Bonifacio Singh: Madrid Sumergida

Gente que viene y va

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Madrid, años setenta. Mi padre se cenaba en navidad una cabeza de cordero, media pierna del mismo animal o de otro similar (porque dejaba la mitad de la extremidad para el resto de familia), una caja de gambas cocidas y un filete de emperador del centro del bicho como una rueda de tractor. Solía ser el día en el que se emborrachaba a mediodía en la taberna de la esquina, una borrachera al año, y se ponía muy gracioso, los borrachos son los mejores y los más sinceros. Mi padre era un tío gracioso, podía parecer serio pero con los amigos era gracioso. Después de la descomunal ingesta se tiraba en la cama como un fardo y dormía hasta las dos de la tarde del día de navidad, cuando se levantaba y volvía a comer otra cantidad similar de comida. Era su día del año. Podía dormir y comer todo lo que le daba la gana, y eran las dos cosas que más disfrutaba en el mundo junto con la soledad. gente9Yo no soy de mucho devorar, pero he heredado de él el don de la soledad, de desear estar sin nadie alrededor. Le pesaba la compañía, se marchaba a rincones lo más solitarios posibles, lo mismo que me sucede a mí. Últimamente pienso mucho más en cómo me veo dentro de él, en sus defectos y sus virtudes, las dos cosas que se funden en todos los humanos como si fueran la mismo cosa, la misma mierda.

Para mí las navidades nunca representaron nada en absoluto. Nunca me ha gustado ninguna celebración colectiva, mucho menos las que se realizan por imperativo legal o social. Solamente deseaba la llegada de las fiestas porque no había colegio, porque yo siempre odiaba ir al colegio. Sentarme en el pupitre rodeado de toda esa pandilla de extraños era una tortura. Excepto uno en toda mi vida colegial, los demás siempre fueron gente de la que viene y va. La gente en su inmensa mayoría pasa por tu vida como un complemento circunstancial de lugar, de tiempo, de modo. Puede que intentes engañarte, pero es así. Hace poco se murió el último de mis tíos que quedaba vivo, un hermano de mi madre. Durante muchos años yo pensaba que formaba parte de esa familia, me identificaba con su forma de ser en plan buscavidas. Pero no era cierto, yo siempre fui mi padre, estaba en un error. A mi padre siempre le cayeron gordos casi todos los integrantes de la familia política. Se dio cuenta muy pronto de que con ellos no tenía nada que rascar, que eran amistades postizas que existían simplemente a través de mi madre. Siempre sucede eso con la familia política, que son como fantasmas, hologramas, y no es que vayan a desaparecer, es que no existen en realidad. Ni por todo el oro del mundo pasaría las navidades con esas familias postizas. Odio las navidades y lo que más desearía en el mundo es estar solo la noche de nochebuena.

Mi padre se crió durante la guerra. Tenía cinco años cuando estalló. Nació a menos de doscientos metros del edificio de Telefónica. Deduzco que desde el principio del conflicto en su casa sonarían los pepinazos que se lanzaban desde el cerro de Garabitas. Pero nunca me contó ningún recuerdo de aquellos años. Hasta 1950 parecía haberlo borrado todo. Sus primeros recuerdos parecían ser cuando Kubler y Koblet ganaron el Tour de Francia, y cuando España quedó cuarta en el mundial de Brasil. Antes de eso en sus relatos había como un agujero existencial. En su vida no existía el tiempo, solo los huertos y los descampados que recordaba de Madrid, la tierra arrasada y reconstruida. Trabajó desde los doce años. gente7No era un idiota, pero dejó de ir al colegio con esa edad, no sé muy bien por qué. Sabía jugar al ajedrez y recordaba hazañas deportivas de antaño que leía en los periódicos usados que le traían para envolver. Leía todo aquello, porque nunca tuvo libros. Solamente heredé un deshilachado libro suyo de Blasco Ibáñez, “Mare Nostrum”, y siempre nombraba “Los cuatro jinetes del apocalipsis” y “La araña negra”, que parece ser que estuvo prohibido.

