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Crónica de la muerte del modelo occidental

Si Pankaj Mishra hubiese conocido la letra de "Tu vuo' fa' l'americano" [quieres hacerte el americano, NDT] quizás se habría ahorrado el análisis profundo que compartimos y que apareció hace algún tiempo en The Guardian. Porque en esa especie de titi que, para que todo el mundo se fije en él, pasa pavoneándose y "(...) puorte o canzone cu 'nu stemma arreto / 'na cuppuletta cu 'a visiera alzata" [lleva el pantalón con un escudo en la parte trasera / una gorra von la visera levantada], producto del genio de Renato Carosone, está la imagen perfecta de todo ese no-Occidente obligado a imitar tétrica y fallidamente un modelo de Occidente que hoy día está agotado.

El modelo occidental está agotado es el título de la larga intervención del escritor indio que indaga sin piedad los últimos siglos de historia para llegar a una incomodísima actualidad en la que nos topamos con los guerrilleros del Isis como herederos del Terror jacobino y no del extremismo religioso.

modelo4Según Mishra, el siglo XXI se ha definitivamente liberado del viejo encantamiento del progreso universal a través de las ideologías occidentales del socialimo y el capitalismo. "Si estamos horrorizados y aturdidos por un mundo en llamas es porque hemos vivido - en el Este como en el Sur, en el Oeste como en el Norte- de vanidad e ilusiones" como, por ejemplo, que las sociedades asiáticas y africanas acabarían volviéndose como Europa, más seculares y más racionales, con la aceleración de la economía. O como que, con la muerte y la sepultura del socialismo, el libre mercado habría garantizado prosperidad y un veloz crecimiento económico a todo el mundo. Ya hemos podido comprobar cómo ha acabado todo esto.

Estas fantasías nos habían impedido comprender que las dinámicas y las especificidades del progreso occidental no habían sido y no podrían ser nunca replicadas en el no-Occidente.

Escribe Mishra que el error radica en pensar que se pueda aplicar el modelo occidental a realidades que son diferentes. Y tiene razón. Entre otras cosas porque, para llegar a ser lo que las democracias occidentales, con todos sus límites, han llegado a ser, atravesaron una fase de dictaduras, explotación, emigraciones (desde Occidente), colonialismo y racismo (sobre todo hacia el no-Occidente), injusticias y desigualdades (por doquier) sin las cuales no habrían arribado al punto en el que hoy se encuentran.

La construcción de estados como Francia e Italia, refiere el autor indio, se completó a costa de la destrucción de lenguas y culturas regionales, de expropiaciones estatales (como fue el caso cuando los Saboya expulsaron a los campesinos vénetos después de que se anexionaron su territorio, creando así centenares de miles de emigrantes [NDR]) para acabar con la institucionalización de peligrosos prejuicios como ha resultado ser el odio por el pueblo judío.

Y todo esto por no hablar de que, simultáneamente, más allá de este lado oscuro de la modernización occidental, hay otro aún más sanguinario: el colonialismo rapaz de Europa en Asia y África. Así se ha verificado el tan cacareado nationbuilding, el modo en que provinieron todas las riquezas que han permitido que construyamos nuestras llamadas modernas democracias liberales occidentales: desangrando millones de desgraciados en paños menores.

modelo5¿Qué sentido tiene pretender entonces, se pregunta Mishra, que China, Rusia, India, Indonesia, etc. puedan alcanzar los estándares occidentales con métodos más democráticos que aquéllos que fueron efectivamente puestos en práctica en Europa o en los Estados Unidos? Estos Estados no tienen colonias que esclavizar y deben, además, gestionar injusticias e iniquidades internas. De ahí, el surgimiento de entidades no estatales como los naxalistas maoístas en la India, las inmolaciones de monjes tibetanos, las migraciones de jóvenes sin trabajo hacia los autoproclamados califatos, etc.

