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Desamparo

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En mi búsqueda de vías alternativas al colapsado tráfico de una ciudad secuestrada entre una cordillera montañosa y el mar, acabé atrapada en una isleta en la que solo podía ir a la izquierda o a la derecha. Una calle que llega a su fin en un pequeña circunferencia. Detrás de ella solo hay un control de seguridad que abre la entrada a una serie de edificios rectangulares de finos muros con ventanas de aluminio que recuerdan las barracas militares. Nada nos indica qué se esconde detrás de esas vallas. No existe signos de información que nos explique a los de fuera qué encierra ese espacio al otro lado de la calle.

desamparo2Tras el éxito de mi escapada de conductor avispado, repetí la jugada para ahorrarme veinte minutos de caravana. Volví a repetir el mismo trayecto buscando con ansiedad las señales indicadoras para llegar a esa encrucijada en el camino. Una señal con la cruz roja y un nombre: hospital de pecho Brooklyn. Reconocí la señal universal de centro médico cercano, pero no pude descifrar la particularidad de ese nombre: hospital de pecho. No se veían ambulancias, no se veían pacientes y familiares entrando y saliendo de sus dispensarios. Nada. Al pasar junto el espacio vallado conduje lo suficientemente lento para que diera tiempo a atrapar más signos que me ayudaran a entender qué era ese recinto médico del pecho, sin importarme perder esos minutos de avanzadilla que me ofrece el trayecto alternativo frente a los otros conductores menos avispados que yo.

No se distingue movimientos de personas por los distintos espacios agrupados en unos 10.000 metros cuadrados. La única presencia humana son dos guardias jurados que controlan la entrada y salida al recinto. Registran coches como si se tratara de una frontera terrestre en el que contrabando fluye sin cesar. El lugar invita a no quedarse. Un paisaje desolador en medio de un bullicioso barrio de clase trabajadora. Edificios levantados con los materiales más baratos y sin ningún elemento que busque ensalzar el lugar fuera de los colores neutrales que acompañan a las estancias militares de cualquier país. Pero no hay militares dentro. Mi cabeza se entretuvo imaginando quién podría ser un residente de ese lugar. La única señal identificadora era un centro médico, pero sin acceso abierto a cualquier enfermo. Aislado y desolado. Me pregunté si eso sería un hospital exclusivo para criminales en prisión.

desamparo3Dejé que la curiosidad se diluyera con la rutina diaria. Cada día de lunes a viernes me asomo a sus límites huyendo del tráfico. En uno de esos recorridos me topé con una furgoneta llena de personas en la que el conductor llevaba una mascarilla protectora. Un semáforo en rojo me permitió parar justo junto a ella. Dentro pude observar hombres y mujeres con rostros de agotamiento. Salvo el conductor ninguno llevaba mascarillas. Quiénes eran esas personas. Por qué solo el conductor debía de estar protegido contra el aire encerrado en el auto. Al seguir mi camino entendí que esa furgoneta debía de acabar su recorrido en la isleta del hospital del pecho.

Decidí preguntar a lugareños al otro lado de la calle. “Es el hospital de los tuberculosos, siempre ha estado allí. Nadie quiere estar cerca,. Solo entran pacientes para que les pongan el tratamiento y los operarios del recinto. Ahí no hay doctores, solo enfermeras”. El vecindario en el que se erige el hospital de los tuberculosos es un típico barrio de currantes sudafricanos. A Brooklyn ha llegado en los últimos años una oleada de inmigrantes africanos que se pueden permitir pagar una renta alquiler media de unos 300 euros al mesa. Las casas rectángulares de no más de 60 metros cuadrados y los bloques de pisos de protección oficial están habitadas por familias trabajadoras blancas y coloured idas a menos en los últimos tiempos de crisis económica, e inmigrantes africanos con años de residencia en el país y acceso a rentas regulares. Las vías del tren de mercancías que nace y muere en el puerto de containers de Ciudad del Cabo limita el lado sur del hospital del pecho y Brooklyn.

desamparo4Los pacientes tuberculosos no hacen escala más de un día. Tampoco son trasladados por familiares o conocidos. No hay ambulancias que acudan a su encuentro. Llegan en furgonetas sin signos distintivos. Proveedores logísticos sin preparación paramédica. Son transportados dentro del recinto para suministrarle un tratamiento semestral por inyección. Después son devueltos a sus lugares de residencia hasta la próxima toma. El gobierno de Sudafrica ha dado esperanza a los casi medio millón de tuberculosos en el país. Una nueva droga experimental va a ser subvencionada y distribuida por centros médicos como el de Brooklyn a los enfermos de una enfermedad que afecta mayoritariamente a pobres y a enfermos de sida.  Porque Sudáfrica está poblada de pobres. Una gran bolsa de trabajadores que cobran salarios de menos de 200 euros al mes. De mineros que no llegan a ganar más de 300 euros mensuales y sufren todo tipo de enfermedades pulmonares. Personas que trabajan duro y sufren malnutrición. La tuberculosis es una enfermedad que se puede prevenir y curar. A pesar de ello, Sudáfrica sufre desde hace décadas una pandemia de tuberculosis. Siete países acaparan el 64% de la mortalidad mundial de tuberculosos. A la cabeza de la lista está India, seguida de Indonesia, China, Filipinas, el Pakistán, Nigeria y Sudáfrica. La estela de los residentes desamparados del hospital de pecho de Brooklyn nos espera al otro lado de la isleta.


