Bonifacio Singh: Madrid Sumergida

Cucharadas de tiempo

cucharadas1

Madrid. Mistificar Madrid. Lo que ellos quieren es que te quedes en casa la mayor cantidad de tiempo posible, hasta que tu tiempo se vuelva siempre un presente continuo, que no transcurra, que se pare corriendo al mismo tiempo a toda velocidad, a la de la luz si es preciso. Que gastes la menor cantidad de luz, de gas, de plástico, de papel, que cagues lo menos posible, que no bebas mucha agua, que si es preciso mees dentro de tu propia boca, que respires lo menos posible para que no les agotes el planeta que quieren disfrutar. Que no desgastes su suelo. Que no sueltes ventosidades, pero que si lo haces porque no hay otro remedio las envases y se las cedas gratis para contribuir al buen uso de las energías renovables y de la economía circular. Quieren que no memorices nada, que no recuerdes nada, que solamente veas, pero que no fijes la mirada ni una milésima de segundo. Quieren que cuando te mueras te incineres a lo bonzo. Quieren convencerte de que eres inmortal para que cuando te lo ordenen saltes sin pensártelo por la ventana, no por un precipicio, porque ese es un espacio natural solo destinado a ellos para el ocio sano en la naturaleza. Eres muy malo, y ellos te lo van a hacer saber. Eres un hijo de puta, ya deberías haberte dado cuenta.

cucharadas2Mi padre conducía muy bien. Pude verle conducir sereno y borracho, pero siempre bien, y seguro. Lo hacía deprisa cuando se podía ir deprisa, y despacio cuando no se podía de otra forma. El caso es que siempre llegábamos a los sitios, incluso a los más recónditos. En aquellas antiguas carreteras y caminos aprendimos a arrancar el coche empujando y tirando fuerte del embrague, soltándolo de golpe. Lo más importante de todo cuando conduces es mantener la distancia de seguridad, porque los demás son unos hijos de puta, son el enemigo. Él me decía que conducir era pensar que cualquier de alrededor te podía hacer una megaputada, y que había que estar siempre prevenidos. Mi padre blasfemaba mucho al conducir, se cagaba sobretodo en Dios y en su puta madre. Yo creo que en el fondo sabía que nadie le escuchaba ahí arriba, nadie le escuchaba porque ahí arriba todo está vacío. Distancia de seguridad infinita con Dios. Durante los meses más duros del Covid las iglesias no cerraron, y aunque sobre el papel había límites de aforo para entrar en ellas los curas no limitaban la entrada en los templos, porque cuanta más gente más euros en el cepillo, y daba igual un contagio más o menos si echaban dinero, mejor era un Euro en el cesto que un viejo en riesgo. Pero todo es debido a lo mismo, a que blasfemar es como cagar en un avión, es soltar la mierda y que no vaya a ninguna parte, que salga por un tubo hacia el infinito, sin destino, y la mierda puede que se disipe en el aire por la fuerza del viento o que caiga, poco a poco, en tu boca.

Amundsen dejó aposta varado su barco en el hielo para aprender a sobrevivir en él. Se quedó dos inviernos a sobrevivir allí en compañía de los inuit, que le enseñaron a restregar con piel de foca los esquíes para que rulasen bien por la nieve. El creía que aquello era una mierda, porque lo que quería era llegar al paso del Noroeste y a los inuit eso les importaba una mierda, ni tenían conciencia de que aquel lugar existía. Tras dos años Amundsen llegó hasta Alaska por el Norte y se inventó la importancia del paso aquel hacia ninguna parte. Tiempo después se marchó al Polo Sur y se dio cuenta allí de lo importantes que eran las mierdas que le habían enseñado los inuit. Se dio una vuelta con sus perros y encontró las tiendas de campaña del gilipollas de Scott con él dentro congelado, porque Scott no sabía ni qué mierda eran los inuit ni el hielo, era solamente un petimetre inglés que confiaba en Dios y no restregar los esquíes con piel de foca muerta. Las mierdas que cagó Scott antes de morir están todavía allí congeladas unas encima de otras como testigo de su hazaña. Echaron unos documentales en la tele cuando era pequeño sobre Amundsen y me quedé maravillado de los huevos que tenía. Montó en un dirigible para intentar rescatar a un compañero y debió pegarse una gran hostia y morir, o igual aterrizó en medio del polo y se quedó allí para no tener que volver a disfrutar de vuestra compañía. Pensar en eso, en quedarme a vivir en el polo yo solo me produce placer, pero siempre me daría por volver a Madrid, yo tendría morriña de Madrid y volvería, porque donde me han enseñado a caminar por el sucio asfalto y por los descampados como los inuit lo hicieron con Amundsen por el hielo.