Gente que viene y va. Estás condenado a entenderte con ellos. Todos hablan mal de todos, todos piensan mal de todos, todos sueltan su mierda a la cara a todos con la excusa de la sinceridad. Fíate únicamente del que nunca habla mal de ninguno. Es el que nace carente de envidia. Es la balanza de la vida, por una parte está la envidia y por otra el dolor, todo está lleno de ambas, de ganas de ganar y de miedo a perder. Mi pobre coche ha cumplido veinte años y arranca con cierta dificultad, está un poco viejo, como mis tobillos, como mis muñecas. No hace demasiado frío, a pesar de que es diciembre y de que el sol ha caído por detrás de las montañas demasiado pronto. Circulo por una calle de dos carriles, la avenida Complutense, paraíso de la generación Ni-Ni y del botellón del viernes por la noche. Un coche de policía municipal me adelanta por la derecha pero, a unos metros de distancia, un autobús bloquea su trayectoria. Entonces yo acelero, me pongo a su altura, nos miramos, me sale una sonrisa cabrona, freno para que caminemos exactamente en paralelo los de la gorrita y yo. Cuando ellos llegan a la altura del autobús varado sobre su carril, encienden el intermitente de la izquierda, quieren salir del atolladero, pero yo aprovecho para frenar un poco más con el objetivo de que la fila que discurre detrás de mí se contraiga y deje a los servidores del bien parados, atrapados un ratito detrás del amable transporte público. No me gusta que nadie se cuele por la derecha. La existencia construye a la esencia, la precede. El ser humano pone un ladrillo tras otro, día a día, en su hijoputismo individual. El destino es una quimera, o una simple ensoñación, quién sabe.

Me sacaban a la pizarra para ver cómo no se debía escribir. Hicieron de mí un maestro falsificador al tratar de amoldarme a su estilo, ahora domino ambos, del derecho y del revés. Que os jodan con vuestra caligrafía. Escribo mucho más rápido en el teclado que todos vosotros. Me apuntaron a Mecarapid y estuve un tiempos soñando con las letras, obsesionado como por una fuerte droga. Mi tío el más putero y buscavidas se murió e iban a bloquearle la cuenta los del banco. Conseguimos sacar dinero de ella con mi firma falsificada. No detectaron nada, pero había un límite de dinero a retirar de seiscientos euros diarios. Propuse aque esquilmásemos aquella gente8guita poco a poco, sin que hacienda se enterase. Pero la edad trae el miedo, y los supervivientes no quisieron jugar ese juego, prefirieron no defraudar al erario público. No tuvieron miedo a las bombas, a esas se acostumbraron muy bien de chicos, pero sí a los bancos. Mi madre ve en la tele religiosamente “La ruleta de la fortuna” como en una metáfora vital, y nunca cambia de canal, siempre ve Antena3, no se sabe por qué.

En otoño, Madrid se ve invadido por un cortante viento del oeste que se cuela sibilino bajando por el valle que forma la cuesta de Las Perdices, entre el cerro de Garabitas y el monte del Pardo. Cuando anochece, desde el cerro de Los Locos se divisan relucientes las llameantes luces de freno de miles de coches, máquinas infernales que trepan a contraviento por esa pendiente que une la urbe con esos pueblos, ahora ciudades pijas dormitorio, habitados por las clases altas de la región. El aire es frío y seco en las colinas del foro, lo que obliga a abrigarse hasta las orejas incluso a los gays que hacen cruising correteando entre pinos y encinas en la Casa de Campo. El par de veces que llevé una pierna escayolada, echaba de menos mojarme con la lluvia. Me encanta salir a caminar sin paraguas bajo las tormentas y oler el ozono que arrastra el agua hasta caer sobre la superficie de la negra tierra. Mi escayola no debía empaparse, me habían dicho que si me descuidaba se reblandecería y tendría que ir a urgencias a cambiármela. Dios mío, aléjame de nuevo unos años de los hospitales y te prometo recuperar la fe. No vale la pena pasarse horas en urgencias más que si te estás muriendo, aunque si verdaderamente vas a palmar creo que lo mejor es no dilatar la espera demasiado. Los box de urgencias son callejones sin salida, cuando te encuentras preso en sus fauces es mejor tener tu ropa a mano por si te apetece escapar corriendo. Joe Frazier se rompió un brazo siendo un chaval, no se lo curó bien y le quedó torcido como una guadaña. Gracias a ello desarrolló un amorfo gancho de izquierdas demoledor. Mohamed Alí le venció en Manila en el 75, pero Joe, a pesar de la derrota, le molió a palos ardiendo de odio porque el deslenguado Casius le había llamado “Tío Tom”. Tom decía en la novela de la Stowe antes de recibir el estacazo final de su amo: “le pido perdón señor Legree, pero yo sólo me arrodillo ante Dios”. El servilismo mueve el mundo.

