Vergüenza

Un hombre llorando. Recuerdos de días de vino y rosas al lado de una mujer a la que amaba. Una mujer declarando su amor por un hombre, al que describe como simplemente un caballero, delante de una cámara. Son Oscar y Reeva tres años atrás. Pocos meses antes que los gritos, disparos y golpes acabaran con el cuerpo de Reeva yaciendo en un charco de sangre. Nada extraordinario en una sociedad donde la violencia doméstica es un suceso recurrente que se ha convertido en cotidiano. Lo extraordinario son sus protagonistas, dos triunfadores sudafricanos. Él, Blade Runner, convertido en un ejemplo de superación personal a nivel internacional. Ella, modelo que saltó a las revistas de fama internacional.
Un juicio por el asesinato de una mujer a manos de su cónyugue. Nada extraordinario en un país con uno de los porcentajes más altos de asesinatos en el mundo. Extraordinariamente los medios de comunicación, a nivel nacional e internacional, se han volcado en dar cobertura y espacio a este hecho cotidiano en la vida sudafricana. El héroe con piernas de hierro queda catapultado bajo la escoria de un sistema de valores opresor en el que el macho blanco tiene poder sobre la humanidad. Primero llegó el veredicto de culpabilidad por asesinato, después la sentencia condenatoria contra el hombre que asesinó a su pareja un día de San Valentín.
Tras hacer una valoración de los factores que rodean este caso, la jueza Masipa ha condenado al asesino a seis años de prisión. Sentencia que, a pesar de generar estupor por los pocos años de castigo carcelario, cumple con la jurisprudencia sudafricana. Los jueces deben de tener en cuenta en sus sentencias una particularidad jurídica de la legislación sudafricana el “ Zinn Triad”, que estipula que una sentencia tiene que fundamentarse en tres factores: las circunstancias personales del acusado, la seriedad de la ofensa y el interés de la sociedad. Masipa ha considerado que las circunstancias personales de Oscar Pistorius, quien pidió perdón reiteradamente desde el inicio del juicio,
es un factor mitigador, a pesar de la seriedad de arrebatar la vida violentamente de un ser humano. Masipa ha sido muy cuidadosa de no confundir el interés de la sociedad por esta sentencia, con el ruido amplificado de los generadores de opinión pública, que pedían la cabeza del héroe caído. En tres años, Blade Runner podrá disfrutar de la libertad condicional.
La jueza Masipa ha impartido justicia, tras una partido de juego judicial en que los bandos enfrentados han jugado en desigualdad de condiciones. Un equipo de abogados entrenados para ganar bajo presión y los mejores expertos para desmontar, una tras otra, las evidencias presentadas por la fiscalía. Todo tiene un precio, incluso una sentencia que mitigue la seriedad del crimen. La factura final, por noquear a la fiscalía y fabricar una duda razonable sobre la culpabilidad del procesado, ha ascendido a un millón de euros. El dios execrado del Olimpo tendrá que abandonar su dorador arresto domiciliario. Tras tres años en la hermosa mansión de un millón y medio de su tío, Oscar compartirá espacio con otros asesinos de mujeres en un reducido espacio de propiedad estatal. Por poco tiempo. El asesino quiere volver pronto a ser nuevamente un miembro querido de su comunidad.
Las cámaras se adentran en la escena del crimen. Una casa de diseño, en una urbanización tipo y precio de la Finca de Madrid, pero en Johannesburgo. Las cámaras muestran el dormitorio con baño, mientras una voz en off relata la versión del verdugo sobre lo que ocurrió la madrugada del 14 de febrero de 2013. Lo hace ante las cámaras, enfrente de un periodista británico. Es la primera entrevista de Oscar Pistorius tras ser acusado de asesinar a Reeva Steenkamp. Una entrevista transmitida una semana antes de conocerse el veredicto de la jueza Masipa. El trabajo periodístico busca transmitir el dolor de un hombre roto, que estalla en llanto recordando a la mujer que asesinó. El dramatismo de esta pieza audiovisual busca que el espectador empatice con el asesino. Pena. Blade Runner, el asesino, maquina su redención y rehabilitación. Oscar quiere volver a cosechar, pronto, títulos para el beneplácito de sus conciudadanos. Oscar sigue corriendo por delante de la manada.


Townships de la ciudad que descansa en las faldas de la Tabla Mountain. Eso le llevó a ser elegido concejal municipal del ANC, en uno de los distritos más golpeados por un sistema económico que premia a los ganadores y castiga a los perdedores. Pero han pasado ya cinco años y el hombre político ha culminado su metamorfosis. Nacer y crecer dentro del partido de Nelson Mandela y transformase en un nuevo hombre del partido que ahoga a los desposeídos en beneficio de los que poseen. Ayer fue miembro del African National Congress, el partido que ha gobernado el país desde la instauración de la democracia en Sudáfrica, y que abandera el estandarte de igualdad y justicia social.
Pero cuando, después de realizar a la inversa los mismos movimientos, en medio de grandes esfuerzos y jadeos, se halló de nuevo en la misma posición y volvió a ver sus patas moviéndose frenéticamente, comprendió que no podía hacer otra cosa, y volvió a pensar que no debía seguir en la cama y que lo más sensato era arriesgarlo todo, aunque sólo tuviera una mínima posibilidad. Pero en seguida recordó que meditar serenamente era mejor que tomar decisiones drásticas. Sus ojos se clavaron en la ventana; pero, por desgracia, la niebla que aquella mañana ocultaba por completo el lado opuesto de la calle, pocos ánimos le infundió.”(Metamorfosis, Franz Kafka)
El advenimiento de democracias desde regímenes opresores que ejercieron su poder gracias a unos aparatos de seguridad eficaces y devastadores, conllevó una peculiar situación social y económica. En Sudáfrica las temidas unidades especializadas en la contrainsurgencia: la brigada de paracaidistas, los comandos de reconocimiento, y el batallón 32, fueron desmovilizados en 1990 y 60.000 soldados entrenados en el arte de la tortura y el asesinato abandonaron las fuerzas de seguridad especiales sudafricanas. 60.000 individuos, entrenados exclusivamente para mantener la seguridad en uno de los regímenes más crueles en la historia reciente, dejaron de trabajar para el gobierno que legitimaba sus labores de crímenes de estado. Y entonces, los más avispados empezaron a visionar un futuro lleno de oportunidades. El negocio de la seguridad para la protección contra criminales y contra el enemigo.
Los niveles de criminalidad, en el caso sudafricano, han sido utilizados como arma electoral para convencer a los electores de que el gobierno del ANC es incapaz de hacer frente a los altos niveles de criminalidad en el territorio, y ello ha contribuido a que la industria de la seguridad privada en Sudáfrica haya aumentado exponencialmente desde la inauguración de la democracia. 