Idiomas que cuentan cuentos en Mozambique
El idioma de los nombres en el sur de África va cargada de memoria histórica. Siguiendo la estela etimológica de su origen y evolución podemos vislumbrar los factores y protagonistas de las crisis que estallan en puntos geo-estratégicos claves para los buscadores de beneficios a escala. El distrito de Palma, en la provincia de Cabo Delgado, posee nombre portugués. A primeros de abril, los choques entre diferentes grupos armados con nombres árabes y europeos han despertado la curiosidad de lo que ocurre en esta región fronteriza al noreste de Mozambique. La llegada de multinacionales energéticas, principales beneficiarios de lucrativas licencias para explotación de las reservas naturales de gas descubiertos en 2010, fue el detonante en la escalada de violencia y sangre a machete de un grupo de jóvenes conocidos por su nombre árabe Al-Shabaab (juventud). Un choque de beneficios en el negocio lucrativo de la explotación de gas entre multinacionales europeas y norteamericanas por un lado, y un sector de la población autóctona que al grito árabe de yihad hacen correr litros sangre de inocentes en las tierra del cabo. El resultado 40.000 personas desplazadas por el terror del machete con nombre árabe.
Una historia conocida. Proyectos de extracción de reservas naturales de gas en lugares fronterizos, donde la mayor parte de sus habitantes viven en modo subsistencia. En continua precariedad, desde los años de lucha anti-colonial, sin inversiones estatales para mejorar oportunidades económicas en la provincia de Cabo Delgado, ha nutrido la rabia y frustración entre algunos miembros más jóvenes. La francesa Total, la italiana Eni, la norteamericana ExxonMobil, la holandesa Shell o la china China National Petroleum Corporation (CNPC) aterrizaron en la cuenca del río Rovuma y su delta hace ya 11 años, para iniciar proyectos de extracción de gas natural por valor de 60.000 millones de dólares. Tras los primeros seis años de promesas incumplidas sobre inversiones en la provincia para mejorar las perspectivas económicas de sus residentes, escaló en número y violencia una insurgencia ya conocida desde el 2007. Grupo de jóvenes que sucumbían a las doctrinas más extremistas islamistas patrocinadas por mezquitas Wahaabistas y Salafistas en Tanzania y Mozambique, escalaban su virulencia y avance territorial desde 2017.
La costa oriental sur del continente africano es conocida por su lengua Swahili. Desde los años 90, esa costa bañada por las aguas cálidas del océano índico ha visto arraigarse y avanzar todo tipo de insurgencias armadas de aires islamista. La desintegración de Somalia, en clanes y señores de la guerra que financian sus operaciones con contrabando de todo tipo de mercancía ilícita, fue el primer ejemplo de insurgencia yihadista exitosa en la zona. La costa Swahili es un valor alza desde entonces en el mercadeo de contrabando. Heroína y anfetaminas originarias de Afganistán y Pakistán, piedras preciosas extraídas de países africanos, basura tóxica originaria del continente europeo, encuentran un punto de conexión en el mar índico que dibuja la costa con idioma africano: Swahili. Swahili es el idioma mayoritario de la región sureste del continente. La hablan en países que comparten la costa Swahili. Desde Somalia, Kenia, Tanzania a Mozambique.
Factores locales, factores regionales y factores internacionales se entrecruzan y retroalimentan en esta zona con playas paradisíacas de aguas cálidas. Desde los tiempos coloniales, cuando la compañía holandesa de las indias cargaba sus barcos llenos de especies, con esclavos africanos y proscritos asiáticos y europeos. Los puertos que siguen la estela de la costa Swahili mantienen la tradición de comerciar con todo lo que llega y sale de sus playas. Los árabes llegaron para comerciar, y fueron hábiles en explotar la demanda de esclavos originarios de las tierras donde se habla Swahili. En el siglo XIX el comercio de esclavos entró en decaída y el transporte de mercancías ilícitas dominaron la ruta que conecta oriente con occidente. En los últimos años, el tráfico de heroína y anfetaminas desde Afganistán y Pakistán, con dirección al golfo de guinea, no ha dejado de fluir a raudales. Dando nombre a esta franja del litoral oriental: la costa de la heroína. Desde Somalia al puerto de Mocimboa da Praia, en Cabo Delgado, piratas somalís controlan el negocio del contrabando, vigilando los depósitos de gasolina y el movimiento de las embarcaciones de vela procedentes de India y Pakistan. Barcos cargados de heroína en alta mar que pequeñas embarcaciones de pescadores locales mueven a las playas. Otras mercancías ilícitas como las piedras preciosas, extraídas ilegalmente en el continente africano son transportadas por la misma ruta. Así como la basura tóxica que desde Europa transporta mafias europeas para abandonarlas en aguas internacionales paralelas a la costa Swahili, para trampear la legislación europea medioambiental. El contrabando no ha dejado de circular en la ruta con nombres Swahili. Como la diversidad en el origen etimológico de los idiomas que poseen los protagonistas del comercio ilícito en esta costa. Nombres de origen árabe y europeo siguen moldeando las vidas de los mujeres y hombres que hablan Swahili en la costa oriental.