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Mitologías terrenales

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Existe un país en el que una pequeña comunidad vive en extensos latifundios. Existe una comunidad de hombres y mujeres con una mitología arraigada a un trozo de tierra. Existen hombres y mujeres que reclaman su descendencia europea y su lengua Afrikaner como la piedra angular de su unidad cultural. Hay una comunidad afrikáner en Sudáfrica que sigue manteniendo su lealtad al expolio colonial y niegan la tragedia infligida a los indígenas de esa tierra, alegando su misión civilizadora y adjetivando de bárbaros al pueblo africano. Hay un grupo de hombres y mujeres que denuncian la ejecución de un genocidio en Sudáfrica contra el pueblo afrikáner por el bárbaro negro. La tierra y el titular de ésta siguen desempolvando heridas no cerradas. Estamos en 2018.

mitologias2El año se inauguró con el anuncio de una posible reforma, si fuese necesario, de la Constitución sudafricana para profundizar en la restitución de la justicia en el país. Una de las misiones del gobierno del ANC ha sido la restitución de tierras a las victimas de la expoliación ejecutadas por los gobiernos del National Party desde 1948. Las alarmas empezaron a sonar en los oídos de la comunidad expoliadora. La restitución en Sudáfrica se traduce en cambio de titularidad de la tierra. Colisión del derecho a la propiedad y el mecanismo de restitución: la expropiación. Terror.

La reacción de la comunidad afrikáner propietaria de latifundios en Sudáfrica fue inmediata. Abanderado por una asociación que reclama representar los intereses de la minoría afrikáner sudafricana. Afriforum es una asociación de granjeros y agricultores comerciales afrikáners con expertos juristas en derecho civiles y con capacidad financiera para retar en los tribunales a la administración sudafricana. Desde el 2006, lidera la defensa de los derechos de los afrikáners en todos los ámbitos de la sociedad. De la mano del sindicato Solidaridad, que existe desde los tiempos de las guerras Boer contra los británicos, denuncian la discriminación que dicen sufrir su comunidad, blanca afrikáner. Desde su lanzamiento Afriforum se ha hecho visible con sonados juicios contra el sistema educativo por no permitir que los colegios públicos impongan la religión calvinista que profesan sus miembros, o por exigir que la lengua vernácula para la educación pública sea el afrikáner. El simple debate sobre la titularidad de la tierra en un país en el que el estado sólo posee el 23%, y el 77% restante sigue en manos privadas y mayoritariamente blancas, provoca urticaria a la comunidad que representa Afriforum.

El lanzamiento de una campaña, para recoger afiliados y simpatizantes de la comunidad afrikáner a nivel internacional, ha desatado encuentros y desencuentros diplomáticos. El tema elegido para la campaña de sensibilización por la causa afrikáner es el genocidio. Sin pelos en la lengua, Afriforum ha tensado músculo y ha movilizado a sus soldados para esparcir datos estadísticos sobre la ejecución del genocidio de afrikaans en Sudáfrica, una comunidad que representan un total de 35.000 individuos en el país. El tour de Afriforum por Estados Unidos, Australia, Bélgica, ha cosechado algunos resultados. El Ministro de asunto exteriores australiano, Peter Dutton, lanzó un órdago: los granjeros blancos mitologias3están siendo perseguidos y merecen protección con visas especiales de un país civilizado. Con la misma incontinencia verbal que Trump, Dutton desencadenó un conflicto diplomático que finalizó con una disculpa del Gobierno australiano a los sudafricanos por el error de confundir propaganda nacionalista afrikáner con datos fehacientes.

Ya en el 2014 Afriforum intentó que su discurso de comunidad en peligro de extinción fuese aceptado como posibilidad. Presentó alegatos sobre el número in crescendo de asesinatos de granjeros y agricultores afrikáners en el país, ante la Comisión de derechos humanos sudafricana (SAHRC). La institución garante del respeto y protección de los derechos fundamentales en el país, publicó el resultado de su investigación negando contundentemente, con datos estadísticos, que existiese un motivo racial en esos asesinatos. A pesar de que sí existe algunos ataques motivados por odio racial o hostilidad racial, las evidencias muestran que el peso motivacional es criminal. Punto.

