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¡Ilich, cojones!

Ilich Salmanenko se encontraba en el momento más importante de su vida ante aquel auditorio abarrotado. Respetado, rico y con un próspero futuro por delante, el artista más famoso del mundo estaba en la cima del éxito. Ante sí aguardaba el público expectante, que guardaba un silencio sepulcral. Ocupar cada una de los cientos de butacas desde donde le observaban con reverencial curiosidad valía varios miles de euros. El joven artista apareció de repente sobre las tablas, desafiante, la mirada perdida en el horizonte. Las luces se encendieron entonces a la máxima potencia. La concurrencia se deshizo en aplausos y vítores. La campaña promocional de la performance con la imagen de sus genitales en blanco y negro había sido un éxito. “¡Ilich, cojones!”, rezaba el lema escogido. Según la publicidad, se trataba de una ocasión “histórica” de presenciar una “obra de arte total nunca realizada”. El genio ruso, enfundado en un mono de cuero blanco, con su melena rubia resplandeciendo bajo los focos, guardaba silencio mientras recorría con la vista a los asistentes, como escrutando en el interior de cada uno de ellos. “Los orantes de las cuevas prehistóricas siguen mirando a los cielos miles de años después y no siguen conmoviendo. Se ha enlatado mierda de artista que se ha vendido como tal sin serlo, se ha vendido verdadera mierda de artista después. El Partenón de Atenas. Rafael y Miguel Ángel elevaron la belleza humana a su máxima expresión. El acueducto romano de Segovia. Se han devorado fetos humanos en directo para gozo y deleite de la humanidad. Espanto y dadaísmo. Dalí se transformó en el artista total y embelesó al mundo como Ávida Dollars. Se partieron vacas por la mitad y se conservaron en formol. Futurismo. La gran pirámide egipcia de Keops, las pirámides del Sol y la Luna bañadas en sangre en el tránsito de la Calzada de los muertos de Tenochtitlán. La inmensidad. Somos apenas un resplandor azul en la infinitud del cosmos. Creadores que se han mutilado su pene para cocinárselo a unos cuantos comensales elegidos. ¿Todo está hecho ya? La respuesta es no. Les presento a mi madre. El complejo de Edipo será finiquitado de mi ser ante los presentes. Espero que lo disfruten”. 

ilich2Una mujer enjuta de unos sesenta años apareció al otro lado del escenario con un vestido rojo sangre, vaporoso, que se iba ondulando al compás de su paso conforme se acercaba a Ilich. Se colocó al lado de Salmanenko, que la miró fijamente a los ojos y le gritó: “Mamá, voy a follarte". Se escucharon murmullos entre el público. Todas las luces se apagaron. Oscuridad. Silencio absoluto durante unos segundos que a los presentes les parecieron minutos. Un único foco iluminó el centro del escenario. Una mesa blanca. La mujer, únicamente vestida con las medias y los tacones rojos, puso los brazos en cruz y comenzó a hablar de forma pausada: "Folla a la madre, a la perra, jode a la naturaleza y mancilla el origen, jode a la pacha mama y trasciende, sé más que un hombre, sé más que un hijo y podrás ver". A continuación se puso sobre la mesa a cuatro patas. Ilich Salmanenko entró corriendo como una exalación desde el fondo del escenario. Iba totalmente desnudo y empalmado, enrojecido de cólera, el rostro desencajado. Se encendieron todas las luces y comenzó a sonar Augurios primaverales de Stravinsky a todo volumen. Comenzó a penetrar violentamente a su madre mientras la agarraba del cabello.

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Esclavos

Era uno de esos domingos soleados que nunca podíamos disfrutar. Caminábamos en el mismo sentido hacia nuestros trabajos. Separados. La carretera se interponía. Los coches pasaban a toda velocidad. Tu pelo negro resplandecía, se movía al ritmo de tu paso sereno. Te miré. Me devolviste la mirada y me sonreíste.

Me sentí traspasado una vez más por tu belleza. Me dieron ganas de cruzar la carretera, de cogerte de la mano, de olerte, de besarte, de abrazarte contra mi pecho. Percibí la fuerza del Amazonas y la profundidad de sus selvas, la pureza del guaraní, la lengua de los dioses. Tu calor, tus labios, tu piel y tu seno son todo a lo que aspiro.

Pensé en cruzar para besarte. Pensé en fugarnos muy lejos y en dejar nuestros trabajos como esclavos. Pensé en que todo es una puta mierda sin ti. Pensé en tirar de tu cadera hacia mí. Pero no lo hice.

Entonces seguimos caminando. Tú volviste a mirar al frente y aceleraste el paso.Yo te seguí contemplando hasta que te perdí de vista y me quedé allí de pie como un imbécil aquel domingo pensando en que al menos iba a esribir esto.

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Libro los jueves

Libro los jueves, así que mi vida gira en torno a ese día. Los miércoles son lo mejor, porque preceden a ese breve intermedio de libertad y porque el trabajo es como un recreo. Los miércoles fantaseo imaginándome las muchísimas cosas que podría hacer en mi día libre... aunque al final el tiempo no da para casi nada. Y no es que odie mi trabajo exactamente. Ser camarero tiene algunas cosas buenas y no exige grandes responsabilidades... lo que aborrezco con todo mi ser es haberme pasado más de media vida estudiando no sé muy bien para qué. Odio todo el tiempo que desperdicio a diario mientras mi creatividad se me escapa preparando cafés con leche claritos, templados, sin espuma y con sacarina. Es duro saber que eres el mejor escrito en mil quilómetros a la redonda y tener que repasar los cubiertos cada día después de las comidas. Y luego está esa monotonía insondable que te va aprisionando hasta que te quedas sin aire. Cuando eres camarero entiendes por qué casi todos los camareros son alcohólicos. Me sorprendo a mí mismo borracho de Lambrusco barato mientras escribo estas líneas. Te vas alienando cada día más y un día, de repente, te descubres mirando Sálvame con la boca abierta de hastío, con la mente en blanco. Moscas revoloteando. Tapas de tortilla. Y escuchar a todos esos cretinos y sus opiniones de mierda en voz alta... eso es, sin dudas, lo peor de todo. Oigo a diario los sermones de esos imbéciles con la vida resuelta, esos jubilados que se creen tan valientes yendo a cobrar su pensión y arreglando el mundo desde la barra del bar, esos jodidos ignorantes que ni siquiera saben hilvanar dos palabras seguidas y que se creen tan listos mientras me miran por encima del hombro. Pienso en todos los libros que no han leído y yo sí, en esa mediocridad a flor de piel... en lo duro que es este trabajo.

Libro los jueves. Si no fuera así no sé qué pasaría. Sé que soy un esclavo, uno de tantos. Solo que ahora nos llaman de otras formas. El día libre es lo que me mantiene lúcido. Conservo la esperanza de que, algún día, pueda haber más de un jueves a la semana en mi vida. Cuando la muerte venga a buscarme espero que no lo haga en jueves.

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lanochemasoscura