Miriam Masoli Tlali
“Hay ciertas cosas que son más grandes que nuestros sueños personales, Felleng. Mucho después de nuestra muerte, seguirán siendo verdaderas e inmortales porque no existe hombre que pueda destruirlas. Esas son las cosas que debemos aspirar alcanzar” (Tlali, 1980: Amandla)
La escritora Miriam Masoli Tlali nos ha dejado en silencio. Pero la fuerza de las imágenes que construyó alrededor de sus personajes de las townships, apisona la literatura sudafricana de habla inglesa escrita. Una mujer cronista de su tiempo, que resistió la vejación y censura del sistema apartheid, y construyó una obra indispensable para comprender la vida del indígena sudafricano durante los tiempos del horror. Indispensable para entender, hoy, la sociedad sudafricana y los desafíos a los que sigue haciendo frente. Indispensable para conocer el alma herida de las víctimas de este país.
La obra de Tlali habla de la vida de los negros, en la gran ciudad segregada racialmente durante el régimen del apartheid. Sus crónicas fueron las ventanas abiertas a las townships, desde donde observar las idas y venidas de sus habitantes. El día a día de las vidas de personas que luchan por salir adelante en un mundo en el que las vejaciones eran diarias. Fue la primera autora negra sudafricana en publicar una novela en inglés, durante el régimen del apartheid. Su primera novela, Muriel at Metrolopolitan (publicado en 1975 y reeditado en 2004 con el nombre original elegido por la autora Between two worlds), relataba, por primera vez en lengua inglesa, las denigraciones cotidianas de la población negra en las ciudades sudafricanas de los años 70 y 80.
Soweto 16 de junio de 1976, pertenece a esa lista de momentos históricos en el que un inexplicable cúmulo de circunstancias coinciden temporalmente y espacialmente. Y de repente el mundo exterior se ve empujado a observar pasivamente qué ocurre allí. A pesar de la lejanía, no sólo espacial sino histórico-cultural, acabamos abocados a admirar lo que allí se sucede. Demasiadas veces, la mayoría de las veces, la vuelta a una soterrada normalidad, tras el caos producido por un espíritu de ensoñación, provoca dudas sobre si realmente fue, o sólo es un sueño construido sobre la arena de nuestras esperanzas. Cronistas como Miriam Masoli Tlali devuelven la vida a esos instantes de esperanza en el que la ensoñación triunfa. Su novela, Amandla (publicado en 1980), convierte en eterno y fuente de inspiración el movimiento estudiantil sudafricano en Soweto, 16 de junio de 1976.
Pholoso es el héroe elegido por Tlali para dar voz a los estudiantes que se rebelaron contra un sistema que les condenaba a una vida sesgada llena de humillaciones y frustraciones. Siguiendo al joven de Soweto, Tlali evoca esos días en el que mundo que aparecería al otro lado de las ventanas de las casitas de la township, en Johannesburgo, se resquebrajaba. Nos dibuja las calles de tierra roja de Soweto, su vida a través de los ojos de sus habitantes. Sus sueños, sus ambiciones, sus penurias, sus infiernos. Nos dibuja la cotidianidad devastadora de aquellos que sobrevivían en un sistema que los acorralaba y torturaba para el bienestar de unos pocos hombres blancos.
La seguimos. Dejamos que nos coja de la mano y nos deslice por la historia de las personas que protagonizaron el 16 de junio. Nos acercamos a los corrillos de mujeres y hombres viejos para escuchar sus voces de desesperación. De su mano observamos la correlación de eventos que abocaron a unos pocos al suicidio por pelear por unos ideales. Libertad e igualdad. Tlali nos invita a comprender por qué unos jóvenes adolescentes se alzaron contra un sistema educativo que oprimía sus raíces africanas, y por ello fueron condenados a la pena capital de un balazo y brutales sesiones de tortura. Sentimos, a través de sus palabras, la frustración descontrolada por un sistema que les convertía en carne de cañón para trabajar en una economía sostenida sobre una fuerza laboral cuasi esclava, la furia contra un sistema que les invitaba a ahogarse en litros de alcohol suministrados por el régimen en las puertas de sus casitas tipo caja de cerillas. Un sistema que les adiestraba a hacer uso de la violencia en sus relaciones maritales, familiares, vecinales, laborales. Un sistema que premiaba al que apareciese como la bestia que dibujaban los libros europeos sobre el indígena africano.
La revuelta estudiantil del 16 de junio de 1976 en Soweto, fue un instante en la historia de la liberación sudafricana. Pero un instante que cimienta el camino hacia la liberación. “La verdad no será destruida. Esos estudiantes caídos son nuestros soldados de la liberación, y gente como ellos nunca muere. La ciencia nos demuestra que la energía es indestructible, es perpetua. El poder que les motivó a actuar no desaparece aquí, continúa trabajando.” (Tlali, 1980: Amandla)
El Estado erigido por los nacionalistas bóers convirtió a la escritora sudafricana en enemiga del estado. La censura de sus libros le dieron más relevancia internacional, y sus libros se publicaron fuera del continente africano. Tlali, a pesar del abuso, los interrogatorios, la tortura, mantuvo su activismo dentro del sistema, con-fundando la revista literaria Staffrider para dar espacio y voz a la literatura de mujeres y hombres negros durante los años del horror. Para que la realidad de las vidas de millones de personas en los townships de aquellos años, no desapareciera con la muerte sus testimonios.
Existen puntos espaciales y temporales que marcan nuestras memorias y nuestros ideales. Esos momentos en el que nos cuestionamos nuestro presente y futuro. Soweto 1976, Tiananmen 1989, Tahrir 2011, las semillas esparcidas en las mentes de los contemporáneos egipcios brotarán árboles más difíciles de talar que los frescos brotes de ayer, con la ayuda de cronistas de la talla de Miriam Masoli Tlali. ¡Amandla Tlali!