compañerismo...Y la intensidad con la que había vivido cada momento.

Como pudo, dio la vuelta bajo las mantas y se acomodó mejor, encogiéndose sobre sí mismo, intentando buscar algo más de calor, ya que tenía los pies y las manos congeladas.

feliz6Sin embargo, en su cara se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja.

No tenía trabajo...Pero su equipo había ganado.

Apenas tenía dinero para vivir, ya que sus últimos ahorros los había empleado en la entrada al partido...Pero su equipo había ganado.

No tenía calefacción durante el invierno más frío que se recordaba en años...Pero su equipo había ganado.

Estaban a punto de echarle de su casa...Pero su equipo había ganado.

Sin duda, podía decir que ése era el día más feliz de su vida.

Su equipo había ganado, ¿qué más podía pedirle a la vida?

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