China, por mucho que se declare a favor del libre mercado, está hoy más lejos de la democracia que ayer. El 1% de la población de este país posee un tercio de su riqueza. Una desproporción todavía peor que la vigente en los Estados Unidos. El experimento del libre mercado en Rusia ha dado paso a un régimen cleptocrático vertebrado por un credo mesiánico fiel a la supremacía rusa. Líderes autoritarios, extremistas de derechas o religiosos con tics antidemocráticos están a la orden del día en la India, Israel, Sri-Lanka, Tailandia y Turquía, escribe Mishra.

modelo8¿Qué ha sido del Siglo Americano de Henry Luce? ¿Qué de la globalización en salsa McDonald's a la Thomas Friedman? ¿Cómo ha acabado la fácil dicotomía entre mundo libre y no libre que tanto le gustaría a la derecha republicana de los EE.UU.? "El mundo, como declara el optimista Fareed Zakaria en su libro La Era post-americana, ¿está volviéndose más abierto, más favorable al mercado y más democrático"? Chorradas.

Pankaj Mishra ha parido un texto preciso. Él es un indio que vive en Londres, a gusto entre los dos mundos. A su opinión yo le añadiría quizás una idea más en relación con el sentido de pertenencia a una realidad no sólo occidental, sino también nacional e internacional.

Quiero decir con ello que, en un contexto de identidad globalizadora, será necesario alzar la mirada (o bajarla, o introducirla en las pantallas de nuestra cotidianeidad, no sé...) para ver nacer nuevas ideas de pertenencia, nuevos modelos, quizás menos apasionados, quizás ya incrustados en nuestro modo de vivir y de ver el mundo.

modelo6En realidad, las nuevas patrias ya están en todos nosotros más que lo estemos nosotros en ellas. Las nuevas generaciones desde México a los Estados Unidos, de Italia a la India son ciudadanos de una banda de consumidores globales. Están afiliados al Partido de Apple, son soldados de los ejércitos de Android, se desafían entre pelotones de Facebook, se extienden por doquier enarbolando la bandera de Tweeter, se dividen por sistema operativo empleado o por tipo de aplicación utilizada.

La pertenencia tecnológica no es una moda, es ya una identidad por ahora superpuesta transversalmente a la de los Estados que expiden viejos pasaportes de papel. Sin embargo se trata de una e-identidad que existe y no paran de crecer. Y es ahí precisamente que identificamos un nuevo tipo de filiación, quizás post-capitalista o más capitalista que nunca, que va más allá de una nación que defiende a su industria puesto que es precisamente esta industria la que se está convirtiendo en nación. Es ahí donde encontramos una identidad que nace estadounidense -pues Arpanet, la primera red internet montada en 1944 para comunicar en el caso de un Armageddon nuclear es una invención del Pentágono- pero que se desarrolla global y transversalmente dando lugar a nuevos agrupamientos y nuevos (¿falsos?) desafíos para que la humanidad siga jugando y, de paso, jugarse la humanidad.

modelo2Así que es lógico que Mishra vea en las confederaciones y en las políticas de descentralización las únicas recetas de éxito (como es el caso de Indonesia) que se pueda documentar en estos años duros de decapitaciones efectistas, de batallas entre Occidente libre e Islamofascismo, como gusta interpretar la simplificación a la Tea Party. No obstante, quizá sería preciso empezar a examinar lo que ocurre en las cabezas cada vez más distraídas de millones de consumidores esclavizadas por el deseo virtual en todo el mundo, tanto en Occidente como en el no-Occidente.

Posiblemente, esta justa fragmentación de los Estados-nación que está en marcha desde hace decenios en Occidente (basta echarle un vistazo a un mapa de 100 años atrás a esta parte) se adaptaráal surgimiento de las nuevas pertenencias virtuales del mundo de las multinacionales de la informática.

Al fin y al cabo, ¿no sería preferible que los Estados acaben así mejor que sufriendo la penosa agonía de los Estados Carosone? ¿Cómo evolucionará este nuevo sentido de pertenencia? ¿En quién o en qué se depositará la nueva fidelidad y qué rentabilidad política se le sacará en el futuro más inmediato?

