gcardiel

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gilgamesh1

-Oye, ¿habéis oído hablar de Gilgamesh?

-… Qué pregunta, quién no ha oído hablar de Gilgamesh.

gilgamesh2-Gilgamesh es el mayor rey de cuantos han morado entre el Tigris y el Éufrates. Él gobierna con puño de hierro la ciudad de Uruk, la bien cercada. Mandó edificar sus célebres murallas, cuyos cimientos se hunden en el corazón de la tierra, y cuyas almenas son tan altas que ningún enemigo osaría escalarlas. Y construyó también el Eanna, la pirámide escalonada consagrada a la diosa Inanna, la diosa del amor y de la guerra, cuyo trono une cielos y tierra. ¿Quién no conoce a Gilgamesh?

-Cuentan que una vez logró engañar al formidable Enkidu, el hijo de la montaña. Cuando este llegó de la estepa, poderoso, rodeado de gacelas, era tan salvaje que gustaba de estorbar a los cazadores para que no cobraran sus presas, a quienes llamaba hermanas. Pero su fuerza era tal que nadie osaba oponérsele. Mas Gilgamesh, ante las quejas de su pueblo, ideó el plan perfecto: mandó llamar a la ramera más bella de Uruk y la envió junto a Enkidu, para seducirle con sus encantos. Y lo hizo, y tan pronto como Enkidu se entregó a su abrazo, los animales de la estepa le repudiaron, y el bruto tuvo que acudir a Uruk para ganarse el sustento. Y allí se encontró con Gilgamesh y se puso a su servicio, y se convirtió en su amigo.

-Dicen que en cierta ocasión la diosa Inanna envió a Gilgamesh y a Enkidu al Bosque de los Cedros, pues necesitaba madera para su trono. Dicen que, para superar tan terrible trance, para adentrarse en aquel bosque, maldito por el dios Enlil, y para enfrentarse al gigante que lo guarda, Kuwawa, el de los cien brazos, tan solo les proveyó de dos hachas y de sus mejores deseos. Pero la voluntad de Gilgamesh es férrea, su fuerza, sobrehumana: el rey y su siervo viajaron hasta el Bosque de los Cedros, maldito por el dios Enlil, se abrieron camino entre el follaje y vencieron en dura refriega al gigante Kuwawa, el de los cien brazos. Y talaron los cedros de aquel bosque, lo dejaron yermo para siempre, y acarrearon toda aquella madera sobre sus espaldas para regalársela a Inanna. Y la diosa tuvo el trono con el que había soñado, y quemó toda la madera sobrante para que el pueblo comprendiera cuán grande era su poder, cuán asombrosa había sido la gesta de su rey.

gilgamesh4-Alguien me dijo que una vez Gilgamesh incurrió en la ira de Inanna y esta le pidió a su padre An, el dios sol, que enviara contra Uruk al terrible Toro Celeste. Y el Toro recorrió los campos que rodeaban la ciudad, devastándolos, y dio muerte a centenares, a millares de campesinos, sin que nadie pudiera hacer nada. Sus babas y su estiércol caían sobre los campos encenagándolos, pudriéndolos. Pero entonces Enkidú, el fuerte, agarró al Toro Celeste por la cola, lo inmovilizó y se lo presentó a Gilgamesh, que con su maza le reventó el cráneo. E Inanna volvió a quejarse a su padre An, pero al final tuvo que reconocer la bravura del monarca, y doblar, ella incluso, la cerviz.

-He oído que cuando su amigo Enkidu enfermó y murió, Gilgamesh se lanzó a la estepa, angustiado, preguntándose si también él tenía deparado un destino semejante. Su gloria, su poder, su leyenda, eran tales que se negaba a morir, y así se lo dijo a los dioses. Y estos le temían tanto que le revelaron el secreto de la eterna juventud: le enviaron a las montañas Mashu, la morada de los hombres-escorpión, quienes, una vez puesta a prueba su prudencia, le franquearon la entrada al Jardín de los Dioses. Allí Gilgamesh mató a los leones que lo guardan, sedujo a la Tabernera de los dioses, que conoce todos sus secretos, venció al Barquero de los Dioses, Urshanabi el misterioso, y le obligó a conducirle en su barca hasta el punto exacto de las Aguas de la Muerte, donde el monarca se zambulló sin reparo. Buceó y buceó hasta alcanzar el lecho marino, y allí encontró aquello que había ido a buscar: la planta de la vida. La arrancó, ya sin aire en el pecho e ignorando el dolor que le produjeron sus espinas, y logró volver a emerger de las Aguas de la Muerte con la planta entre las manos. Y se la llevó consigo. Viajó con ella por el Jardín de los Dioses, atravesó las montañas Mashu, la morada de los hombres-escorpión, y emprendió el camino de regreso a Uruk, la bien cercada.

gilgamesh3-Pero, por algún motivo, aquel día Gilgamesh llegó a Uruk con las manos vacías. Y se rumorea que ya está anciano, debilitado en el lecho, y que sus cortesanos se frotan las manos aguardando su último aliento, ya próximo.

-Eso dicen.

-Sí.

-Pues a ese humano justo me refiero. Una vez pasó por este arroyo, dejó sus ropas, sus armas, su corona, en aquella piedra de ahí, y se dio un baño. Y yo me acerqué, fisgué entre sus cosas y me topé con la sabrosa planta de la que habláis. Y me la comí, y me fui.

-…

-¿Eso hiciste?

-Ea.

Y la serpiente se marchó reptando entre las piedras, dejando patidifusas a las demás alimañas de la estepa.

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