daniel

Aquel día las vacas empezaron a hablar

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"Aquel día las vacas empezaron a hablar". Era una primera frase magistral, como la de todas las grandes novelas. Solo que era mi novela. Mía. Estaba orgulloso.

Trataba de las consecuencias que eso suponía, ya que el mundo tal y como lo conocemos se desmoronaría. Y lo que dirían las vacas no sería menos inquietante. Reclamarían una especie de tregua carnívora, exigirían la paz. vacas2Y, claro, las miles de asociaciones a favor de los derechos de los animales y no sé qué más moverían cielo y tierra para llevar a bien término sus exigencias. Así que las vacas dejarían de formar parte de la dieta humana y se retirarían a vivir en paz a una especie de reservas. Esto podría contarlo tranquilamente en unas mil trescientas páginas. O sea, metiéndo diálogos llevaderos y descripciones no muy cansinas. O sea, mucha paja. Estaba chupado.

Y para una segunda parte me guardaría la explicación sobre el origen de aquel misterio. La caída de un meteorito solía funcionar bastante bien en estos casos. La gente tragaría con eso, no había más que ver una de esas series de televisión con tanto éxito. Con humo hacen vente capítulos, y con un par de frases ingeniosas otros veinte. Así hasta unas diez temporadas. No les importa la filosofía, el contenido, les trae al pairo la cinematografía y el arte, solo quieren evadirse. Y nadie protesta. Pues yo también.

Además, la tercera parte podría transcurrir ya en el mundo de las vacas, en su sociedad. Imaginaba esos bares diseñados para vacas, sus ropas, sus casas. Daban mucho juego, las putas vacas. Aquí ya podría introducir la idea de que nos iban superando en inteligencia poco a poco. Su pensamiento se iba volviendo más complejo. Ya no solo eran rumiantes, eran rumiantes superiores. Con sus grandes ojos miraban a la negra inmensidad del universo y no sentían vértigo, en el vacío encontraban la paz. Y la tercera entrega concluía con esta idea. Tres mil páginas.

vacas4En la cuarta eran ellas quienes colonizaban marte. Podia ver ese tocho de siete mil páginas seudocientífico especulando sobre el viaje, las naves, la nueva existencia más allá de la Tierra. El espacio sideral era de las vacas. Aquí sería cuando llamaría la atención de los fans de Star Trek y Star Wars. A los de Crepúsculo y esa mierda me los habría metido en el bolsillo desde el principio. Claro que los lectores de Paulo Coelho eran ya un caso perdido. Pero una cosa era escribir una novela que gustase a todo el mundo y otra hacer directamente basura.


Y así hasta que siguiera con vida. Podía ver mi enorme casa con pantallas de plasma en los techos de todas las habitaciones. Veía el dinero engordando en mis cuentas bancarias suizas. Recibía llamadas de teléfono de Houllebeq pero no lo cogía. Todos querían sair en la foto conmigo y yo disfrutaba de mi reclusión voluntaria sintiéndome el más grande. Podía ver las películas, los videojuegos, los muñecos articulados, los peluches, los juegos de rol, las camisetas...

Pero la pereza era insondable.

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