En un país con uno de los índices más altos de asesinatos por año en el mundo. En 2016/2017 un total de 19.016 sudafricanos fueron asesinados, con un promedio de 52 asesinatos por día. El número de granjeros, agricultores afrikáners asesinados en el mismo periodo fue de 74, es decir seis asesinatos por mes. Calculando 74 asesinatos por año en una comunidad de 35.000 miembros, sería necesario 432 años para eliminar a todos los granjeros y agricultores afrikáners de Sudáfrica. La polémica está servida.

mitologias4El presidente de la república tuvo que contestar en el parlamento a la pregunta sobre restitución de la tierra a las víctimas de la expoliación. En su respuesta el presidente lanzó varios datos, siguiendo la estela dibujada por Afriforum, desvirtuando la realidad. En la enumeración de datos, el presidente  describió la labor del gobierno democrático restituyendo más de 3 millones de hectáreas. Citando una auditoría sobre la situación de la propiedad de la tierra realizada en el 2017, convenía que los ciudadanos blancos poseen el 72% de las granjas individuales en el país, los ciudadanos coloured el 15% , los indios el 5% y la mayoría de la población, ciudadanos negros, sólo poseen el 4%. Y continúo con aspecto de género. Los hombres poseen el 70% de las propiedades y las mujeres el 30%. Los datos utilizados por el Presidente se limitan, en el mismo informe de la auditoria, a un porcentaje de la propiedad de la tierra del 33.4% del total de las granjas y plantaciones agrícolas comerciales sudafricanas (que representan el 94% de la tierra en el país).  Las estadísticas oficiales dibujan un panorama menos trágico, y menos atractivo para el clamor popular.

Mientras lanzan datos sobre el cadáver, el granjero afrikáner de Limpopo habla. “!Los negros creen que les hemos robado su país! Hemos construido este país, muéstrame cualquier sitio que los negros hayan construido. !No hay!. No pueden construir, sólo destruir.”. Mitologías de los pueblos, quién nos protege contra ellas.

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Winnie

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El dos de abril se anunció la muerte de Winnie Nomzamo Madikizela-Mandela. Una mujer hermosamente indomable que luchó por la liberación de su pueblo y su género. Mama Winnie se ha ido al año de celebrar por todo lo alto su octogenario aniversario. Un funeral de estado ha despedido el cuerpo de la que fue conocida como la esposa de Nelson Mandela fuera de las fronteras sudafricanas, y como la madre de la nación dentro de ellas. Cinco años separan la despedida de Nelson y de Winnie. La melancolía te aplasta el pecho como una pesada losa, al reconocer tiempos difíciles en la búsqueda de referentes que disipen nuestras ansiedades presentes. Referentes que refuercen nuestras convicciones y alienten a no sucumbir a nuestra mediocridad.

De Winnie se ha escrito todo. Demasiado papel publicado surgido de la maquinaria propagandística del autoritario régimen y replicado sin cortesía periodística en el resto del mundo. Sus secuelas siguen reabriendo heridas mal cerradas en la sociedad sudafricana. Unos días después de la muerte de la mujer más emblemática del partido ANC, la emisión de un documental ha desencadenado replicas y contra replicas por las acusaciones vertidas en este documental dirigido y producido por franceses. El asesinato de un joven de 14 años, winnie2Stompie Seipei, a finales de 1988 por uno de los entrenadores del club de futbol Mandela, patrocinado y secundado por Winnie, aceleró la maquinaria propagandística del régimen Apartheid para desacreditar al movimiento de liberación en plenas conversaciones sobre la futura transición democrática.

El juicio contra Winnie en 1991, por su implicación en el secuestro, tortura y muerte de Seipei, fue criticado por ser otra más de las maniobras encubiertas del gobierno de William de Klerk para dividir al ANC en la mesa de negociación. A pesar de no existir evidencias que acreditaran que Winnie fuese instigadora del crimen, y que el único testigo acusador era Jerry Richardson, condenado a cadena perpetua en 1990 por el asesinato de Seipei. Winnie fue denostada y arrinconada por muchos de sus camaradas que no compartían su radicalismo en la lucha contra el régimen autoritario. Más tarde se descubriría que Richardson fue un infiltrado de las fuerzas de seguridad del Apartheid y Seipei fue asesinado por descubrir su traición. El documental francés, premiado en el pasado festival de Sundance, sirve como escaparate del discurso elaborado por la propaganda que el Apartheid, con tanto ahínco y recursos, desarrolló en los últimos años del régimen.  Junto a las palabras de Winnie, también oímos a jefes del STRATCOM, unidad dentro del gobierno Apartheid dedicado a diseñar campañas de propaganda, describiendo los detalles de la operación de descrédito que el aparato opresor llevó a cabo contra Winnie. 40 periodistas a sueldo de STRATCOM publicaron artículos sobre las heridas de una mujer infligidas por el sistema que quiso asesinarla en vida.