cucharadas3En Tetuán de las Victorias, en la calle Marqués de Viana, había un mercadillo, un rastro, un poco más pequeño que el de cascorro. Los domingos por la mañana íbamos a allí. Los gitanos vendían ropa una década pasada de moda y fruta medio pocha, y había una churrería en la que nos comprábamos dos porras cada uno y nos las comíamos, y después íbamos a limpiarnos las manos de grasa en la ropa que vendían en cajones o en las fundas de los discos o en los libros, porque también había puestos que venían discos baratos de música cutre y libros que nadie leía. Roberto vendía cintas pirateadas allí. Compraba cintas vírgenes baratas en M.F Discos y discos originales, los gravaba los unos en las otras y vendía el producto a buen precio. La policía municipal hacia la vista gorda, porque siempre han sido unos vagos, en toda época. Y Roberto se sacaba un dinerillo y tenía los discos gratis. Pero tenía muy mal gusto para la música. Eso sí, le gustaba el disco “Kick” de INXS porque en la portada salían unas letras muy guays y un patinete, y eso le debía parecer muy a la moda, pero tenía en el fondo unos putos gustos asquerosos. INXS a mí me parecían una puta mierda, pero luego, mucho tiempo más tarde, me di cuenta de que el drogata de su cantante, Michael, era un colgado como nosotros y que de vez en cuando salían de sus sesera y de sus huevos cosas aceptables, pero ya era demasiado tarde porque el tío se había suicidado, se había escapado por la puerta de atrás como nosotros muchas veces deseábamos hacerlo. Una vez le compré a Roberto una cinta de La Polla Récords, que todavía tengo, pero el disco se lo había prestado su primo. Después hicieron un túnel debajo de la calle, un túnel de esos a ninguna parte que no sirven para nada agujereando Madrid, y aprovecharon para trasladar aquel rastro a otra parte, porque allí íbamos mucha mugre y casi nada era legal, y debía molestarles. Les moléstabamos nosotros, Roberto y los gitanos, siempre les vamos a molestar y si no lo hacemos, si no te molestamos, dínoslo para intentar aplicarnos más en hacerlo, porque nos gusta joderte.

Están reformando el bar de enfrente. Hace cuarenta años vi cómo llegaban Antonio y Manolo, pegaban una capa de pintura al local y se ponían a despachar cañas, cafés y vinos. Estuvieron así durante cuatro décadas, casi sin descansar. Cuando se retiraron intentaron alquilarlo a otros, pero no funcionó, y ahora van a hacer pisos en el local. Las inmobiliarias compran ahora los locales, las tiendas, los bares, para hacer pisos, pisos para pobres, en bajos comerciales. Bajos con una única ventana a la calle, rectángulos como ataúdes con tarima flotante y baño con efecto lluvia todo ello de las calidades más bajas pero lo suficiente como para que sobrevivas en ellos hasta que te mueras por un módico precio de alquiler. Allí los pobres se meten y viven como las ratas, como lo han hecho siempre, sin rechistar, hasta que llega el Dios cáncer y los mata, y entonces se alquilan a otro pobre y así hasta el infinito. Es la cultura del supermercado y de las franquicias, porque ya no va a haber tiendas ni bares, y beber y follar lo vas a hacer después de trabajar en casa. Y si no follas te haces pajas y ya está. Todo en una perfecta igualdad social, sexual y de género, dentro de un mundo justo donde cada uno tenga una vivienda digna. Las inmobiliarias llenan los buzones de propaganda de venta y alquilar de pisos, pisos ataúd para que vivas y te mueras dentro, todo en uno, posibilitando que el tiempo ya no exista y en tu placer mezcles futuro y presenta sin necesidad de distinguirlos.

