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Espera

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Hay momentos en la vida en que nos toca esperar y no soy yo de las personas que se caractericen por su paciencia. Bien lo saben los que me conocen. Ni me gusta esperar ni tampoco que esperen por mí ni por lo que de mí dependa.

Mis cincuenta y cinco años tampoco me han hecho progresar mucho en ese sentido a pesar de que, a mi edad y cada vez que encuentro la ocasión, aconsejo a los más jóvenes obrar como los futbolistas veteranos a los que les toca salir al campo cuando el partido está a punto de ponerse imposible. Es decir, no correr como si no hubiera un mañana a por cualquier balón sino leer con calma la fase de juego, colocarse bien y saltar sobre la buena ocasión. Así, si se sabe aguardar por ella, se aprovecha ese caudal de energía del que aún se dispone.

espera2Llevo ya más de un mes esperando a que concluya un episodio de salud que me auguro que no resulte grave pero que está ahí, en la filigrana del papel en el que voy escribiendo mi vida, asomando de vez en cuando la cabeza para hacerme dudar de todo lo que creo que me queda todavía por hacer.

Intento rescatar y mantener viva la llama de las mejores y más autorizadas opiniones que he escuchado verter sobre casos como el mío para que chamusque cualquier atisbo de negrumbre en la perspectiva.

Repaso los sueños premonitorios de los que consigo acordarme y que, hasta ahora, han anticipado de manera implacable todo lo que ha ido aconteciendo.

Me asombro de la capacidad que tengo de domeñar la situación, de convivir con el desasosiego y de compaginarlo con otras esperas mucho más ilusionantes aunque, seguramente, igualmente intrigantes en cuanto, Dios quiera, la primera de todas se haya definitivamente evaporado.

espera3Es curioso cómo el castellano ha reunido en una sola forma lingüística el exspecto y el spero latinos, de modo que, para cualquier estudiante extranjero, resultará, a veces, complicado desentrañar el verdadero significado de frases como "Te espero" o "Esperamos el fallo del tribunal". Y es que, ya en latín, spero podía significar tener confianza o bien temer algo, según el contexto en el que se empleara el verbo.

En cualquier caso, prefiero refugiarme en mi espero, que hacerlo en agardo, aspetto o j'attends. Me aplico esta especie de tratamiento lingüístico preventivo que me mantiene con un cierto optimismo.

Mientras, procuro que la rutina cobre más sentido que nunca, impidiendo que estos días no sean como los célebres 'minutos de la basura' de los partidos de baloncesto.

Me voy conociendo y espero que no se me ponga mucho más tiempo a prueba. Por ahora.

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