Junto al lucrativo negocio de las rutas de contrabando se ha ido solapando movimientos de insurgencia con apariencia de islamismo yihadista. Somalia, Kenia, Tanzania y ahora Mozambique sufren la sangría de inocentes aniquilados al grito de nombres árabes con machetes, por jóvenes adiestrados por imanes extremistas Salafistas y Wahaabistas, que rentabilizan la rabia de generaciones jóvenes sin esperanzas de salir de la pobreza. Hastiados de la precariedad diaria a la que están condenados, se lanzan a los cantos de sirenas de imanes que retuercen las escrituras del Corán para justificar los baños de sangre y el contrabando en nombre de buen musulmán. Se les reconoce por su nombre árabe, Al-Shabaab (juventud). Aunque este nombre tenga replicas en Somalia, sólo compartan nombre e inspiración yihadista. En Cabo Delgado, son una mezcolanza de jóvenes extranjeros, principalmente procedentes de la vecina Tanzania, y jóvenes de la costa noreste mozambiqueña. Chicos de la etnia Makwa, Mwani, y algún que otro chico Makonde, enrabiados por promesas incumplidas y sin futuro laboral que se alzaron en rebelión en el 2007 contra los líderes religiosos de la región, patrocinados por el oficialista Consejo Islámico de Mozambique. La diversidad en el grupo insurgente de Cabo Delgado, incluyendo a algún joven Makonde, tradicionalmente cristianos, complica una explicación lineal con conexión al estado islámico del conflicto en Cabo Delgado. A los gobiernos norteamericanos no les gusta las realidades con bifurcaciones, quieren formas lineales que dejen a la vista el horizonte cercano. Al Shabaab, de Cabo Delgado, ha sido etiquetado por EEUU como una franquicia más del estado islámico, aunque la realidad no se ajuste a la etiqueta.
El islam está presente en la costa oriental del continente africano desde la primera diáspora desde la Meca. En Mozambique casi el 20% de la población procesa la religión musulmana. En los años 90 se inició una proliferación de madrazas y mezquitas de la escuela Wahhabi en el norte del país, con el beneplácito del Consejo Islámico de Mozambique y de los gobiernos del partido Frelimo, en el poder desde 1975, que las utilizaron para forjar relaciones comerciales y atraer inversiones de los países árabes ricos del golfo. Junto a ello, otros contenidos propagandísticos de imanes islamistas radicales de la costa oriental africana, como el fallecido imán keniata Aboud Rogo, con conexiones con Al-Qaeda, o el grupo somalí Al-Shabaab, han sido consumidos por los jóvenes mozambiqueños de Al-Shabaab. La influencia de las interpretaciones más extremistas del Islam en la juventud de Cabo Delgado se tradujo en posiciones radicales y violentas al grito de yihad. Primero se rebelaron contra los líderes religiosos y de la comunidad local, y ahora controlan parte del comercio ilícito de la zona.
El conflicto se enrocó más en el año 2010, con el descubrimiento, en el distrito de Palma, de la segunda reserva natural de gas más grande del continente africano por la multinacional norteamericana Anadarko. Al año siguiente fue la multinacional italiana ENI quien localizó más fuentes de reservas de gas. Desde entonces las multinacionales extranjeras fluyen a la zona como moscas a la miel. En el otro lado de la historia, donde las inversiones se frenan, no han experimentado los beneficios prometidos a las comunidades locales. Las promesas de las multinacionales europeas y norteamericanas de hacerse cargo del realojamiento o compensación económica de las comunidades desplazadas por los proyectos gasísticos no se han cumplido.
Sí fue a primeros de abril cuando la comunidad internacional centro su atención en los cientos de trabajadores de la multinacional francesa Total. Los últimos extranjeros con nombres europeos sitiados en Palma por Al Shabaab. Fueron mercenarios sudafricanos y rusos, contratados por el Gobierno de Mozambique y Total, los que evacuaron al personal de Total. Y aquí estamos con una nueva etiqueta de insurgencia islamista afiliada a ISIS operando y atacando a las comunidades locales de Cabo Delgado. Un lugar en la frontera bañada por las aguas cristalinas del océano índico. Donde los idiomas se entrecruzan y nos cuentan cuentos.