cucharadas5Quedé con Gaspar para que me invitara a ver el partido contra el Shacktar Donetsk, ironías actuales del destino, el equipo del santo Donbass. Quedamos en la puerta de su antigua casa. Y también estaba la puerta del colegio abierta. Yo siempre había dicho que solamente entraría al colegio si era para quemarlo cont todos dentro. Pero me dijo que venga, que pasásemos a echar un vistazo al antro, y accedí, un poco por los putos viejos tiempos. Accedimos por el orto del colegio. Y sentí el mismo asco de siempre y al segundo volví a tener esas ganas de salir de allí corriendo o de quemarlo hasta los cimientos. Gaspar no entiende aquello de que yo los odie tanto porque él está más acostumbrado a ver aquello allí delante, pero mi casa estaba más lejos y allí dentro es cierto que no pasé ni un minuto en años ni siquiera de paz, siempre viví con el deseo aquel de matarlos a todos. Dentro había una pequeña colonia de curas pederastas que escapaban allí a alojarse huyendo de otros colegios en los que se habían pasado varios pueblos de la raya tocando y follando culos jóvenes. De la existencia de ese grupo de hijos de puta me enteré años más tarde de salir de allí, los veíamos puluar por el patio mirando lascivamente pero no nos lo imaginábamos, y también me enteré de que habían violado a uno de mi barrio que vive aquí al lado y ahora tiene cincuenta años. Intentaban hacer lavados de cerebro a los que iban a su centro de enseñanza, pero en algunos casos conseguían el efecto contrario al síndrome de Estocolmo. Yo soy la persona del mundo que conoces menos propenso a adicciones, porque nunca he creído en absolutamente nada, y eso me protege contra ese síndrome de estar secuestrado y porculeado y sentir placer con ello, y por el contrario siempre he sufrido el síndrome de odiar estar con la gente y de querer quemar los templos que dedican a sus inexistentes dioses. Aunque he de reconocer que sí que estoy secuestrado por Madrid. Barrotes de humo y asfalto. Y si me abrieran la puerta no sabría hacia dónde ir, volvería adentro con las orejas gachas.

A través de toda la maravillosa capa de hollín Madrid grita al cielo, late hacia las estrellas brillantes y asesinas que dan y quitan la vida. Madrid, salvaje y poderosa. Madrid, calles eternas que nos enterrarán y olvidarán. Mistificar Madrid. Madrid.

Cucharadas de tiempo.
Siempre que me marcho
podría ser un hasta nunca.
Prefieres ser culo de león que polla de ratón.
Vivir es volar sin paracaídas y
por mucho que te digan,
que te lo juren,
nadie pondrá un colchón debajo cuando saltescucharadas4
por la ventana.
Ocúpate tú de poner tu cuerpo
y yo lo haré con todo el resto.
Procura guardar
la distancia de seguridad
conmigo
si no quieres follar.
Intentaré sobrevivir
por ti
todo lo que pueda,
todo lo que me dejen
mis pies,
mis huesos
y estas calles
tan sucias
y tú mantente así,
oliendo mucho a sudor
y mintiéndote todo lo que sea necesario,
solo te encargarás de eso
por si alguna vez sucede.
Cagarse en Dios
y en la puta virgen María.
Blasfemar es como cagar en un avión.
El consejo mundial de la ciencia ha descubierto que el centro del universo gira alrededor
de tu culo
y quieren meterte un palo para ver mejor
cómo giran las estrellas
sobre sí mismas.
Observación de ortos y supernovas.
La muerte corre detrás de mi madre
como Usain Bolt. cucharadas6
Pogromo contra los viejos.
Arriaga ya no se habla con Iñárritu.
Tu coche no es un OVNI supersónico pero
los fantasmas sí que existen
aunque no me dieron nunca miedo porque la
noche de los muertos vivientes está en mi propia casa.
Abrir la ventana para ventilar
porque hace un frío polar de verano ahí fuera.
La mejor librería para tu libro es
tirarlo al contenedor de vidrio,
porque hay que salvar al planeta
de toda esta mierda, de tu basura.
Buzones llenos de propaganda
de inmobiliarias que
venden
pisos ratonera y tumbas
para pobres.
Planeta Tierra, ataúd intergaláctico
con preciosa vista a las asesinas estrellas.
Cucharadas de tiempo.
Siempre que me marcho
podría ser un hasta nunca.


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