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Las chicas de 'Femen' contra los toros

María De Cisneros era activista. Me encantaba aquel trabajo. La envidiaba: podía vivir tirándose el rollo de la tiranía masculina dando charlas para prevenir la violencia machista y todas esas gilipolleces... Habíamos sido compañeros de colegio en la infancia. Pero yo no tenía un papá que me pudiera mantener ni una organización que subvencionara mis sofisticados gustos veganos de intelectual del siglo XXI. María saltó al ruedo en top less acompañada de Cristina Sherivchenko, una poetisa tortillera ucraniana que también vivía de aquel asunto de denunciar la dictadura fálica asfixiante que nos rodea. Cristina tenía unas enormes y preciosas tetazas, de aureola oscura y pezón prominente... como a mí me gustan. Las dos heroínas del feminismo, en lucha permanente contra el turismo sexual y los puticlubs, corrían hacia el centro del coso. Las mujeres del público gritaban escandalizadas, los hombres sacaban fotos encantados con sus teléfonos. María tenía el pecho pequeño, feo y caído... como su espíritu. Las ubres en movimiento de Cristina, sin embargo, eran un verdadero espectáculo para la vista. La guiri parecía una chica muy maja. Me hubiera encantado intimar con aquel par de peras del Este.

femen2Las chicas pertenecían a Femen y llevaban escritas varias frases en su cuerpo: "Los toros no son arte, son tortura"; "Toreros asesinos"; "Stop genocidio animal"; "Tauromaquia es falocracia" y otras en esta misma línea. Al llegar al centro de la arena se pusieron a gritar con el brazo en alto. Reinó la confusión. El público las abucheaba y les aplaudía a la vez. Hacia ellas salieron corriendo dos agentes y varios banderilleros, así como el propio torero. En ese mismo instante saltó al ruedo Gallardo, un bravo toro de lidia de casi media tonelada. Entonces embistió a las dos mujeres, que no supieron de la salida del animal hasta que ya era demasiado tarde. Ni las fuerzas de seguridad ni los hombres del ruedo pudieron evitarlo. María quedó tendida en el suelo, inconsciente, tras volar por los aires como una muñeca de trapo. Cristina se levantó enseguida y se puso a correr en círculos aturdida, con el rostro y el torso ensangrentados. Los hombres intentaron distraer al animal, que comenzó a ensañarse con María, a la que corneó y pisoteó para horror de los asistentes. Zarandeada, era un trozo de carne inerte con el que el animal fue trazando un siniestro reguero carmesí sobre la arena, un dibujo expresionista que hacía presagiar lo peor. Todo fue cuestión de segundos. Jugándose su vida, el torero fue el único de los presentes que reunió el valor suficiente para acercarse junto al fiero animal. Lo golpeó con el estoque, provocando que desgraciadamente se dirigiera hacia Cristina, que seguía corriendo en círculos bamboleando aquellas tetazas. La plaza enmudeció. El astado tomó un poco de carrerilla, sin inmutarse por los desesperados aspavientos de los banderilleros, mientras los policías tomaban posiciones para dispararle. En una fugaz acometida, Gallardo ensartó a la voluminosa mujer por un costado. Uno de los cuernos le traspasó una teta, justo aquella que llevaba pintada la frase “Toros libres”.

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