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Buenos días, Vietnam, cuarenta años después

Hace poco volví de un viaje de dos semanas a Vietnam durante el cual me preguntaba a menudo qué ha quedado de una guerra que me impresionó de niño. Pocos años después de que aquel conflicto acabara (algo que el Pentágono se cuidó muy mucho de llamar 'guerra'), yo vivía en el Sur de los Estados Unidos, en esa Florida rural que confina con Alabama donde hay muchas bases del ejército estadounidense y una base naval que alcanzó la fama con la película Oficial y caballero. Todos los veteranos de la guerra de Vietnam que me encontré en esa época, y no eran pocos, padecían algún tipo de desorden mental, más o menos grave, como hoy todavía puede ocurrir en las ciudades italianas donde hay bases militares estadounidenses con los soldados que vuelven de Irak o de Afganistán con serios problemas psicológicos y neurológicos.

vietnam22El 30 de abril se celebra el XL aniversario del final de la Guerra de Vietnam, larga masacre que ha marcado el imaginario occidental no sólo a través de las protestas, las famosas investigaciones (memorables las Guerras políticas de Goffredo Parise) y los documentales, sino también y sobre todo a través de la historia del cine de los últimos decenios. El séptimo arte se ha topado con un auténtico filón en materia de cine de guerra, produciendo títulos que van desde Apocalipsis now de Francis Ford Coppola (¿recuerdan el "[...] adoro el perfume de napalm por la mañana"?) a La Chaqueta metálica, de Stanley Kubrick, y pasando por Platoon, El Cazador, Buenos días, América, etc...

vietnam4¿Por otro lado, qué ha significado para nosotros Vietnam a través de las vieja canción protesta de los años '70? ¿Qué ha significado para los Estados Unidos y para Europa ese conflicto y el modo en que se concluyó? En Italia, Vietnam representó una ocasión más, divididos como estábamos por la Guerra Fría, para que comunistas y capitalistas se enfrentaran. En los Estados Unidos se vivió como una humillación la demostración de que un pequeño país, con la ayuda de potentes naciones como la URSS, fuera capaz de rechazar el ataque de la potencia militar más fuerte del mundo tal y como ocurriera en Cuba y en Corea.

Sin embargo, en el Vietnam de hoy, no encontré recuerdo alguno de esta guerra ni reminiscencias ni triunfalismos a excepción del famoso mausoleo de Hanoi donde se puede admirar el cadáver embalsamado y cerúleo de Ho Chi Minh.

vietnam6Más de la mitad de la población vietnamita tiene menos de 26 años. O sea que el 50% de los 92 millones de habitantes ha nacido veinte años después del final de la guerra. La edad media es de 30 años. En Hanoi, en Halong Bay, en las montañas del valle de Sapa, en las regiones centrales, en Da Nang y en Hue y, para acabar, al sur de la antigua Saigón -hoy día, la moderna Ho Chi Minh City- no he visto referencia alguna a la 'guerra americana' durante las semanas que precedían el cuadragésimo aniversario del final del conflicto pero sí, aunque pocas y esporádicas, confesiones de cuando la gente tenía que esconderse en cuevas para evitar los bombardeos. Una señora vestida de seda que paseaba en Hoyan disimulaba bajo el típico sombrero con forma de cono lo que me pareció una antigua herida de bala o una esquirla de bomba en el pómulo.

Según Bill Hayton, el autor del libro más documentado sobre el Vietnam de hoy, El Dragón que se yergue, los motivos para que se dé esta amnesia son múltiples. En primer lugar, está la pragmática necesidad de restablecer relaciones comerciales con los Estados Unidos. Esta reconexión se produjo hace decenios sobre todo porque rumiar sobre la antigua victoria sirve de poco y no se compadece con el carácter vietnamita, más pendiente del presente y del futuro que del pasado. De hecho, la historia de Vietnam se explica por su contínua resistencia a las invasiones extranjeras, como, por ejemplo, las de China y Francia. Así pues,  al vietnamita no le fascina especialmente la idea de haber expulsado también a los estadounidenses. No eran sino unos invasores más. Pero es que ahora, los Estados Unidos, amén de haber contribuído a la revitalización del comercio, constituyen un contrapeso de garantía frente al molesto vecino chino que sigue importunando a todos los países de su frontera sur.

vietnam5Vietnam tiene todos sus ojos puestos en el crecimiento. Como apunta Tomaso Andreatta en un análisis para el Aspen Institute, la verdadera industria, la que va desde la fabricación de automóviles y sus componentes a la de la mecánica, el material eléctrico y los productos electrónicos, ésa está viviendo un auténtico boom. Además, Vietnam podría llegar este año a un acuerdo comercial con otros países del Sudeste Asiático (ASEAN) que hará verdaderamente interesantes nuevas inversiones y deslocalizaciones aunque, por ahora, no haya atraído grandes proyectos de parte de Italia.