Sí, fuiste tú, aunque nunca leas ésto. Tú me enseñaste la combinación perfecta de golpes aquel día en la calle. Tres ganchos rápidos de izquierda y luego un directo certero con la derecha a la nariz. Sigues siendo uno de mis héroes, aunque ya no me hables cuando nos cruzamos por la rúe a causa de algunas rencillas de barrio. Te rompí el labio sin querer al hacer la primera práctica con tus guantes de boxeo, pero no me mataste porque no quisiste ante aquella afrenta. No olvido aquellos días en que no podías frenar tu hiperactividad y yo te daba clases de matemáticas, tenía nueve años y me ponían a darte clases los idiotas, como si yo pudiera enseñarte algo, antes y ahora, a ti, que reinabas en las calles porque eras el más fuerte. Era una batalla perdida, debí darme cuenta de que era imposible que aprendieras a dividir por tres cifras de cabeza. Nos llevábamosgente5 apenas quince días, nacimos aquel verano en que el hombre se lanzó como una bala sobre la luna, pero uno de tus brazos tenía el diámetro de los dos míos, te salieron pelos en las piernas muy pronto y follaste mucho años antes que yo. Nos fuimos aquella primavera al monte a emborracharnos y tú nos contabas que querías trabajar conduciendo un trailer a toda hostia por la autopista e ir parando en todos los puticlubs que encontraras a tu paso. Nadie podía frenarte. Te envidiaba, yo no tenía la más puta idea de a qué quería dedicarme, lo mismo que ahora más de treinta años después.

El ruido de mis cojos pasos me acompaña fiel por mi calle, que trota descendiendo en una ligera pendiente. Desde sus alturas, en los días que el viento sopla fuerte limpiando la sucia atmósfera, se divisan las crestas nevadas de la sierra. La boina de contaminación que flota sobre Madrid provoca colores rojos eléctricos durante las puestas de sol que se divisan sobre el Cerro de Los Locos, que era también el Cerro de las Balas, en aquellos días de frío y de hierro de mitad del siglo pasado. Últimamente todo me aburre como a mi padre, menos dormir. Me apetece caminar sobre un río helado y no importa ya el miedo a que se resquebraje, cada día me quedan menos ganas de reptar a través de tu barro, Madrid, muchas veces solo me apetece dormir, y dormir, meterme dentro y dormir. Ya no me importa nada quien me hable o quien deje de hablarme. Me escondo en lo más profundo de tu bosque de asfalto los días que beso la lona y muerdo la tierra. Me voy a dormir, saludos míster Frazier. Préstame tu gancho de tullido un ratito. Infalible el pensar deprisa para caer en el sueño. Me duermo, me duermo. Me duermo. Gracias por poder dormir, Madrid.

Sobrevivir otro invierno.
Siempre habrá uno que será el último.
Dar las gracias a Dios por
dormir.
Gente que viene y va.gente4
Gente complemento circunstancial
de lugar o de tiempo.
En tu mundo de piruleta
hay mucho hijo de puta suelto
independientemente del sexo o
del color.
Gente que viene y va.
Gente complemento circunstancial
de modo.
Gente que viaja a las Maldivas.
Gente que baila salsa.
Gente que redecora mil veces su casa.
Gente que contrata a otra gente para que le limpie la mierda.
Sobrevivir a otro invierno
hasta desfallecer.
Gente complemento indirecto.
Gente Feisbuk.gente6
Gente Tuiter.
Gente instagram.
Gente que hace fotos de sus pies.
Gente que te dice que habla siempre a la cara
para soltar su mierda y su miedo.
Gente que viene y va.
En tu mundo colorín te gusta
poseer la libertad de una cometa:
agarrado por el culo
con la polla flácida y
zarandeado por el huracán.
Sobrevivir al frío y al calor.
Gente vegana.
Gente de filete Angus.
Gente que amasa pan en su casa.
Gente sin colorantes ni conservantes.
Gente a la que se dice siempre lo guapa que está
aunque son feos como pegar a un padre.
Gente que miente y a la que se miente.
Gente con las cosas claras,
con el camino bien marcado.
Gente con planes de jubilación.
Gente que siempre saca buenas notas.
Gente que lleva bien las cuentas.
Gente con caligrafía perfecta.
Gente que da vueltas al mundo
como a una gran bola de mierda.
Gente que echa ambientador después de cagar.
Gente que viene y va. 
Sobrevivir al huracán. 
Dar las gracias a Dios por
dormir.
Sobrevivir a otro invierno. 


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