Bonifacio Singh: Madrid Sumergida

Calor seco

- Es una historia larga. Durante los años cincuenta, Australia se encontraba invadida por seiscientos millones de conejos, una especie no autóctona introducida allí artificialmente que se reproducía sin control ante la ausencia de depredadores. Una mente lúcida inoculó a los pobres bichos una virulenta cepa del virus de la mixomatosis, y consiguió acabar con el setenta por ciento de ellos. Años más tarde la misma enfermedad se introdujo en Europa con la excusa de una supuesta plaga de estos simpáticos y fornicadores roedores….
– Los conejos fornican mucho….
– En los años setenta el virus atravesó la frontera española y eliminó al noventa por ciento de los conejos ibéricos, que arrastraron al infierno con su ausencia en la cadena trófica a varias especies que se alimentaban de su carne fácil.
– Ufff, qué calor hace….
– La madre naturaleza es una puta máquina de matar, y el hombre un hijo de puta de categoría especial.
– Mi madre tiene la cisterna del water rota…¿Qué decías antes de Wagner? “Tristan e Isolda” es una pasada.
– Se mandaban cartas delirantes. Federico le espetaba descalificaciones, le llamaba cabrón hijo de puta y todo eso que se dice en alemán, mientras que Ricardito le contestaba: “cásese o componga una ópera”…
– Ay, cómo me JODEN ESTAS PUTAS MOSCAS CON ALAS, coooño.
– Mientras Nietzsche agonizaba. su querida hermana organizaba reuniones sociales en su casa durante las que se podían oír los alaridos del pobre enfermo desde la habitación contigua, y la gente los escuchaba como algo místico. Luego ella se mudó a Nueva Paraguay con el macho nazi fornicador de turno y escribió un libro bajo la firma del pobre Federico. Qué puta zorra.
– Misógino suena eso. ¿Las tías no te caen nunca bien? No lo entiendo. Te gusta cualquier culo de color tostado, pero desprecias nuestras mentes…
– Sólo me cae bien Pam Grier. JODER, me he clavado un cardo en el pié…

calorseco2Los primeros días de verano son siempre los mejores. Recuerdan a esos tiempos en que parecía que habíamos tomado la poción mágica contra el aburrimiento. Me subo a mi cortacésped y empiezo a pedalear despacio. Hace un calor de cojones, el viento arrastra el típico aire madrileño polvoriento. Espartaco Cancellara ha salido a trotar sobre el asfalto suizo. Kurt retumba en mi cabeza aporreando el “Molly´s Lips” y así puedo empezar a subir la cuesta que conducía a la que era tu casa antes de que te murieses aquella infecta primavera. La primavera siempre está sucia. Es triste detestaros a todos cada día más. Se me cruzan innumerables conejos por el camino, son simpáticos esos cabrones. Pronto se convertirán en plaga, sus conejeras ahuecarán los arcenes de las carreteras, provocarán desprendimientos y cinegéticos accidentes mortales; son grandes tipos. Íbamos de caza, cruzábamos las rastrojeras masticando el polvo y las espigas secas a temperaturas infernales. “Ya sabes, si quieres venir luego no te andes quejando”, me decía mi padre. Me dejaban disparar con una escopeta de menor calibre para que no cayese al suelo a causa del retroceso. Todo niño debería aprender a manejar un arma de fuego, pero apuntando a siluetas negras con forma de persona con una diana pintada en el centro, no disparando contra pobres roedores, palomas o estúpidas perdices, inconscientes animales irracionales que después del disparo quedan desagradablemente destripados o descabezados; para colmo,  tus padres siempre te obligan después de la matanza a comérte las piezas cobradas  mediante calóricos e hirvientes estofados de patatas con carne en pleno verano. Pero daba más pena ver a aquellos pobres orejudos arrastrarse enfermos por la arena, los rematábamos piadosamente de un tiro en la cabeza. Luego disparábamos a las ranas cuando rondábamos algún arroyuelo, había que matar algo, fuese lo que fuese. Mi padre me confesó ruborizado que en una ocasión incluso despanzurraron un águila a perdigonazos como si fuese una paloma torcaz. No me dejaban apuntar a nadie humano ni con la escopeta descargada, decían que las carga el diablo, lo mismo que a las mujeres. Mi padre y sus amigos eran un poco grunge. Nadie podía estar más buena que Pam Grier en “Foxy Brown”. Tarantino es un tío muy salido con muy buenos gustos. Treinta y ocho grados a la sombra. Calor. Menos mal que es seco.


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