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Putrefacción

La sala está abarrotada. El aire es gris por el humo de los cigarrillos y el vapor que desprenden los cuerpos húmedos tras horas de espera. La escritora sudafricana ya está en el atril. La conozco bien, es caucasiana como yo. Tiene una enfermedad en el vientre: no siente piedad como muchos de su estirpe en el sur de África. Se pudre agriamente bajo las faldas, un aroma semejante al olor a violetas que exhalan a veces los cuerpos en descomposición. No importa, no está sola en la antesala de la putrefacción final. Aclamada por la crítica y lectores sudafricanos, siente reforzado su amor propio. Annelie Botes habla.

- No me gustan los negros.

El amor propio no es más que un sentimiento relativo, facticio, y nacido en la sociedad, que lleva a cada individuo a hacer más caso de sí que de cualquier otro, que inspira a los hombres todos los males que se hacen mutuamente, y que es la verdadera fuente del honor. Bien entendido esto, digo que en nuestro estado primitivo, en el verdadero estado de naturaleza, el amor propio no existe. Porque al verse a sí mismo cada hombre en particular como el único espectador que le observa, como el único ser del universo que se toma interés por él, como el único juez de su propio mérito, no es posible que un sentimiento que toma su fuente en comparaciones que él no está en situación de hacer pueda germinar en su alma; por la misma razón, este hombre no sabría tener odio ni deseo de venganza, pasiones que no pueden nacer sino de la creencia de alguna ofensa recibida; y como es el desprecio o la intención de perjudicar, y no el mal, lo que constituye la ofensa, los hombres que no saben ni valorarse ni compararse pueden hacerse muchas violencias mutuas cuando de ellas les viene algún beneficio sin ofenderse recíprocamente jamás. (Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad de los hombres)

putrefaccion4- Si el hombre de correos toca a mi puerta y es un hombre indio o un hombre mulato, les invitaría a tomar un vaso de agua, pero me sentiría aterrorizada por un hombre negro. No me gustan los negros.

La piedad es un sentimiento natural que, moderando en cada individuo la actividad del amor por sí mismos, concurre a la mutua conversación de la propia especie. Es ella la que nos lleva, sin reflexión, en socorro de quienes vemos sufrir; es ella la que en el estado de naturaleza hace de leyes, costumbres y de virtud, con la ventaja de que nadie se siente tentado a desobedecer su dulce voz: es ella la que disuadirá a todo salvaje robusto de quitar a un débil niño, o a un achacoso viejo, su subsistencia adquirida con trabajo, si él mismo espera poder encontrar la suya en otra parte; es ella la que, en lugar de esa máxima sublime de razonada justicia: haz al prójimo como quieras que hagan contigo, inspira a todos los hombres esta obra máxima de bondad natural mucho menos perfecta, pero quizá más útil que la precedente: haz tu bien con el menor mal posible para el prójimo. En una palabra, es en este sentimiento natural más que en los argumentos sutiles que hay que buscar la causa de la repugnancia que todo hombre experimentaría en obrar mal, independientemente incluso de las máximas de la educación. Aunque puede ser propio de Sócrates y de los espíritus de su temple el adquirir la virtud por medio de la razón, hace tiempo que el género humano no existiría, si su conservación sólo hubiera dependido de los razonamientos de aquellos que lo componen (Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad de los hombres).

- Tengo miedo. En mi vida diaria no hay nada más aterrador para mi que un hombre negro. No me gustan los negros.

Es la razón la que engendra el amor propio, y es la reflexión la que lo fortifica; es ella la que repliega al hombre sobre sí mismo; es ella la que le separa de todo lo que le molesta y aflige: es la filosofía la que lo aísla; es por ella por lo que se dice en secreto ante la visión de un hombre sufriente: perece si quieres, yo estoy a salvo. Sólo los peligros de la sociedad como un todo turban al tranquilo sueño del filósofo y lo arranca de su lecho. Se puede degollar impunemente a un semejante bajo su ventana; no tiene más que ponerse las manos sobre las orejas y argumentarse un poco para impedir a la naturaleza, que se revuelve en él, identificarle con el que asesinan. El hombre salvaje no tiene ese admirable talento y, falto de sabiduría y razón, se le ve siempre entregarse atolondradamente al sentimiento primero de humanidad (Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad de los hombres).

putrefaccion2- No tengo los recursos para superar mi miedo del hombre negro. No puedo entenderlo. Como escritora, escribo sobre lo que veo, lo que experimento y lo pongo en contexto. No me gustan los negros.

¿Qué es la generosidad, la clemencia, la humanidad, sino la piedad aplicada a los débiles, a los culpables, o a la especie humana en general? La benevolencia y la amistad misma son, bien miradas, productos de la piedad constante, fijada sobre un objeto particular: porque desear que alguien sufra, ¿qué es, sino desear que sea feliz? Aun cuando fuera verdad que la conmiseración no es más que un sentimiento que nos pone en lugar del que sufre, sentimiento oscuro y vivo en el hombre salvaje, desarrollado, pero débil, en el hombre civil, ¿qué importaría esta idea a la verdad de lo que digo, sino es el darle más fuerza? En efecto, la conmiseración será tanto más enérgica cuanto más íntimamente el animal espectador se identifique con el animal sufriente (Rousseau, Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad de los hombres).

- No es mi función ser políticamente correcta.

Annelie tiene una enfermedad en el vientre. Annelie se pudre bajo las falda. Annelie Botes es la escritora en afrikaans más leída en Sudáfrica. La antesala de la Putrefacción final está llena al sur de África.

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