Pero es que hay todavía un motivo añadido importante que explica la pacificación de las relaciones entre dos antiguos enemigos, los EE.UU. y Vietnam, un motivo referido a un sector industrial en constante desarrollo: el turismo. En los diez últimos años la llegada de turistas ha pasado de 3 millones a casi 8 millones de los que medio millón son estadounidenses.

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Por consiguiente, estamos ante una reconciliación consolidada y representada por el reciente matrimonio simbólico entre los vástagos de dos familias: el esposo, Managing General Partner de una sociedad de inversiones, la IDG Ventures; la esposa, Nguyen Thanh Phuong, inversionista y presidente de la VietCapital. Él, 36 años; ella, 27. Él, ciudadano estadounidense, hijo de un exiliado del '75; ella, hija del Primer ministro vietnamita, Nguyen Tan Dung. Esto es lo que ha quedado de esa guerra. Vietnam parece demasiado ocupado en crecer y en industrializarse como para quedarse parado dándole vueltas a la devastación de hace cuarenta años. Y puede que ésta sea la postura que lo ha hecho derrotar a sus enemigos desde tiempo inmemorial.

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Borges en mi cabecera

 

Hace decenios que descansan sobre mi mesita de noche dos volúmenes. El primero me lo regaló una novia cuando acabamos de cumplir dieciocho años. Federica estaba habitada por un ánimo poético y soñador. La literatura era nuestro punto de confluencia. Desde el cofrecillo de este volumen, un chico me lanzaba una mirada fija, limpia y profunda. En la base del lomo del ejemplar, se revelava que el joven de la foto tenía veinte años. Llevaba una camisa con el cuello almidonado a la Rimbaud, corbatilla, cabello engominado y peinado hacia atrás recogido por detrás de dos grandes orejas.

Ya por entonces, esta cara se me había vuelto un ídolo personal, una divinidad cuyas mágicas oraciones, reveladas en las páginas de tenue papel de ese Meridiano, me han acompañado toda la vida, recordándome la fuerza, la potencia y el gozo de la literatura cuando ésta es capaz de arrastrar la fantasía y el intelecto del lector a través del espacio, el tiempo y las distintas dimensiones.

Jorge Luis Borges. Obra completa. Nunca antes el logo de la Mondadori (esa rosa llena de espinas) mereció más su lema que con este cofrecillo. "Arriba, la cima". Y es siempre ahí arriba adonde nos lleva Borges. Y luego, en su interior, un Aleph que contiene el universo; incluído el de la ilimitada e insoportable memoria de Ireneo Funes y el de esos extraños gauchos demasiado humanos (de los que se inspira, por supuesto, Corman McCarthy). Mil trescientas una páginas de sueños, amor, tristezas y gozo universal corren por las líneas de esta obra.

En sus poemas he descubierto los rudimentos de un español que he ido nutriendo posteriormente yéndome a vivir a México y luego al Palermo Viejo de Buenos Aires, donde habitó este peculiar argentino de alma anglosajona.

En mis años argentinos, recorría las librerías de Palermo (antes de que el boom inmobiliario lo corrompiera para transformarlo en una especie de híbrido de Hollywood y Soho) en busca de antiguas ediciones críticas del joven que, desde esa portada en blanco y negro, me sigue mirando, incluso mientras escribo. Y debo decir que he encontrado muchos de estos talismanes de papel.

En un determinado momento, llegué a memorizar un poema en español de Borges. Todavía lo recuerdo. Habla de la lluvia. Lo repetía mentalmente una y otra vez mientra nadaba en una piscina a los pies del Aventino. Brazadas borgianas. Agua cadente y ritmada.