A pesar de que el documental busca revelar las maliciosas maniobras del sistema del Apartheid para distorsionar y desacreditar al movimiento de liberación ANC y sus líderes. El resultado final ha provocado un maremoto de sentimientos encontrados y discursos que buscan construir héroes endiosados sin fisuras y perfectos. La historia no contada por sus protagonistas, y acreditada por documentos, deja abierta la puerta a la maquinación de discursos que encajen con la realidad que queremos transmitir. En el documental, deslumbramos el resentimiento de una Winnie herida al recordar la parte más oscura de su pasado como activista anti-Apartheid. Desapariciones, torturas, asesinatos en las calles de Soweto a manos de una banda de jóvenes que formaban parte del llamado club de futbol Mandela y que ejercían como sus guardaespaldas privados. Gracias a la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en 1997 conocimos como ese grupo de jóvenes fue objetivo del aparato de represión con incursión de infiltrados.winnie3Los líderes del ANC en el exilio intentaron hacer entrar en razones a la indomable Winnie para que cerrará el club de futbol, donde jóvenes de Soweto creían representar el ejercito dentro del país bajo la dirección de su comandante mayor, Winnie, y tomarse la justicia por su mano. No fue posible. Winnie estaba en guerra dentro del país, mientras sus líderes se encontraban en el exilio o en Robben Island.

En los años 80, las townships para residentes africanos bullían en violencia. Tras el levantamiento estudiantil de Soweto en 1976, los jóvenes tomaron la palabra y impusieron su radicalismo en la lucha callejera contra el régimen. El sistema del Apartheid tuvo que decretar varios estados de emergencia, y multiplicar las operaciones policiales secretas de infiltrados en el movimiento de liberación para desacreditarlo. Tiempos difíciles. La desconfianza a ser traicionados por compañeros, vecinos, familiares a sueldo del enemigo estaba al orden del día. Winnie era parte de ese espíritu revolucionario que necesitaba devolver el golpe. Vivía entre ellos, hablaba como ellos, y cargaba sus ataúdes hasta la tumba. Esa Winnie de los 80 y 90 fue denostada por los que iniciaron las negociaciones con el régimen para poner en marcha la transición democrática que finiquitó el Apartheid en 1994.

Con la muerte de la madre de la nación, acusaciones sobre quién estuvo junto ella, y quién no, han brotado como setas tras la lluvia. Sus hijas abrieron sus corazones y sus rencores el día de su adiós. Acusaron de deslealtad a aquellos que no entendieron a su madre y no supieron protegerla contra la maquinaria propagandística del Apartheid. Zenani, y Zindzi reivindican emplazar en el mismo pedestal de la lucha contra la dictadura a su madre Winnie Mazikilela-Mandela y a su padre Nelson Mandela. Políticos populistas de todos los signos han saltado a la piscina de la desinformación. winnie4En la mayoría de los procesos de transición democrática desde regímenes autoritarios se establece un pacto de amnistía que suele implicar un pacto de no agresión histórica. Correr una tupida cortina para esconder las atrocidades del pasado. La pérdida de la memoria histórica nos convierte en vulnerables.

Winnie entró en el club de las mujeres valientes e indomables con sólo 23 años. Su boda con Nelson Mandela y su compromiso inquebrantable por la liberación de su pueblo la transportó al monte Olimpo. Gracias a su cordura y a su fuerza de espíritu, por luchar en el lado correcto de los justos, podemos leer de primera mano sus diarios escritos durante sus 491 días de aislamiento en una celda. Una mujer que sobrevivió a uno de los más terribles y temidos métodos de tortura, el confinamiento aislado sin acceso al contacto humano ni a la luz del día. El opresor quiso romper su alma, y casi lo consiguió. Su marido quiso sacarla del país junto a sus hijas antes de que el régimen opresor empezara a golpearla. Winnie dijo no. No quiso abandonar a su pueblo en el sufrimiento. El sistema patriarcal sudafricano quiso hacer desaparecer su identidad y ella se rebeló reivindicándose como Nomzamo Madikizela. Inspiró y reclutó a miles de jóvenes para el movimiento de liberalización. Se convirtió en la madre de la nación por aclamación popular. Años de claros y oscuros en la vida de una mujer que llegó desde un pueblo rural en el Cabo occidental y se quedó con nosotros para protegernos del diablo. Winnie se ha ido. Huérfanos del mundo, Dios salve a la reina.


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