Buenos días, Vietnam, cuarenta años después
Hace poco volví de un viaje de dos semanas a Vietnam durante el cual me preguntaba a menudo qué ha quedado de una guerra que me impresionó de niño. Pocos años después de que aquel conflicto acabara (algo que el Pentágono se cuidó muy mucho de llamar 'guerra'), yo vivía en el Sur de los Estados Unidos, en esa Florida rural que confina con Alabama donde hay muchas bases del ejército estadounidense y una base naval que alcanzó la fama con la película Oficial y caballero. Todos los veteranos de la guerra de Vietnam que me encontré en esa época, y no eran pocos, padecían algún tipo de desorden mental, más o menos grave, como hoy todavía puede ocurrir en las ciudades italianas donde hay bases militares estadounidenses con los soldados que vuelven de Irak o de Afganistán con serios problemas psicológicos y neurológicos.
El 30 de abril se celebra el XL aniversario del final de la Guerra de Vietnam, larga masacre que ha marcado el imaginario occidental no sólo a través de las protestas, las famosas investigaciones (memorables las Guerras políticas de Goffredo Parise) y los documentales, sino también y sobre todo a través de la historia del cine de los últimos decenios. El séptimo arte se ha topado con un auténtico filón en materia de cine de guerra, produciendo títulos que van desde Apocalipsis now de Francis Ford Coppola (¿recuerdan el "[...] adoro el perfume de napalm por la mañana"?) a La Chaqueta metálica, de Stanley Kubrick, y pasando por Platoon, El Cazador, Buenos días, América, etc...
¿Por otro lado, qué ha significado para nosotros Vietnam a través de las vieja canción protesta de los años '70? ¿Qué ha significado para los Estados Unidos y para Europa ese conflicto y el modo en que se concluyó? En Italia, Vietnam representó una ocasión más, divididos como estábamos por la Guerra Fría, para que comunistas y capitalistas se enfrentaran. En los Estados Unidos se vivió como una humillación la demostración de que un pequeño país, con la ayuda de potentes naciones como la URSS, fuera capaz de rechazar el ataque de la potencia militar más fuerte del mundo tal y como ocurriera en Cuba y en Corea.
Sin embargo, en el Vietnam de hoy, no encontré recuerdo alguno de esta guerra ni reminiscencias ni triunfalismos a excepción del famoso mausoleo de Hanoi donde se puede admirar el cadáver embalsamado y cerúleo de Ho Chi Minh.
Más de la mitad de la población vietnamita tiene menos de 26 años. O sea que el 50% de los 92 millones de habitantes ha nacido veinte años después del final de la guerra. La edad media es de 30 años. En Hanoi, en Halong Bay, en las montañas del valle de Sapa, en las regiones centrales, en Da Nang y en Hue y, para acabar, al sur de la antigua Saigón -hoy día, la moderna Ho Chi Minh City- no he visto referencia alguna a la 'guerra americana' durante las semanas que precedían el cuadragésimo aniversario del final del conflicto pero sí, aunque pocas y esporádicas, confesiones de cuando la gente tenía que esconderse en cuevas para evitar los bombardeos. Una señora vestida de seda que paseaba en Hoyan disimulaba bajo el típico sombrero con forma de cono lo que me pareció una antigua herida de bala o una esquirla de bomba en el pómulo.
Según Bill Hayton, el autor del libro más documentado sobre el Vietnam de hoy, El Dragón que se yergue, los motivos para que se dé esta amnesia son múltiples. En primer lugar, está la pragmática necesidad de restablecer relaciones comerciales con los Estados Unidos. Esta reconexión se produjo hace decenios sobre todo porque rumiar sobre la antigua victoria sirve de poco y no se compadece con el carácter vietnamita, más pendiente del presente y del futuro que del pasado. De hecho, la historia de Vietnam se explica por su contínua resistencia a las invasiones extranjeras, como, por ejemplo, las de China y Francia. Así pues, al vietnamita no le fascina especialmente la idea de haber expulsado también a los estadounidenses. No eran sino unos invasores más. Pero es que ahora, los Estados Unidos, amén de haber contribuído a la revitalización del comercio, constituyen un contrapeso de garantía frente al molesto vecino chino que sigue importunando a todos los países de su frontera sur.
Vietnam tiene todos sus ojos puestos en el crecimiento. Como apunta Tomaso Andreatta en un análisis para el Aspen Institute, la verdadera industria, la que va desde la fabricación de automóviles y sus componentes a la de la mecánica, el material eléctrico y los productos electrónicos, ésa está viviendo un auténtico boom. Además, Vietnam podría llegar este año a un acuerdo comercial con otros países del Sudeste Asiático (ASEAN) que hará verdaderamente interesantes nuevas inversiones y deslocalizaciones aunque, por ahora, no haya atraído grandes proyectos de parte de Italia.
Pero es que hay todavía un motivo añadido importante que explica la pacificación de las relaciones entre dos antiguos enemigos, los EE.UU. y Vietnam, un motivo referido a un sector industrial en constante desarrollo: el turismo. En los diez últimos años la llegada de turistas ha pasado de 3 millones a casi 8 millones de los que medio millón son estadounidenses.
Por consiguiente, estamos ante una reconciliación consolidada y representada por el reciente matrimonio simbólico entre los vástagos de dos familias: el esposo, Managing General Partner de una sociedad de inversiones, la IDG Ventures; la esposa, Nguyen Thanh Phuong, inversionista y presidente de la VietCapital. Él, 36 años; ella, 27. Él, ciudadano estadounidense, hijo de un exiliado del '75; ella, hija del Primer ministro vietnamita, Nguyen Tan Dung. Esto es lo que ha quedado de esa guerra. Vietnam parece demasiado ocupado en crecer y en industrializarse como para quedarse parado dándole vueltas a la devastación de hace cuarenta años. Y puede que ésta sea la postura que lo ha hecho derrotar a sus enemigos desde tiempo inmemorial.