Fervor de Buenos Aires. Luna enfrente. Cuaderno de San Martín. Y el histórico Evaristo Carriego que comienza precisamente con Palermo de Buenos Aires. Discusión. Historia Universal de la Infamia. Historia de la Eternidad. Ficciones, que le otorgó la fama en Italia a partir de los años '80. Me limito a listar los títulos de los poemarios que se encuentran en el cofrecillo par dar cuenta del sabor de una escritura enciclopédica.

"Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera."

Este es el hipnótico inicio de Funes el memorioso. Y, luego, la otra gran colección de cuentos: El Aleph. Otras Inquisiciones, El Artífice.

Les hablo libremente de mi relación con este inigualable autor argentino y ello sin citar lo que de él han escrito Domenico Porzio o Pietro Citati. Libremente es el adjetivo adecuado. Porque la libertad es uno de los mejores regalos que Borges le ha hecho a la humanidad alfabetizada.

Luego, esos grandes ojos de veinteañero se gastaron rápidamente y Borges, como Homero, siguió escribiendo o produciendo sus textos desde la ceguera. En su universo, seguimos bebiendo de su mano a ciegas el néctar de sus obras. Y como él ya no podía ver el mundo, puede que su facultad para imaginarlo y recrearlo se acrecentó desmesuradamente, asistida por un talento que sobrepasa aquél del que es capaz una mente humana. Recreación, pues, de un universo pluridimensional con viajes en el tiempo y una sensibilidad infinita y embaucadora.

Leer a Borges constituye una experiencia tan arrebatadora que, por mucho que podamos gozar de una vida real feliz e intensa, siempre querremos volver a su mundo tan rico y profundo. Por muy triste y confinante que se haya podido tornar nuestra existencia, sus palabras podrán siempre liberarnos para conducirnos a otro lugar más mágico.

Claro que tampoco les he contado toda la verdad. Junto a aquel cofrecillo del Borges veinteañero tengo otro. Lo compré algunos años después de que me regalaran el primero. Desde la cubierta del libro que encierra me está mirando un Borges anciano. La cara se ha alargado y las mejillas se han desinflado. El cabello blanco, que ya escasea por encima de la frente, revolotea sobre las sienes. Los ojos ya no me miran fijamente, hace tiempo que perdieron la pacata fijeza de la mirada del veinteañero que tiene a su lado. La órbita izquierda, que los amantes del esoterismo asocian a la contemplación de lo irracional, es más grande y parece apuntar a un punto que se encuentra más alla de quien lo observa, como si lo traspasara. El ojo derecho parece un poco más entreabierto y las cejas están como bloqueadas en una pose de casi maravillado asombro. Como si este hombre, en su oscuridad, hubiese visto en realidad tanta luz como para quedarse deslumbrado.

Tiene 1 471 páginas. Se pasa de "El Otro, el mismo" (título muy apropiado para ilustrar la circunstancia de mis dos cofrecillos) a "Por las seis cuerdas", "El Elogio a la sombra", "El Manuscrito de Brodie", "El Oro del tigre", "El Libro de arena", "La Rosa profunda", "La Moneda de hierro", "Historia de la noche", "Tres cuentos y la cifra"", "Los Ensayos dantescos" y "Atlante".

Poemas, poemas, poemas e imágenes, gotas infinitas. Cuentos cortos y eternos.

Pero es que aquí no me queda espacio sino para comunicarles todos estos títulos, ya de por sí evocadores de aquello de lo que tratan. Y para decirles cómo un escritor puede liberar a un chico de dieciocho años, invitarlo a la literatura, acompañarlo primero como un hermano y luego como un anciano fantasma.

Esos dos rostros me han hecho siempre reflexionar sobre el paso del tiempo lineal, el joven que he sido y el viejo que espero llegar a ser, si se da el caso.

Y por el mero hecho de haberme aliviado, Borge ha sido, a través de su inconsciente efigie, un liberador.

Gracias, Federica. Te sigo queriendo y te perdono aunque me hayas dejado por un ingeniero belga, hayas tenido tres hijos y, como me dijiste la última vez que nos hablamos por teléfono hace veinte años, te hayas deformado un poco.

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