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Santería

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La santería nunca consiguió atraparme, a pesar de mis iniciaciones cubanas. Hasta el presente. Nunca pude mantener la compostura saltando y gritando alrededor de un gallo degollado, mientras el líder de la jauría expulsaba, a borbotones, lingotazos de agua ardiente. Hasta el presente. Nunca entendí la necesidad de expulsar, con tanto ahínco, lo que yo mantengo con tanta delicadeza y perseverancia en mi paladar, tras un largo entrenamiento, para no quemar mi campanilla durante el acto de engullir las perlas de ese agua bendita. Hasta el presente. Me resistí a terminar convertido en una grifería de santos. Hasta el presente. Hoy, estoy buscando su misericordia para salir del estado catatónico en el que me encuentro.

La memoria colectiva sudafricana está en pleno éxtasis desglosando lo que ha sido vivir 365 días sin el santo, Madiba. El país lleva un año bajándose el santo, vestido de blanco y bañándose en el mar. Aderezos navideños para un santo sudafricano que osó morir 20 días antes de la navidad, a sabiendas de pasar a ser, en el calendario nacional, el día del santo que anuncia la llegada del nacimiento del mesiás. Hoy ruego convertirme en la grifería al son del gallo.

santeria2Y Sigo colgado. A pesar de reiniciar mi disco duro una y otra vez, éste se niega a descolgarse, colgado en el limbo de Neverland, sin voluntad de volver al presente. Un efecto catatónico que sólo un santo puede romper. El 5 de diciembre Nelson Mandela abandonó Sudáfrica por la tierra de Neverland para descansar por siempre jamás. Sus compatriotas iniciaron ese día la bajada del santo, mientras los desheredados mantienen en marcha la maquina de las monedas 24 horas, 365 días al año.

Mi retina sigue poseída por alienígenas que sostienen en sus manos exuberantes velas de nata. Mis ojos se abren y cierran. Un sin cesar parpadeo para negar lo innegable, que un mesías o profeta nació el 24 de diciembre, y un comandante o Nelson Mandela murió 20 días antes. Mi disco duro sigue mostrando un funcionamiento extraño, desigual, discontinuo. Mi cabeza, sin aparente control, me abandona en busca de un rayito de sol en el cielo infinito, ensimismándose con la buena nueva de un trocito de claridad en el negro horizonte, descolocándose de dónde tenía la atención centrada: unas gigantes gafas junto al mar. Estatuas de 8 metros, del santo. Bustos de 200.000 euros, que acaban bajo las ruedas de coches de policía, del santo. Gigantes gafas patrocinadas por la marca ray-ban, del santo. Actos reivindicativos de los que están bajándose el santo. Mientras caen monedas del cielo. Es el definitivo colapso cerebral antes de navidad.

No sé cuántas veces más tendré que reiniciar el disco duro para convencerme volver al presente. Un presente, en el que la desigualdad económica es mayor que durante el antiguo régimen autoritario. El país que nos obsequió un emblema generacional: un hombre, un voto, hoy es una de las democracias más injustas en el mundo. Traducido a la esencia de lo básico: hay pobres más pobres, y hay ricos más ricos. El movimiento y partido de izquierdas del santo, no es capaz de bajarse una justicia social, suscrita en los discursos de liberación pronunciados por Madiba, cuando no era un santo. Una catatónica situación, la presente, para la mayoría de los ciudadanos sudafricanos engullidos por el endeudamiento. Durante el año de la bajada del santo, la cesta de la compra ha subido un 100% y, sin intención de abandonar el son del subidón, cada mes que pasa los precios suben y suben, como la espuma de la caña de cerveza que ahora no pueden permitirse. El precio de la gasolina sigue disparada, las eléctricas golpean la llegada de fin de mes antes de las fechas navideñas. Pero hoy es el día del santo que nos anuncia la llegada del mesías, y yo me he convertido en la grifería a son del gallo. Asuuuuucar!!!!!


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Los mansos

El golpe seco de las pezuñas hendidas en los adoquines anuncia la pronta llegada de la manada de los toros por la rampa. La comparsa de mansos marca el compás del toro bravo, siempre en línea y sin desbocarse. El terror del toro desbocado, no alienado a los mansos, desconcierta y puede acabar en un reseteo de la manada.

Neutralizar la bravura es un acto de supervivencia de la manada. La manada sobrevive solo en la marcha continua siempre hacia delante, sin mirar a los lados o atrás, sin envestir. Marchar hacia delante, marchar hasta que las fuerzas se dejen por el camino.

Los mansos son la mayoría. Siempre rodeando al toro, al que marcar y mansar. Los mansos son pilares sosteniendo la injusticia, pilares para sostener en el tiempo la explotación y el abuso, pilares para contener la bravura del toro que resiste a ser torturado y degollado para deleite de los otros mansos. Una fiesta en la que participamos todos, degolladores y degollados.

mansos2El miedo aturde y paraliza. Hace casi dos años y medio los mansos aniquilaron a los no alienados al sistema de explotación impuesto en las minas de oro sudafricanas. 34 personas asesinadas al toque de trompeta. Una comisión de investigación para calibrar si la policía utilizó, justificadamente, fuerza letal ese día. Esa fue la respuesta de los mansos al desboque de los toros. 893 días después, puestos de trabajo en la mina donde se organizó la ejecución sumaria, para viudas, hermanos, hijos, primos, de los mineros aniquilados. España emborrachada de pleitesía a una mansa, que llamaba loco delincuentes a los toros que no se alienaban a la manada de mansos. Pero son mayoría y los números ganan.
#RememberMarikana


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Ébola

Un hombre corre. El mayor spring que su cuerpo le permita sacar para evitar una condena al mortuorio. No quiere echar la vista atrás, enfermedad y muerte es lo que queda. Tiene que ser veloz si no quiere que ese pasado le cace y se convierta en presente. Él corre, corre para evitar una cuarentena.

Cada dos años se repite la misma noticia que pasa desapercibida en los comederos periodísticos. Nuevo brote de Ebola. El Congo, Guinea, Uganda, Sierra Leona, Liberia, lugares que han aprendido a convivir con una enfermedad que mata, como otras más en una lista que se convierte en interminable en esos lejanos lugares, donde el valor de la vida se gradúa según su capacidad de supervivencia. Los fuertes resisten, los débiles se desvanecen a la sombra de los que sobreviven. La muerte es ineludible pero se resisten a morir estigmatizados dentro de sus comunidades. Agonizar en soledad es una condena indigna en África.

 ebola2¿Qué es diferente ahora?. La enfermedad es una vieja compañera, siempre ha convivido con ellos. Qué ha cambiado. Los militares llegaban para saquear, para amedrentar a las comunidades que molestan al que manda. Conocen el efecto de sublevarse a las ordenes impuestas por los que ostentan el poder. Sublevación igual a represión militar. Pero algo es diferente ahora. La solidaridad entre vecinos enfermos y sanos no es algo extraño, las enfermedades son congénitas al hombre, y la muerte su efecto esperado a este lado del mundo. Lo diferente es la nueva presa. Hoy los militares aparecen para cazar al enfermo. Rodean sus casas, y hospitales cercanos, para capturar a enfermos del Ebola y todo aquel que haya tenido contacto con ellos. Lo que no ha cambiado es el pánico de hombres y mujeres ante la llegada de los militares, pero sí la condena. La reclusión en un nuevo mortuorio. A morir agonizando dónde no pertenecen y lejos de los que saben quiénes son.

Organizaciones internacionales varias, manejadas por los que pagan las deudas de los Gobiernos africanos, exigen actuaciones firmes para atajar la enfermedad. Firmeza y contundencia en los lugares de origen para parar el contagio, pregonan. El virus se mueve, y se mueve cada vez más cerca del norte de África, y eso es el sur de Europa. Los Gobiernos endeudados asienten y ejecutan. Sin recursos financieros, sin hospitales acondicionados para hacer frente a la hilera de enfermos que se arrastran a sus puertas, sin personal cualificado para asistir a los contagiados, sólo queda una actuación firme y contundente. Aislar a las comunidades infectadas militarmente. Nadie entra, nadie sale, enfermo o sano. Montar mortuorios allí donde se captura un enfermo de Ebola.

En el otro mundo, donde los fuertes conviven con los débiles, no se permite condenas aleatorias, crueles, indignas, más de lo estrictamente necesario. Se alzan hurras por aquellos que no tienen las fuerzas suficientes para correr rápido. Un enfermo es asistido y se exige una muerte digna alrededor de los suyos. Una mujer alza su voz por el abuso de estar horas esperando en un aeropuerto de su país de origen, para que después se la aísle e imponga una cuarentena hospitalaria. Denuncia el aislamiento de estar dentro de una burbuja de plástico sin acceso a libros, teléfonos, abogados,… Sociedades del otro mundo que alzan su voz por el sacrificio preventivo de un perro. Gritan, insultan, se cabrean, se movilizan contra la ejecución de medidas que violan los derechos individuales. De hombres, de mujeres y de perros.

 ebola3Las organizaciones internacionales se llevan las manos a la cabeza. Qué hacéis. Esta vez piden a sus correligionarios que no discriminen, o pongan en cuarentena a sus conciudadanos, hombres y mujeres buenas que asisten a enfermos contagiosos de virus mortales en lugares lejanos y pobres. Agonizar en soledad es una condena eludible en este mundo.

El hombre en Sierra Leona sigue corriendo, y no dejará de correr hasta llegar a su lugar elegido. Allí donde le conocen, donde saben quién era su padre y su madre. Corre para dejar atrás el mortuorio impuesto por el Gobierno y ejecutado por militares. El barrio de la ciudad donde llegó para trabajar, para darse una oportunidad y a su familia. Ese barrio sitiado por militares para frenar el contagio en sus raíces como se ordena desde el otro mundo. Para que nadie entre o salga. Donde enfermos y sanos son encerrados en hormigueros de excrementos y vómitos. Donde escapar a la enfermedad depende del azar. El azar de poseer un cuerpo que resista la enfermedad. Corre, corre veloz antes del que Ebola te arranque tus fuerzas.

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lanochemasoscura